Un mundo sin certezas
Occidente se encuentra aterrorizado. Las certezas que han dominado en los países más desarrollados se han empezado a derrumbar. La democracia liberal está en retroceso, las divisiones a lo interno de los países han aumentado. La amenaza del mundo externo es cada vez más cotidiana y se expresa en los miles de inmigrantes que hoy llegan a las fronteras de estos países. La pandemia ha hecho su trabajo también en este cóctel. A esto se deben sumar los cuestionamientos que se han empezado a hacer en torno a la tecnología, y de como esta ha ido invadiendo las vidas privadas de millones de personas, transformándose en una especie de Frankenstein que se empieza a revelar contra su amo.
El documental “The Social Dilemma” (2020) justamente aborda la manera como la tecnología, y particularmente las grandes empresas tecnológicas de Silicon Valley se ha ido apoderando de nuestras vidas. Esta visión y preocupación es puesta sobre la mesa por personas que vienen de ocupar altos cargos en dichas empresas. Hombres y mujeres que conocen muy bien la industria, y quienes nos advierten con preocupación a los riesgos a los que nos estamos enfrentando como sociedad. Son cuidadosos en no quitarle los méritos que merece a la tecnología, pero nos recuerdan que esta es una herramienta, y no debería ser al contrario, como de hecho ocurre según ellos.
Los fantasmas que han asechado a occidente, tales como el debilitamiento de la democracia liberal o el “otro”, expresado en el inmigrante, hoy se magnifican con la tecnología. En esta línea, la novelista turca, Elif Shafak, en un TED Talk, nos recuerda esto con el uso del término “sociedades líquidas”, en contraposición a las “sociedades sólidas”. Shafak señala que hasta no hace mucho los países más desarrollados se consideraban como “sociedades sólidas”, modelos consolidados, y que el mundo líquido era el que estaba más allá de sus fronteras occidentales. Sin embargo, esas sociedades hoy se enfrentan dentro de sus propias fronteras a ese elemento líquido, y a la incertidumbre que esto trae.
Shafak cita la siguiente frase de T. Adorno: “La intolerancia a la ambigüedad es la marca de una personalidad autoritaria”. Sobre esta afirmación resalta que los populismos, los demagogos y en general el extremismo, se alimentan de esa intolerancia a lo ambiguo. El ser humano requiere certezas, y en esa búsqueda simplifica sus creencias a cambio de libertad de pensamiento, se subordina a un líder, a una idea, a una religión, para obtener alguna estructura. Esto no es nuevo, la novedad está en que la manipulación de los sacerdotes del pasado que desde pirámides y altares vendían certezas a cambio de subordinación, hoy está en manos de unos ingenieros en Silicon Valley.
Una debilidad del documental “The Social Dilemma”, y de muchas interpretaciones de los peligros del mundo de hoy desde el punto de vista social es que por magnificar el elemento tecnológico minimizan la naturaleza humana. El problema de fondo no es la tecnología, sino que esta actúa como un megáfono que amplifica lo bueno y lo malo de las personas. Se puede restringir la tecnología, incluso se puede prohibir, pero mientras la esencia de cada uno no se modifique hacia un sentido más humanista, con una mayor disposición a la apertura, donde se esté dispuesto a sustituir certezas por incertidumbre, y en donde exista la disposición a aceptar lo distinto, es poco lo que cambiará.
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