La nueva subclase
En su libro La nueva clase, Milovan Djilas, quien fuera bravo combatiente partisano contra el nazismo y líder fundamental del régimen comunista de Yugoslavia, condena este sistema político y describe cómo los burócratas rojos, usufructuando el monopolio del poder, se aprovechan corruptamente de la gestión de los medios de producción para convertirse en una nueva élite aristocrática en una sociedad de pobres.
Rasgo característico de las administraciones comunistas que también se escenifica en nuestra propia vivencia actual. A plenitud, la nomenklatura y su familia disfrutan, en el país y en el extranjero, su privilegiado modo de vida, a contrapelo de la existencia miserable de quienes soñaron alguna vez que el chavismo dignificaría su existencia.
En nuestra versión caribeña, a lo expuesto por Djilas en su obra, se agrega un segmento de dirigentes políticos, quienes, sin necesariamente abrazar las ideas del socialismo radical, negocian para paladear aunque sean algunas migas del festín. Esta semana, en las redes se ilustraban las andanzas de un miembro de esta fauna. Su protagonista, un diputado, quien era casi anodino hasta el pasado 5 de enero, cuando negoció con el régimen su rol en el saboteo de la instalación de la legítima Asamblea Nacional. En las imágenes se le veía cargando las bolsas de su día de shopping en Madrid, adonde llegó, quién sabe por cuál vía y a qué costo, considerando su sueldo nominal y las restricciones que impone la pandemia.
Este ejemplar es parte de un grupete de dirigentes, todos ahora liberados de apuros económicos y exhibiéndose en nuevas y lujosas 4×4, que fungen de arrendatarios y usurpadores de partidos políticos conculcados o inventados por el régimen. Su papel en el libreto oficial es sencillo: conformar una comparsa multicolor que acompañe con danza y música las fraudulentas elecciones legislativas. Unos segundones que, en su libro, Djilas habría podido incluirlos como la nueva subclase.