La Venezuela que sueño
La Venezuela que sueño es aquella donde ya no tengamos niños acostándose sin comer. Es aquella donde no veamos – nunca más – a padres de familia buscando alimentos en los basureros.
La Venezuela que sueño es aquella donde los campos sean nuevamente productivos, donde los venezolanos coman carne de res criada y procesada aquí mismo.
Donde los productores venezolanos tenga qué sembrar y cómo sacar sus cosechas rumbo a los mercados. Donde volvamos a ser una nación donde no haya ni un venezolano más con su estómago vacío y la pena repleta.
La Venezuela que sueño es aquella donde los trabajadores puedan mantener sus familias, donde hacer mercado no sea un drama y enfermarse deje de ser una calamidad.
Este sueño es el mismo de millones de venezolanos que están cansados del caos en el cual se convirtió el país, que están hartos de ver como se les va la vida en una crisis que no pareciera tener fin y que se engulle todos los esfuerzos de cada uno de los venezolanos.
Anhelo una Venezuela con hospitales de primer mundo, con escuelas dotadas y con docentes capacitados y adecuadamente remunerados. Un país donde cada quien se gane su posición por el empeño que tenga en crecer como ser humano, como ciudadano y como profesional.
Sueño con una Venezuela donde se premie el emprendimiento, la meritocracia y la superación, donde el trabajo sea el mayor aporte de todos los venezolanos y donde el Estado no intervenga como fiscal «todero» en todos los aspectos de la vida productiva de la sociedad venezolana.
Cierro mis ojos, y me viene a la mente la imagen de esa nación que deseo dejarle a mis hijos y a mis nietos, una que es muy parecida a esos vestigios de gran venezolanidad que vemos día a día; como en el caso de cada venezolano que no se rinde y se las ingenia para salir adelante a pesar de los problemas y de los obstáculos.
Un país que sea más como el Sistema de Orquesta Sinfónica de Venezuela y menos como los llamados milicianos; una Venezuela más parecida a Yulimar Rojas – y a sus históricos logros deportivos – y menos a los delincuentes que se amparan detrás de una camisa roja para encubrir sus fechorías.
Aspiro a ese país que alguna vez fuimos, y que aún vive en lo más profundo de nuestro ser nacional. Que volvamos a ser el país de Andrés Eloy Blanco o Aquiles Nazoa, el país de Cruz Diez o de Salmerón Acosta, el país de Dr. Jacinto Convit o la Venezuela de Simón Bolívar o de Andrés Bello.
Sueño con una Venezuela libre y de los venezolanos, con una tierra donde todos volvamos a ser hermanos, donde nunca más tengamos divisiones – salvo aquellas entre magallaneros y caraquistas – y donde usted, que me lee, tenga la oportunidad de superarse con cada logro que materialice y con cada meta que alcance.
Sin embargo, no basta con soñar. Usted y yo, y todos los venezolanos que amamos esta tierra, debemos comprometernos con la lucha para construir ese país que necesitamos y merecemos.