Ciudades de sal
Abderrahmán Munif, político y novelista árabe, escribió la novela Ciudades de sal. En ella abordó la condición perecedera de unas ciudades que, a semejanza de lo ocurrido con muchas de las que surgieron en los Estados Unidos durante la fiebre del oro, están condenadas a desaparecer. Las ciudades de sal son artificiales, desorbitadas e inestables, brotan de la noche a la mañana, hinchadas como globos que pueden estallar y desaparecer en un instante.
Munif tomó un oasis de Arabia y lo convirtió en el espejo de sus habitantes. La novela es, en su conjunto, un retrato de la sociedad beduina, y una metáfora que muestra la revolución social, económica y política que siguió al descubrimiento del petróleo, la destrucción del equilibrio entre el hombre y la naturaleza y el choque entre los países árabes ricos y pobres. Así, la idiosincrasia y el ritmo de vida beduina van retirándose a la par que sus códigos morales, la dignidad de sus gentes y sus formas de salvar y transmitir el pasado.
La novela de Munif habla de la desintegración política, económica y geográfica que el descubrimiento del petróleo causa en los países exportadores de crudo, pero no olvida la descomposición moral y social que sigue a la codicia y a la corrupción. El escritor relata cómo el descubrimiento del petróleo transfiguró un oasis en medio de un desierto hosco y obstinado, hogar de beduinos, en un páramo artificial e inhumano y aceleró su desaparición.
Ciudades de sal muestra que la llegada de la modernidad en estas condiciones es inseparable de la proliferación de la tiranía, y que las riquezas petrolíferas son un mal que alimenta la corrupción, la avaricia y la debilidad humana. Contempla la quiebra de la vida en el desierto, de su libertad, independencia y dignidad, bajo las ruedas de una repelente fuerza destructora.
La novela retrata la corrupción y los lujosísimos modos de vida de la monarquía saudí, resucitados en las arenas donde nacerá «Neom», la ciudad futurista planificada y diseñada por el príncipe heredero saudí de unos 26. 500 km cuadrados, que se construirá en la región fronteriza entre Arabia Saudita, Jordania y Egipto. La ciudad tendrá el mismo tamaño que Bélgica y será un centro global de negocios ubicado en una de las áreas de tránsito económico más importante del mundo, el mar Rojo, por donde fluye casi una décima parte del comercio mundial.
La nueva ciudad de sal, cuyo dueño escapó a la pluma de Munif por ser el príncipe apenas un jovencito cuando él murió, en el 2004, fue anunciada por el heredero saudita Mohammad Bin Salman el 24 de octubre de 2017. Explicó que operará independientemente del «marco gubernamental existente», con sus propias leyes tributarias y laborales y un “sistema judicial autónomo”. El Príncipe también anunció que será el primer lugar en toda Arabia Saudita donde hombres y mujeres podrán utilizar la misma zona de baño, algo prohibido en el resto del país.
La nueva ciudad de sal intentará reducir la dependencia petrolera de Arabia Saudita, diversificar su economía y desarrollar sectores de servicios públicos. La intención es pasar de la era del petróleo a la de alta tecnología y poner al reino saudí a la vanguardia de los avances tecnológicos. Un grupo de ingenieros de diversas nacionalidades desarrollará el proyecto. En el diseño de la ciudad está previsto que las funciones de seguridad, logística, despachos a domicilio y cuidado de personas, sean realizadas por robots. La ciudad será íntegramente alimentada por energías eólica y solar.
La construcción de Neom fue iniciada con un aporte preliminar de 500 mil millones de dólares, efectuado por el Fondo de Inversión Pública de Arabia Saudita y algunos inversores internacionales. La culminación de la primera fase del proyecto está fijada para el 2025. Algunas de las ambiciones de esta urbe serán más propias de un parque temático que de una ciudad del futuro. Allí se contará con coches voladores, dinosaurios robot, una luna artificial y profesores en forma de holograma. También contará con nubes artificiales que derramarán lluvia en el desierto y una playa de arena que brillará en la oscuridad.
Esta ciudad futurista podría llegar a ser considerada un oasis de libertad, en un país con severas restricciones. Aquí las mujeres podrán moverse libremente y el consumo de alcohol estará permitido, entre otras garantías. A pesar de todo lo dicho, todavía quedan algunas dudas por despejar: cuáles serán las condiciones de vida de sus habitantes, ya que, vivir allí tendría un elevado costo monetario, aparte de que sus pobladores deberán sacrificar su privacidad en aras de la seguridad porque la urbe tendrá un sistema de vigilancia de última generación que usará drones, cámaras y tecnología de reconocimiento facial que rastrearán constantemente a cada ciudadano.
Coordinador Nacional del Movimiento Político GENTE