El Imperio Ruso en la historia de Venezuela
En la época de los Zares el Imperio Ruso tenía colonias en Alaska, que en 1867 se vio forzado a vender a Estados Unidos, que no quería la presencia de esa monarquía absoluta euroasiática en el continente.
Antes, a finales del siglo XVIII, el Imperio Español enfrentó al Imperio Ruso en las costas de California (en la época parte del Virreinato de Nueva España, México) donde los rusos establecieron en 1780 pesquerías y avanzadas coloniales, con guarniciones militares inclusive. Solo en San Pedro, La Bodega y Tomales, a 60 kilómetros al norte de San Francisco, asentaron más de 600 colonos y 500 soldados de guarnición.
Todos fueron expulsados por las fuerzas españolas en 1790, retornando los rusos en 1809 prevalidos de la invasión de España por Francia y fueron desalojados por México en 1828. De esas colonias rusas en California quedaron los nombres de Fuerte Ruso y Río Ruso.
Esa vocación imperialista rusa, de expansión y dominio de nuevos territorios en América, se expresó en tiempos de Francisco de Miranda y la Emperatriz de Rusia Catalina la Grande, quien le ofreció en 1787 incorporarlo como General de su Ejército Imperial.
Miranda entendió que la astuta monarca quería aprovechar sus conocimientos del aparato militar español para los planes de expansión rusa en América, a costa de España, y con dignidad rechazó la riqueza y el poder que se le ofrecía a cambio de tan vil proceder. Miranda no traicionó a España ni a Colombia, que así bautizó Miranda a la América Española.
La astuta Catalina II de Rusia no cerró sus puertas ante el rechazo de sus ofertas por Miranda y le otorgó su protección diplomática y económica. Y lo nombró Coronel del Ejército Imperial Ruso, con derecho a vestir el uniforme, ya que el Embajador Español en Rusia reclamó que Miranda usaba uniforme de Coronel Español cuando ya no formaba parte de los Ejércitos del Rey, tampoco era Conde de Miranda ni noble y en realidad era un ex Teniente Coronel quien enfrentaba en rebeldía procesos judiciales en España.
Al incorporarse Miranda como General de la Francia Revolucionaria (que lo ascendió a tal grado militar porque se le creyó Coronel español) la Emperatriz Catalina se indignó y cortó toda ayuda y comunicación con éste.
Sin embargo, en 1812, con Miranda al frente de la Primera República de Venezuela, la desesperación patriota por lograr apoyos y alianzas con las potencias europeas para oponerlas a la Corona de España llevó al prócer Miguel José Sanz, Secretario de Estado (de Relaciones Exteriores), Guerra y Marina, a la desgracia de ofrecer al Imperio Ruso, a cambio de su apoyo, la isla de La Orchila, ofreciéndole cederle la soberanía para que Rusia contara con un territorio propio para establecer bases militares y navales, y un emporio mercantil, para la expansión de su comercio y de sus fuerzas militares y navales.
Esta lamentable y nefasta propuesta, de enajenar territorios y soberanía, fue del conocimiento público, denunciada por la prensa, y generó reacciones de rechazo y repulsa nacional y provocó reacciones negativas no solo de Inglaterra. También de Estados Unidos, las dos potencias extranjeras cuyos apoyos buscaba nuestra recién nacida República.
Esta vergonzosa e insensata propuesta de Sanz en 1812 nunca se olvidó (Caracciolo Parra Pérez la recoge en su “Historia de la Primera República de Venezuela”, Tomo II, página 395) pero cesó todo reclamo, polémica y censura con su muerte en combate en la Batalla de Urica, en 1814.
Este oprobioso antecedente, el insólito ofrecimiento de regalarle La Orchila al Zar de Rusia, unido a la propuesta del mismo Zar de Rusia a España, dentro de la Santa Alianza, de enviar una expedición militar en 1823 para reconquistar sus colonias a cambio de cederle territorios en América; y a la agresión de los Imperios Británico y Alemán junto al Reino de Italia contra nuestra débil nación en el llamado “Bloqueo Naval contra Venezuela”, con la excusa de cobrar deudas atrasadas pero cuya la verdadera intención de desmembrar nuestra patria (plan que fue impedido por Estados Unidos que las amenazó mediante ultimátum en defensa de sus intereses estratégicos y de sus planes de construir el Canal de Panamá), determinaron que Venezuela incorporara en sus Constituciones que:
1) Venezuela jamás cederá, venderá o en forma alguna enajenará ni arrendará su territorio a ninguna potencia extranjera. Y,
2) Venezuela no permitirá el uso de su territorio para establecer bases militares extranjeras y sólo podrán entrar y permanecer transitoriamente en territorio nacional las fuerzas militares extranjeras que cuenten con la aprobación previa del Poder Legislativo en los casos que lo permita la Constitución, debidamente fundamentados.
Tales previsiones históricamente evitaron que Venezuela albergara tropas y bases militares extranjeras (ni del hegemón Estados Unidos) en salvaguarda de nuestra integridad territorial y soberanía nacional.
Recordemos que el Imperio Británico y Portugal sólo salieron de Hong Kong y Macao, respectivamente, cuando China contó con el poderío para expulsarlos. No todos los Imperios actúan como Estados Unidos actuó en el Canal de Panamá, que construyó y restituyó a Panamá, que nunca fue rival militar para ese Imperio.
En todo país civilizado los generales tienen como libro de cabecera “El Arte de la Guerra” de Sun Tzu, que dice: “Lo más excelso en el arte de la guerra es someter al enemigo sin combatir”.