Las curiosas peripecias de un candidato (casi) unánime que no pudo ser
Este precandidato que fui hasta hace poco consideró por allá en el mes de julio si tenía sentido postularse con todo en contra. Rumió los pros y los contras, evaluó opciones, escrutó en la hondura de sus convicciones. Obtuvo una certeza, más atada a la ética política que a la política misma: si por años había confrontado las falacias del abstencionismo extremista, rebatido su falsa conciencia, y espoleado la vocación electoral de la oposición democrática, no podía quedarse de brazos cruzados ahora que muchos ofrecían apoyar su nombre como eventual candidato a la Asamblea Nacional.
– Votar es un imperativo moral, escribió numerosas veces.
Ser candidato, si podía serlo, era un deber, aún a riesgo de perder. Sabía que por circuito había que ganar la elección para ser electo, pues allí de nada sirven los cocientes de la representación proporcional, pero se le informó que las listas serían reservadas para los cuadros de los partidos, y él había querido preservar tercamente su condición de independiente. Ser candidato nominal implicaba un alto riesgo: perder incluso con una alta votación, pero él decidió correrlo. Ése sería su aporte.
-No queda sino asumir este lance del destino, farfulló para sí.
Resolvió presentar su nombre como posible candidato de las fuerzas democráticas sólo por el circuito 3 de Caracas: El Recreo, La Candelaria, San Bernardino, San José, San Agustín y San Pedro. Varias razones lo llevaban a esta escogencia: además de ser uno de los que en Caracas podía tener mayor chance de ser ganado por la oposición, el precandidato se dijo a sí mismo que en ese espacio urbano había nacido (en Chacaíto, para más señas), en él había habitado 27 años, en él crecieron sus hijos, y, last but not least, a las primeras cuatro parroquias las había representado en el antiguo Congreso de la República, cuando allá por 1993 ganó ese circuito rompiendo el tubo de la Causa R (que se había alzado con todos los demás).
-¿Será que puedo repetir aquella hazaña?, se preguntó, dubitativo.
Entonces exploró los posibles respaldos, convencido como estaba de que para ganar, se requería conformar una amplia alianza:
• A los primeros que consultó fue a los partidos de la exConcertación (Movimiento Ecológico, MAS, Cambiemos, Avanzada Progresista y Soluciones), alianza de partidos de la que alguna vez fuera coordinador (con el doblemente rector Fuenmayor Toro), luego de haber compartido con ellos la campaña presidencial de 2018. Todos, para satisfacción del precandidato, le mostraron su simpatía. Hoy, el precandidato agradece esa buena disposición a Henri Falcón, Luis Augusto Romero, Claudio Fermín, Felipe Mujica, Timoteo Zambrano y Alejandro Aguilera, entre otros. Incluso El Cambio, que se había integrado a la MDN, le expresó por boca de su máximo vocero, el pastor Bertucci, su decisión a apoyarlo, que también se agradece. Por otra parte, daba por descontada la inclinacion de Redes, organización aliada de Soluciones, a apoyarlo, por lo que escribió a Juan Barreto y Ricardo Rojas, formal candidato por ese circuito (el que hoy merece por muchas razones su voto nominal).
• Sabiendo que AD representó a ese circuito estos cinco años pasados en la persona de Henry Ramos Allup, el precandidato formuló de partida una propuesta: que la suplencia fuese ocupada por ese partido y que se suscribiera un acuerdo mediante el cual se le garantizara el ejercicio del 50 % del tiempo de gestión legislativa. Pero también sugirió que se considerara el nombre de dos mujeres de excepción, independientes como él: Oly Millán y Gloria Pinho.
• Sin embargo, AD (el ala que de ese partido había roto con la absurda línea abstencionista del G4), que, con COPEI, había decidido integrar una coalición electoral con aquellos partidos de la MDN (en la que al final no participaron ni Soluciones-Redes ni el MAS), expresó su interés en reservarse ese circuito, para su jefe político en Caracas (cuyo nombre no conozco). Los demás partidos de la alianza expresaron, en reunión convocada a los efectos, su disposición a postular al suscrito. Sin que el precandidato se lo hubiese solicitado a nadie, muchos buenos amigos (periodistas, políticos) llamaron a Bernabé Gutiérrez, flamante nuevo secretario general de AD designado por el TSJ, para exponerle la conveniencia de ceder esa posición, a lo que Gutiérrez llamó a su vez al precandidato para jurarle y rejurarle el respaldo del antiguo partido del pueblo a sus aspiraciones. «Es un compromiso personal mío, así que estate tranquilo», le dijo. Sólo quedaba que los adecos le informaran el nombre de la suplente, pues debía ser mujer, en atención a la norma de paridad.
• A su residencia se apersonaron los anatemizados representantes de la disidencia de PJ que resolvió participar de los comicios parlamentarios (Brito y Ponente), y le testimoniaron su disposición, junto con VP, de postularlo. A sabiendas de las muchas calumnias que se dicen de todos en este pantano político en que andamos (incluyendo muchas que se dicen de él mismo), el precandidato no los rechazó, como algunos le pedían, pero condicionó su participación como candidato a la decisión final de AD.
• Así mismo, el precandidato auscultó la opinión de Eduardo Fernández, con quien también había militado en el comando de Falcón, y la de Mercedes Malavé, quien con aquél andaba forjando una alternativa electoral alrededor de la tarjeta de Unión y Progreso. Ambos, para orgullo del precandidato, le expresaron su contento y su disposición a apoyarlo, aunque (como le confirmó el secretario general de la novísima organización) no parecían entusiasmados con la suplencia adeca.
• Pasaron los días, y las autoridades de AD no informaban los pormenores de su ultimada decisión. Fue entonces cuando Gutiérrez cayó enfermo, a causa de la peste. Aislado como parecía estar, tanto el Secretario de Organización como el operador político del partido expresaron su imposibilidad de hacer buena la palabra empeñada por el más alto vocero del partido, y que mantenían la decisión de que ese espacio fuese ocupado por su jefe partidista en Caracas (ya que, según pudo saberse luego, la plancha de Caracas sería presidida por el jefe del partido en Carabobo, para que otro partido de la coalición pudiese presidir la de este estado). Los demás partidos coaligados a AD explicaron que sin la aquiescencia de los adecos, les era imposible mantener su respaldo.
• Durante días, la información era que Gutiérrez continuaba convaleciente. Aunque el suscrito le escribió mil mensajes, nunca recibió respuesta. Cuando por fin pudo verlo de cuerpo presente en las pantallas de televisión, volvió a hacerlo preguntándole por qué, si era seguidor de un líder al que como Pérez se le podía hacer muchas críticas pero nunca acusarlo de no ir de frente y dar la cara (como se cantaba en el famoso jingle publicitario), no le había explicado la razón por la que no había podido honrar su palabra, y le subrayó que el suscrito es un político curtido en mil batallas y que habría comprendido cualquier aclaración. Hasta el día de hoy, el nuevo secretario general no ha contactado al precandidato.
En tales circunstancias, el precandidato dio por cancelada su gestión candidatural, aunque muy generosamente Avanzada Progresista ofreció ceder para su postulación alguno de los dos circuitos que ocuparía en Caracas. Arriba están enunciadas las razones personales y políticas por las cuales el precandidato sólo aceptaba postularse por el circuito 3.
-Bueno, al menos podré explicarle a los periodistas y a otros interesados, por qué no soy candidato, les escribió a algunos de sus amigos.
Entonces, Capriles anunció su decisión de participar en los comicios. Aún escamado acerca de la firmeza de esa decisión, el precandidato escribió tweets y una columna celebrándola, la verdad sea dicha, sin cálculo alguno. Hubo quienes desinteresadamente gestionaron la posibilidad de que La Fuerza del Cambio, tarjeta con la que participaría Capriles, postulara al precandidato: Kico, Simón García, y otros. Éste aceptó esa posibilidad, pues consideraba que con base en la fuerte promoción publicitaria que daba por descontado tendría esa franquicia, él podía articular una campaña exitosa. Pasaron los días y nunca hubo respuesta. Se comentó entre los suyos que allá lo consideraban muy antiG4, a lo que él preguntó: ¿y la decisión de Capriles de participar en los comicios no es antiG4? Parecía como si su defecto fuese haber hecho antes lo que otros hacían ahora. Pero sí, él sabía que en un grupo cuya edad promedio podía estar rondando los 35, y dominado por muchos que desde siempre habían sido colaboradores cercanos de Capriles (lo que no era su caso, aunque sí apoyó activamente sus dos candidaturas presidenciales), era natural que su opción no fuese precisamente la primera.
Algunos compañeros de muchas luchas lo tentaron a ser candidato por su cuenta, con algunas tarjetas disponibles (Gustavo Márquez y Domingo Alberto Rangel, entre otros). Pero quien suscribe suele decir que él no tiene los pies en el piso sino enterrados. Tenía claridad en cuanto a que lo que él ponía era un plus para ganar, pero que sin una base política y organizativa suficiente, la victoria era improbable. Así fue en 1993 cuando ganó ese circuito: a la votación del MAS y de Caldera-Convergencia, él había agregado ese plus, logrando que muchos cruzaran su voto (por él y por Andrés Velásquez), pero sin aquélla no habría llegado muy lejos.
-Si debo oponerme a los abusos del gobierno que serán muchos, a la labor de zapa del abstencionismo, a las restricciones de la pandemia, y encima a AD y a Capriles, el riesgo de llegar detrás de la ambulancia es muy alto, les razonó a sus cándidos buenos amigos. Y sentenció: En otro tiempo, tal vez; a esta edad, no estoy disponible para una aventura como ésa.
Además, el suscrito cree en la unidad de toda la oposición democrática. No en el unitarismo, es decir, la unidad de todos -moderados, radicales, extremistas- agarrados de la mano enfrentando al gobierno que como común adversario justificaría la alianza de tirios, troyanos y tebanos, como gustaba decir Petkoff. No en la unidad como tótem. Más de una vez, el precandidato escribió acerca de la relación entre deslinde y unidad: deslinde con los extremistas que creen en la salida de fuerza, y así colaboran como nadie con el régimen, y promueven sanciones e invasiones, empujando a los militares, incluso los que se oponen a Maduro, en los brazos de su comandante en jefe, y mancillan nuestra soberanía, y tientan una conflagración civil entre los hijos de una misma patria; pero unidad de todos quienes se comprometan con firmeza, sin idas y venidas, con los seis parámetros de la ruta democrática, a saber: voto, siempre; diálogo y negociación, siempre; protesta política y social, sólo pacífica; Constitución, incluso para cambiarla; economía social de mercado y Estado de bienestar; y defensa a ultranza de nuestra soberanía, es decir, rechazo a todo tutelaje e injerencia externa en nuestros asuntos: los problemas de Venezuela, los resolvemos los venezolanos.
Sin esa unidad de la oposición democrática frente a los dos extremos no es fácil tropezarse con la victoria. Con tal convicción en mente, el suscrito concluyó que poco sentido tenía una candidatura meramente simbólica.
Éstas fueron, pues, las curiosas peripecias de un candidato (casi) unánime que no pudo ser. Contada ha sido la historia, a beneficio de inventario.