El verdadero bloqueo
La masiva propaganda oficialista, que es tan habilidosa como maliciosa, ha colocado en la palestra opinática el tema del «bloqueo del imperio», para tratar de reiterar, por enésima vez, que la catástrofe nacional es culpa del llamado bloqueo imperial, y que si éste «no existiera», ya Venezuela sería una potencia que se perdería de vista. Pero pasa una cosa al respecto: las sanciones de EEUU -lo que la propaganda denomina «bloqueo»- empezaron poco a poco en el año 2015. Y ya para entonces, el país se encontraba en un acelerado proceso de destrucción, en todos los órdenes de la vida venezolana. Luego por un ejercicio de lógica elemental, el despeñadero de nuestra patria tiene otras causas.
Para usar la palabra de la propaganda oficialista, copia de la propaganda de los patronos cubanos, el bloqueo que tiene interceptado, obstruido o cerrado el camino para una convivencia humana y digna en el país, es el férreo bloqueo en contra de la libertad, la justicia y el desarrollo que ha impuesto, desde hace añales, la hegemonía despótica y depredadora que sojuzga sin piedad a la población. ¿Por qué ha impuesto ese bloqueo? Porque el mismo forma parte del proyecto de dominación sobre el conjunto de la sociedad, que habría sido imposible de establecer en un contexto de efectivas libertades públicas, civiles, económicas, comunicacionales, o para expresarlo de otra manera: en un contexto de respeto y promoción de los derechos humanos.
El bloqueo rojo no se sentía tanto, o más bien se aplaudía en no pocos sectores, cuando los petrodólares, que no eran robados por los mandoneros del poder y sus combinados, alcanzaba para un reparto que daba una sensación de bienestar. Cuando el reparto se hizo cuesta arriba, porque la industria petrolera fue reducida a escombros, y porque la capacidad de endeudamiento se agotó, entre otros factores, el bloqueo interno se hizo más notorio y sus efectos también. Ahora bien, la corrupción continuó y continúa, con lo cual el reparto son migajas que tienen al país sumido en la miseria económico-social, y el desaliento político. Esto último, así mismo, por las contradicciones opositoras.
Hay que romper el bloqueo rojo. En su frente interno y exterior. Con una conducción política que encauce el rechazo a la hegemonía, y lo impulse en movilización social, y con todo el apoyo internacional que sea posible de acuerdo a la Constitución y el Derecho Internacional. Si usted, paciente lector, piensa que algunos de estos asuntos han sido tratados anteriormente en estos artículos: tiene toda la razón. Y es que para convencer hay que insistir e insistir.