El joven político que le ganó a Gromyko
En 1979 se presentó ante el Senado de los EEUU, para su ratificación, el tratado SALT II referido a control de armas nucleares. A fin de obtener la mayoría necesaria de las 2/3 partes, los líderes de los partidos deseaban agregar una enmienda: el consentimiento de la Unión Soviética. Entonces se decidió enviar a un joven senador a Moscú con la misión de entrevistarse con el veteranísimo Ministro de Asuntos Exteriores de la URSS, Andrei Gromyko, y convencerlo de que su país le diera aprobación al tratado.
El encuentro fue desigual: un senador joven contra un diplomático sagaz y curtido. Gromyko abrió la reunión con una elocuente disquisición de una hora, en la que explicaba que los soviéticos siempre habían tenido que jugar a alcanzar a los estadounidenses en la carrera armamentista. Concluyó con un argumento enérgico en el sentido de que el SALT II era favorable para los estadounidenses y que por tanto el senado debía ratificar el tratado sin modificación alguna. Pero se negó a darle su consentimiento como era el propósito de la enmienda.
Cuando le tocó el turno al senador, en lugar de ponerse en posición de ataque, pronunció las siguientes palabras con toda serenidad. “Señor Gromyko, su argumento es muy persuasivo. Estoy de acuerdo con muchas de las cosas que ha dicho. Sin embargo, cuando regrese y les comunique a mis colegas del Senado lo que usted me ha dicho, algunos de ellos como el Senador Goldwater o el Senador Helms, no quedarán muy convencidos y me temo que la opinión de ellos tiene mucho peso”. El senador entonces comenzó a exponer los puntos que le preocupaban: “Usted es la persona que tiene más experiencia en el mundo en estas cuestiones del control de armas. ¿Qué me aconseja? ¿Cómo debo responder a las inquietudes de mis colegas?
El canciller no pudo resistir la tentación de brindarle su sabiduría al inexperto senador norteamericano. Comenzó a darle instrucciones sobre lo que debería decirles a los senadores escépticos. El joven fue presentando los argumentos que tendría que rebatir, uno por uno y anotando las sugerencias. Fue una reunión muy productiva y satisfactoria para ambas partes. Al final los soviéticos dieron su consentimiento al tratado con lo que se materializó la enmienda. El Tratado se aprobó. El nombre del senador: Joe Biden.
Esta historia la tomé del libro sobre negociación de William Ury, publicado en 1991, en el que se recogen casos emblemáticos de negociación, porque nos dice mucho más de Biden de lo que los medios del partido republicano pregonan, sobre todo su carencia de ángel, su sosería, su poca capacidad de conectar con las masas y su inacción.
La historia trasluce una amplísima actividad parlamentaria, con todo lo que eso significa y sus 8 años como Vicepresidente, lo que lo posiciona en un conocimiento profundo del poder ejecutivo. Pero además, para conocer a Biden hay que revisar el debate vicepresidencial de 2012, televisado nacionalmente, entre él y un muy joven, pero competente Paul Ryan.
El primer debate entre Obama y Romney, unos días antes, lo había perdido el Presidente, de manera que era crucial un triunfo demócrata. Biden se afincó con todos los hierros y fue claramente el ganador de ese debate, que reflotó la candidatura de Obama, lo que finalmente le permitió repetir en la Casa Blanca.
Estos fueron algunos comentarios de prensa: “Joe Biden le devolvió el peso, la robustez y la credibilidad a la presidencia de Barack Obama, tras el pobre desempeño del mandatario en su debate con Mitt Romney del que salió cojeando. Es evidente que Biden tenía la orden de responder, atacar y no dejar pasar sin desafiar los argumentos de Paul Ryan, cosa que no hizo Obama con Romney. Pero más allá, Biden sacó todo su arsenal de político veterano con fluidez, cambios de tono, retórica dirigida contra su contrincante, respuestas dirigidas a la moderadora y conversación dirigida directamente a la cámara hablándole a la nación”.
Resultará muy interesante el debate con Trump, porque Biden es un guerrero que no va a tener la compostura de Hillary.