¿Bloqueo? ¿Cuál bloqueo?
La más reciente “iniciativa” que los cubanos le ordenaron al obeso usurpador, fue que los ganapanes de su (de ellos, no de él) dizque constituyente promulgaran una fulana “Ley Antibloqueo”. Y este, muy diligente siempre cuando de cumplir las órdenes de sus amos se trata, ya la presentó —redactadita y todo— para que los que presumen de estar por encima de la Constitución le dieran el pupitrazo de rigor. Esas actuaciones merecen unos cuantos comentarios. Pero, lo primero, antes que nada, que hay que preguntarse es: ¿cuál bloqueo? Porque uno no lo nota.
Los bodegones de los enchufados están repletos de productos de muy buena calidad. Casi todos traídos del imperio meeesmo con dólares que uno no sabe de dónde salen. Whiskies escoceses de todas las edades, perfumes franceses, bombones suizos, cervezas belgas y alemanas hay como arroz partido. Los supermercados no se quedan atrás: chocolates brasileros, pasta turca, Nutella italiana, aceite de oliva español, quesos uruguayos y por ahí sigues. Ahora aparecieron unas empresas que están entre bodegón y supermercado pero que hasta tienen delivery, como está de moda decir ahora. Copio del portal de una de ellas: cheddar cheese; Hershey syrup; roasted peanuts; sándwich spread; Coffe Mate; M&M; hair, skin, nails gummies. Provoca terminar la enumeración con un and so on… Las farmacias —que ahora venden más chucherías, productos de tocador, y comida para mascotas que medicamentos—ofrecen: sérum facial, panquecas sin gluten, exfoliantes para la piel, ¡fresh breath para gatos! Todo importado. O sea, que por alguna parte entran. Me dicen, que el nortesantandereano, para seguir ganándose la buena voluntad de los generalotes, pasó un decreto que reduce a nada los aranceles a fin de que aquellos puedan traer toda esa mercancía que está acabando con el poco empresariado serio que todavía queda.
Entonces, él es el primero que sabe que no hay bloqueo para bebidas, alimentos y medicinas. Pero tiene que marear la perdiz y proponer una “Ley Antibloqueo”. Primero, porque así se lo ordenaron. Segundo, para echárselas de víctima ante la comunidad internacional. Y tercero, y más importante, porque así se asegura de terminar de acabar con la democracia que está establecida en “la mejor Constitución del mundo”.
Digámoslo fuerte y claro. Esa ley será inexequible porque va en contra de lo que establece la Constitución; porque será “decretada” por un órgano nulo de toda nulidad, ya que fue inventado por un sanedrín, sin que la ciudadanía haya dicho que lo necesitaba ni, mucho menos, lo haya autorizado; porque trae una provisión para que el ejecutivo pueda desaplicar normas legales que están vigentes y que fueron sancionadas por el único poder que tiene esa potestad: el Legislativo.
Aún más: va a establecer unas medidas «excepcionales» para los procesos de contratación y licitación. Y esas fulanas medidas serán secretas porque inventan un sistema de «clasificación de documentos (…) destinado a proteger y asegurar la efectividad de las decisiones tomadas por el Poder Público venezolano”. O sea, lo que habían “recogido” con Odebrecht va a quedarse pálido con lo que van a sisar ahora con esas contrataciones y licitaciones recónditas, subrepticias. Y por si fuera poco esto, también inventaron un, “marco de protección del Estado contra las medidas coercitivas unilaterales, medidas punitivas u otras amenazas» que estará a cargo, ¡ojo!, no de los tribunales sino de la Procuraduría General. Se despachan y se dan el vuelto.
Este intento es la manifestación más descarada de la exacerbación de la discrecionalidad ejecutiva y la recentralización más grosera que se haya visto. Y mire que con el pitecántropo sabanetense ya se había avanzado muchísimo en esos dos defectos del comportamiento organizacional.
Hay que estar muy pendientes porque el capitán Hallaca (verde por fuera, guiso por dentro) ya dijo en su programa que las dizque “leyes constitucionales” no necesitan ser sometidas a la consulta popular. Lo cual es un contrasentido, porque si para que pudiera existir una Asamblea Constituyente en 1999 hubo que realizar y ganar un referéndum; para poder promulgar la Constitución vigente también debió ser aprobada por la ciudadanía en otro referéndum, mal puede una supuesta ley ser pasada por encima de la voluntad popular.
Pero como ellos están mal acostumbrados: primero, el origen de los “constituyentes” actuales es espurio; no se consultó al pueblo (repito) si quería que hubiese una Asamblea Constituyente; y los pocos que fueron a votar en esos comicios chimbos no podían escoger quiénes eran sus candidatos, solo decidir en qué orden iban a estar en la plancha. Segundo, después que llegaron, no se dedicaron a hacer una nueva Constitución (que es lo que los justifica) sino a ponerle un sello de aprobación a todo lo que les mandaban desde Ciliaflores. Y a facilitarle al mofletudo el saltarse los artículos constitucionales que le estorban. Ya tienen tres años y nada que sueltan la teta. Porque a diferencia de las de los países serios, en esta “constituyente” cubana no hay un límite de actuación. Si por ellos fuera, podían quedarse mamando de la res pública años y años. O sea, en un enriquecimiento torticero, para ponerlo en una palabra que no emplean los abogados venezolanos, pero los demás hispanoparlantes sí.
Algo hay que hacer de aquí a diciembre. Con bicho chino estorbando y todo. Porque no es solo abstenerse de asistir al circo comicial que inventó el mofletudo y que aúpan los alacranes y la mesita. No. Antes de esa fecha ya debe haberse organizado y realizado demostraciones, manifestaciones, consultas populares que dejen claro ante la comunidad internacional y los gobiernos serios del mundo que las “elecciones” previstas no pasan de ser una payasada. Y, al mismo tiempo, un acto de prestidigitación: ahora lo ves, y ahora no lo ves…
Sigue vigente la consigna: cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres, creíbles, verificables…