La difícil unidad
Hay un aserto que se confirma en todas las posiciones políticas: sólo con la unidad es posible lograr el éxito en cualquier jornada electoral. Mas esa unidad luce difícil tanto para los simpatizantes del régimen como de la oposición.
En el caso del régimen, éste ha tenido que apelar al uso del TSJ para remover directivas que es de entender se alejaba de sus intereses. Es posible intuir que algunos de los otros partidos que se agrupan dentro de los que se conoce como el Polo Patriótico, se plegaron a fin de evitar acciones similares sobre ellos.
En el caso de la oposición la dificultad tiene visos históricos. Para explicar esta realidad hay que ir a la antropología y a la historia.
Desde un comienzo de nuestra historia política las diferencias pautaban las conductas del venezolano. El indomable indio dio toda la resistencia que pudo a los conquistadores, mas luego de que éstos ganaran el proceso de conquista, el indio jamás fue un esclavo y menos un sumiso, quien siempre supo albergarse dentro de su ambiente, que conocía por ser su espacio natural. En cambio el negro africano debió aceptar la condición de esclavo, por cuanto, desarraigado de sus territorios naturales, enclavado en espacios que le eran totalmente desconocidos, hubo de someterse para sobrevivir.
Así, en nuestra historia el nacional siempre fue libre. En momentos pudo lucir que se sometía, más siempre obedecía por conveniencia, y cuando el dador daba la espalda, hacía de las suyas. Esto siempre fue y es así.
Este valor de la libertad puede verse en nuestro devenir. En la época de la democracia, cuando se luchaba contra la dictadura de Pérez Jiménez, el frente fue llevado adelante por tres tendencias políticas cuyos líderes entendieron la necesidad de articularse para vencer, más siempre mantuvieron su autonomía.
La vida democrática venezolana se caracterizó por la diversidad, si bien en los inicios la supremacía estaba en dos partidos políticos, la vida distinta siempre estuvo ahí, con una variedad de partidos y organizaciones políticas que abanderaban posiciones ideológicas de las más variadas tendencias, desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha. Y hubo espacios de convivencia y respeto por sus posiciones, que hasta las minorías tenían espacios en las instituciones de legislativas y audiencia en las de gobierno.
Esta realidad abierta a la diversidad fue uno de las mayores virtudes de nuestro proceso político, tan grande fue que todas las tendencias ideológicas tuvieron espacio. El valor de la libertad brillaba cual sol que vencía la oscuridad de las ideologías absolutistas, hegemónicas, que sólo aceptan su verdad. El venezolano fue, es y será, por razones de idiosincrasia, libre.
Y este valor maravilloso es la traba que la oposición enfrenta para generar unidad en la acción. Ya desde la MUD, la unidad fue resbalosa, esa plataforma que pretendía contener a las variadas ideologías opositora, hizo aguas. Puede intuirse que esa situación fue la causa por la cual ese político brillante como lo es Ramón Guillermo Aveledo, cedió el paso a un experto en la operación política como lo es Jesús “Chúo” Torrealba, quien sufrió la misma situación.
El país tiene un problema de liderazgo político a quienes les ha sido imposible entender que estrategias como la llevada adelante por Rómulo Betancourt, Jovito Villalba y Rafael Caldera, quienes en ese entonces entendieron la necesidad de unirse y lo hicieron, luego de logrado el objetivo, cada uno se abrió camino, lo cual es correcto en democracia.
El país necesita de políticos con política para reencontrarse con un destino superior.