La sociedad venezolana y sus laberintos
Venezuela se ha convertido en un callejón sin salida. Maduro y su entorno están con limitada capacidad de maniobra, no solo por las sanciones, también porque han perdido credibilidad con sus aliados y la posibilidad de auxilios financieros de su parte, quemaron antes de tiempo todas las herramientas de política económica, y sus alianzas internas son completamente utilitarias en torno a negocios (muchos ilícitos). Guaidó ha ido perdiendo apoyo interno, y a nivel internacional se convirtió en un cabo suelto, los países que jugaron adelantado apoyándolo hoy se han dado cuenta que sus posiciones entran en conflicto con las normas internacionales. El resto de la población simplemente espera, resiste.
Un Estado frágil, un presidente debilitado institucional y políticamente, una oposición fragmentada, la comunidad internacional sin saber qué hacer con la situación venezolana y, además, atendiendo sus propios problemas por la pandemia. Todo lo anterior ha dejado a los venezolanos en un limbo, el cual para muchos ha sido sustituido por una narrativa de resistencia, de seguir apostando por un país libre. Sin duda es meritorio mantener hoy una visión optimista, continuar apostando por una vida en Venezuela, pero es fundamental confrontar las creencias y los deseos con los hechos, es necesario colocar los pies sobre la tierra, sabiendo que abrir los ojos puedes ser doloroso y desesperante.
Resistir implica una actitud pasiva. Se refiere a mantener una posición en contra de una fuerza opuesta. Sin embargo, la resistencia no implica cambio. Se refiere más a permanecer en la misma posición. Sin duda, cuando no se tiene la fuerza suficiente para imponerse la mejor alternativa es aguantar, para que al menos la fuerza contraria no nos arrastre. Hoy en Venezuela la actitud dominante es de resistencia, en muchos casos con una fuerte dosis de adaptación, se trata de un mecanismo de sobrevivencia a través del cual a pesar de oponerse al sistema opresor la única manera de sortearlo es adaptándose a la realidad que ofrece. Esta actitud es muy parecida a la de un prisionero, quien espera, resiste, y se adapta.
En este contexto cada actor mantiene su posición, presionando contra los otros, sin fuerza suficiente para imponerse, pero no dejando que el otro se imponga sobre él. La estrategia última es apostar al agotamiento del adversario, Maduro y su entorno apuesta por una oposición cada vez más débil, la oposición apuesta por un régimen que colapsa, parte de la sociedad pone sus fichas en soluciones externas y otra parte en el “como vaya viniendo vamos viendo”. Al final todos esperan, resisten y se adaptan. La Venezuela de hoy es la misma de hace un año, de hace dos años, de hace tres años, sólo que más agotada, la espera termina así convirtiéndose en deterioro.
Mientras la lógica anterior persista algún día uno de los adversarios caerá agotado. Eso llevará a un nuevo ajuste, y el que haya quedado menos débil podrá por fin ganar la partida. Cipriano Castro entró a Venezuela desde Colombia con 60 hombres en mayo de 1899, iniciando así la Revolución Liberal Restauradora, apenas cincos meses después estaba entrando a Caracas con 10.000 hombres y tomando el poder. En un país agotado, en el que las guerras entre caudillos llevaban décadas y habían diezmado a la población, donde la apuesta era al agotamiento del adversario, un hombre con un ejercito inicial reducido terminó alcanzando el poder prácticamente sin oposición.
La lección de la Revolución Liberal Restauradora es muy ilustrativa de lo que pueda pasar en Venezuela, ante una situación de agotamiento generalizada. Un actor determinado, con la suerte y la astucia necesaria, podría terminar agarrando el poder para sí. Aún se está a tiempo de evitar esa situación, los actores en conflicto deben entender que la estrategia que están siguiendo implica la destrucción mutua, y con ella le están abriendo las puertas a cualquier aventura. Lo peor de este drama es que la sociedad recibirá con los brazos abiertos a quien les prometa algo de orden, algo de normalidad, sin importar que el precio sea la libertad.
Twitter: @lombardidiego