La calle toma la palabra
El clamor de Juan Guaidó ante la 75 Asamblea de ONU, “antes de que sea demasiado tarde, ayuden a salvar a Venezuela”, no es exagerado ni alarmista. Es comparable con la circunstancia de quien clama por la liberación de un secuestrado amenazado de muerte. Se trata de un pueblo a punto de sucumbir de mengua material, moral y espiritual a manos de una banda que lo arruinó, que indolente ante sus padecimientos reprime con crueldad sus reclamos y ya, ni por demagogia, hace promesas de bienestar alguno.
El planteamiento tiene enorme audiencia. La sumatoria de testimonios y confirmación de delitos en los informes de la Alta Comisionada de Derechos Humanos y el reporte de la Comisión para la Determinación de Hechos, ambas, instancias de la ONU, han concitado el repudio de las democracias del mundo, incluidas ahora México y Argentina. No obstante, continúa siendo descartable una acción militar de fuerzas extranjeras. Su ámbito real es el de acciones coordinadas de presión internacional, que sean concurrentes con la lucha interna de los venezolanos por su liberación.
De mayor concreción es lo que ocurre en el frente interno. Esta semana, poblaciones de toda nuestra geografía, ahogadas en penuria, se han lanzado espontáneamente a la calle desafiando por igual pandemia y represión. El rasgo notable de estas protestas es que, a los reclamos por comida y servicios, ahora, voz en cuello, claman también por libertad, por la salida de sus opresores, condenan con nombre y apellido al Golem gobernante y a sus esbirros regionales y rechazan la trampa electoral.
La calle está enarbolando la bandera del cambio político. El respaldo internacional es importante, pero la batalla se da en nuestro propio suelo. Las tropas están en el terreno aguardando por sus generales…