Más allá de la pandemia
El Covid-19 estremeció nuestras vidas. Llegó como llegan los terremotos o las inundaciones. Hizo su aparición y llenó de terror a la población del mundo.
No obstante, hemos aprendido a convivir con la enfermedad. Nos hemos adaptado a la nueva realidad haciendo gala de nuestra capacidad humana de comprensión y sobrevivencia. Y hoy no existe posibilidad de vida sin tapabocas y sin abundante agua y jabón o alcohol para nuestras manos.
Y mientras todos debemos ser, cada día, más cuidadosos con los métodos de prevención – y jamás pensar o imaginarnos que el virus se fue – tenemos que ir retomando todos los temas que se han quedado paralizados o al margen debido al caos de salud generados por el Coronavirus.
Es hora de ver un poco más allá de la pandemia – y repito sin olvidarnos de ella, ni bajar la guardia – para abordar otros temas, por ejemplo en Venezuela no podemos seguir ignorando la tragedia que se nos viene encima como consecuencia a los niveles de desnutrición del país.
Gracias a la crisis económica venezolana, a la dolarización de los precios de los alimentos y aunado al estancamiento económico empeorado por la cuarentena, miles de niños en todo el país presentan graves signos de desnutrición y problemas cognitivos productos a la pésima alimentación que reciben.
Caracas – que siempre voltea para otro lado huyéndole a sus responsabilidades – no pudo ni siquiera en el marco de la cuarentena abastecer los hogares venezolanos con alimentos; el sistema Clap – como siempre – fracasó y aquí mismo en Anzoátegui existen comunidades que suman hasta 4 meses sin recibir la ayuda del Estado.
Y todo esto sin hablar de la mala calidad de los productos y la carencia de un número aceptable de comestibles; pues, es conocido que a veces envían una bolsa llena de harina y lentejas, como si los venezolanos no tuvieran derecho a comer proteína animal.
Sin embargo, la lista de problemas nacionales no se limita al tema de los alimentos; los malos servicios públicos – todos controlados por el nivel central – es otra sumatoria de urgencias que se deben atender con inmediatez.
Es notorio, para cada uno que me lee, que Corpoelec no es capaz de garantizar un servicio estable de electricidad en ninguna parte del país, ya que ni siquiera Caracas se salva de los apagones y subidas de luz. Ni hablar de las empresas públicas encargadas del tema hídrico.
Ya sea Hidrocaribe, Hidrocapital o cualquier otra, la falta de agua potable es una necesidad eterna de prácticamente todo el país. Y esto, a pesar de ser una nación llena de ríos, riachuelos y agua subterránea por borbotones.
Mientras los ojos nacionales estaban pendientes de la pandemia – pues era y sigue siendo una emergencia – se agudizaban problemáticas como el suministro de gas doméstico en todo el país; padecimos el vaivén de la gasolina, el cual continúa siendo una bomba de tiempo debido a que cuando se vuelva a terminar el combustible iraní de seguro regresará la escasez total del carburante.
En conclusión, el coronavirus es una realidad a tal punto que al momento de redactar este artículo se anunciaron 531 nuevos casos de infectados en el país y es por ello que cada vez es más importante la conciencia colectiva sobre la prevención.
Y, empero, es hora de enfocarnos – más allá de la pandemia – buscar soluciones a los miles de problemas sociales, económicos y políticos que siguen asfixiando a los 30 millones de venezolanos.