El «Pobre negro» de Gallegos
En 1937, Rómulo Gallegos (1884-1969) publica una novela ambientada en la vida de los negros que trabajan en las plantaciones de cacao en la costa venezolana. La novela abarca el período entre el fin de la abolición de la esclavitud y el fin de la Gran Guerra o Guerra Federal venezolana. La realidad de su relato, siguiendo los patrones estéticos del positivismo, permitió a Gallegos construir la historia que conmovió a miles de lectores.
Y es que en ‘Pobre negro’ se encuentra parte de nuestra tragedia como pueblo y nación. Esa manía del sempiterno venezolano resentido que reniega de su historia, de su familia y hasta de sí mismo y se larga a la aventura de la guerra para vengarse del mundo y a la vez encontrar su identidad. La Federal fue una guerra fratricida, una confrontación terriblemente dolorosa donde todos salimos perdiendo. No quedó pueblo ni familia ilesa. Todos sufrieron y después de más de un siglo se siguen destapando esas heridas, el resentimiento acumulado por quienes quedaron al margen, rezagados y olvidados por el pírrico triunfo donde un federalismo mal concebido se impuso y jamás llevó a la práctica sus promesas.
Lo expresa de manera sobria, directa y simbólica Gallegos en boca de sus personajes y en la descripción de la ambientación: “-Mi guerra la llevo por dentro y no se acabará sino conmigo”, “-Alguien me dijo una vez que en esta guerra se iban a encontrar los hombres a sí mismos y ha resultado verdad”, -dice Pedro Miguel, el hijo mestizo de la dama blanca, Ana Julia, y Negro Malo.
Y es que los liberales alzados contra los conservadores (godos) en el fondo lo que hacen es cambiar los patrones de usos y costumbres. Y al final, como muy bien lo describe el autor de la obra, terminan repitiendo y viviendo en una sociedad donde los neo enriquecidos continúan controlando a los miserables. Porque este mestizo, este “Don Nadie” vaga por las páginas de la novela y termina transitando por las calles y pueblos de una nación que no lo reconoce y él tampoco reconoce. Ese sentido de identidad se arrastra por décadas y llega hasta nuestros días.
El origen de la sociedad moderna venezolana se moldea en estas desigualdades. Estas tragedias que son mostradas por Gallegos como lastres, heridas sangrantes. La verdad de una sociedad aparece en la desdicha de los personajes que se esconden y esconden su miseria que les es arrebatada a punta de machete y bayoneta.
Pobre negro es la historia de la miseria nacional donde unos miserables azotan, destruyen e incendian el alma de un pueblo. Es la radiografía de un tiempo que no perdona nada ni a nadie.
Volver a leer esta obra de Rómulo Gallegos es comprender nuestro pasado y encontrar sentido a esta realidad del presente. Los tiempos de la novela galleguiana se entrelazan y en momentos, nos sitúan en este dramático inicio de siglo XXI, turbulento, caudillista, con líderes engreídos, devorados por sus pasiones personales, necesitados de reconocimiento social, avaros y despóticos. Que se niegan a aplacar sus egos, su grosero personalismo aún y a costa de incendiar su propio país, devastado y arruinado.
La obra que comentamos mantiene una actualidad indiscutible, sobre manera en la mirada política que sostiene ideológicamente la tragedia que desencadena la historia. Es el trasfondo donde se arrastran decisiones, hechos y aspiraciones de personajes, unos que actúan directamente en la narración, de factura menor; otros, que son nombres de personajes históricos, como Ezequiel Zamora y su muerte prematura.
“(…) en el dramático ambiente que ya componía el amarillento sol de las humaredas quedó la impresión de algo singularmente tremendo que se avecinara.” Termina así la novela de Gallegos. Sin embargo, ¿en verdad concluye, finaliza la historia? La lectura del párrafo final pareciera una construcción que deja una secuencia que se alarga, que avizora una muy probable acción que se presiente, que está cercana, que se ‘avecina’.
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