Guerra política
La propaganda es una forma de comunicación que tiene como objetivo influir en la actitud de una comunidad respecto de alguna causa o posición, presentando solamente un lado de un argumento. Es usualmente repetida y difundida en una amplia variedad de medios con el fin de obtener el resultado deseado en la actitud de la audiencia. El periodista Stanley Newcourt – Nowodworski expresa en su libro, La propaganda negra en la Segunda Guerra Mundial, lo siguiente: “Para la mayoría de la gente la palabra propaganda es, y no sin motivo, una palabra sucia. Implica mentiras, tergiversación, manipulación… Por el contrario “información” suena mejor. Parece expresar honradez, aunque de aquí no se deduzca per se que deba ser objetiva.
A lo largo del libro de Stanley se descubren algunos secretos de la manipulación de masas a través de la propaganda, muy de moda en países totalitarios donde no existe información. El texto es un estudio sobre la guerra psicológica centrado en los planteamientos y medios empleados en la II Guerra Mundial para quebrar la fuerza de voluntad de británicos y alemanes. La propaganda blanca está destinada a cantar las excelencias propias de un régimen y los males ajenos; y la negra, pensada para corromper la moral y los valores de una sociedad y, así, debilitarla.
Más útil que la «propaganda por el hecho», esa acción violenta que busca minar la moral del enemigo, es la guerra psicológica, dice Stanley. El secreto está en dirigirse a las masas, apelar a las emociones antes que a la razón, con eslóganes comprensibles aun para los más bajos niveles intelectuales, manejando un reducido puñado de ideas que han de repetirse continuamente.
La propaganda negra nazi, como la comunista, daba más importancia a la eficacia del mensaje que a la verdad, y propagaba mentiras a través de canales indirectos para que, cuando el adversario las descubriera, pudieran ser negadas con facilidad. No sé por qué, cuando pienso en esto, me recuerda a la Venezuela actual. El objetivo de la propaganda negra es minar las creencias y la confianza del enemigo, dividir su sociedad. La II Guerra Mundial tuvo muchas batallas, algunas de las cuales, no siempre se libraron con balas y disparos, pero dejaron su marca indeleble en la historia. Es decir, la guerra psicológica luchó para derrumbar la moral del enemigo. Se presentaban escenarios con muchos muertos, pero nadie los veía porque solo eran utilizados para desmoralizar al enemigo.
Uno de los nombres asociados con la guerra psicológica aliada fue Dennis Sefton Delmer, un periodista nacido en la Alemania de Weimar, hijo de ingleses. Delmer creció en Berlín, aprendió alemán e inglés, al mismo tiempo. Cuando terminó la República de Weimar y el nazismo llegó al poder, Delmer se radicó en Londres. Cuando comenzó el conflicto bélico, y debido a su dominio del idioma alemán, fue contratado por la oficina de contrainteligencia británica.
La tarea fundamental de Delmer era promover la «radio negra», un medio que transmitía, en onda corta, en alemán o italiano, la información más diversa. Solo que, en lugar de transmitir propaganda antinazi, emitía boletines y música supuestamente para alentar a sus compatriotas. De hecho, su misión era desinformar: por ejemplo, a los soldados alemanes que estaban en el frente se les dijo que no debían preocuparse por sus esposas, porque los miembros del partido nazi local «cubrirían todas sus necesidades».
Delmer basó su modelo en lograr que sus medios alcanzaran crédito como fuentes fidedignas, aunque no lo fueran. Para ese fin, aportaba más informaciones e interpretaciones que comentarios. Veracidad y objetividad falsas para corromper la moral alemana. Así, un medio reputado daba una noticia falsa mezclada con otras verdaderas justo en el momento adecuado para volcar la opinión o crear pánico. Una de las reglas de Delmer era: «¡Nunca debemos mentir por accidente, ni por dejadez, solo a propósito!».
Sefton Delmer realizaba su programa íntegramente en alemán. Su objetivo fundamental era minar la moral de los soldados alemanes. El programa se convirtió en un éxito entre los germanos destacados en Francia. Delmer enseñaba inglés a los crédulos teutones para que pudieran desenvolverse sin problemas al llegar a Gran Bretaña. Les enseñaba a pronunciar “Mi sastre es rico”, “Amo a mi mamá”, “Estamos cruzando el canal”, “Navegamos en una lancha de desembarco”, “No estamos lejos de la playa”, “Yo me quemo, tú te quemas, él se quema…”, “Nuestro capitán de la SS está ardiendo de la cabeza a los pies” … ¡todo un ejercicio de presión psicológica!
Uno de los primeros estudiosos del arte de la guerra, de los que existe registro, fue el general chino Sun Tzu, quien escribió hace 2.500 años: “(…) El ataque no consiste sencillamente en el asalto a las ciudades amuralladas o en disponer ordenadamente el avance de las tropas; debe incluir el arte de acometer contra el equilibrio mental del enemigo (…) combatir y conquistar no es la excelencia máxima en la guerra. Ésta consiste, en quebrar la resistencia del enemigo sin luchar (…)”.
Hoy en día, la propaganda política es conocida como operaciones psicológicas, guerra de cuarta generación, operaciones de información, y dentro de un término más amplio, fue bautizada como guerra política, en el marco de la guerra total. La propaganda negra esconde su origen, se concentra en el enemigo. Algunas veces finge nacer de él y siempre tiene como finalidad, debilitarlo.
Coordinador Nacional del Movimiento Político GENTE