Chile, acto de contricción nacional
Los resultados del referéndum chileno del pasado domingo han generado controversia a nivel continental. Del lado venezolano el régimen autoritario madurista lo califica como una extensión de la “brisa bolivariana”, y del lado opositor se adelantan a calificarlo como el retorno del comunismo al país austral.
Ambos argumentos desconocen que los procesos constituyentes no son análogos. Contienen un desarrollo particular y un desenlace histórico específico para los países donde se adoptan.
La V república francesa instaurada en 1958 e impulsada por Charles De Gaulle marcó el tránsito de la IV República un sistema parlamentario al sistema semi presidencialista de la actual Va República. España al fin de 40 años de fascismo franquista instauró un sistema parlamentario desde 1978. México, la constitución más longeva de Latinoamérica, se ha mantenido desde 1917 calificada como la herencia revolucionaria de sus antepasados. La constitución japonesa vigente desde 1947 fue aprobada de la mano del General Douglas MacArthur luego de finalizada la II Guerra Mundial. Y finalmente la constitución de los EEUU con más de 2 siglos de vigencia.
Por tanto, comparar la desgracia que vivimos los venezolanos durante el siglo XXI con el proceso chileno es pretender culpar a la actual CRBV por los desmanes de los mentores del chavomadurismo. Pero la realidad es diferente por ser ellos los violadores contumaces de la Carta Magna, aun cuando hubo rechazo popular mayoritario el 2D 2007 a la reforma constitucional promovida desde el poder Ejecutivo luego la convertieron en una caricatura, en un despojo, como justificación a sus tropelías y desmanes consumados al entregar la nación a potencias extranjeras de perfil tirano.
En realidad, la vigencia de las constituciones lo resume más allá de la rigurosidad jurídica, el contenido de un texto que integra los intereses de una mayoría de diferentes actores económicos, políticos y sociales de un país, en un contexto de instituciones democráticas capaces de abordar las imperfecciones generadas en el desarrollo dinámico de las sociedades. Se rompe el equilibrio cuando el poder político la desaplica como el caso venezolano al convertirla en un desecho en procura de mantener el poder absoluto, así sea denominada por sus mentores criminales la “mejor constitución del mundo”.
Los chilenos se han permitido una pausa legitima en los tiempos de su historia para superar la constitución heredada de la dictadura pinochetista que relegó los derechos sociales a un segundo plano en pro de un desarrollo económico que generó desigualdades sociales incubadas en la estructura social chilena. Aprovechadas desde hace un año por el lumpenaje delincuente con protestas salvajes injustificables, como la quema del metro de Santiago, iglesias, destrucción de parques, estatuas e imágenes religiosas como signo del nuevo orden que aspiran, en su caso del caos y la destrucción.
En las entrañas de la sociedad chilena existen las reservas morales y políticas suficientes para presentarle a sus ciudadanos un proyecto de constitución moderna, que integre la experiencia política desarrollada desde 1990 con la Concertación; que establezca una nueva relación política con la sociedad a través del pleno desarrollo de derechos civiles, que permita el libre acceso a los derechos sociales, como mínimo, el derecho a la educación, la salud, las pensiones, la vivienda, el trabajo y el medioambiente, a quienes han sido excluidos, que profundice los caminos del desarrollo económico que han hecho de Chile una de las economías más estables de América Latina, a partir de tratados de integración y comerciales en el contento de la globalización.
Ese sería el cortafuego más eficaz ante las pretensiones de las aves de rapiña del Foro de Sao Paulo y del Grupo de Puebla, quienes desde la Habana y Miraflores medran en hurgar recursos, a cambio de la pobreza y la miseria de los pueblos del continente más desigual del planeta.
Para nosotros los venezolanos, Chile es de sumo interés. De los países del Cono Sur es el más cercano a nuestra historia, gracias al Ilustre Andrés Bello quien se prodigó en los tiempos de la gramática, la literatura y el derecho en tierras australes. Y en el siglo XXI por ser el destino de nuestros hijos y nietos, de numerosos amigos, al albergar a más de medio millón de venezolanos, quienes orgullosos brindan sus conocimientos y tradiciones a esa bella tierra que los ha acogido, y quienes justamente temen vivir una segunda diáspora ante el apocalipsis que se sufre en la tierra de Bolívar, secuestrada por un régimen, que nos quitó la libertad y la democracia.
Movimiento Laborista