Collage trigésimo segundo sobre Rómulo Betancourt
(Llegó la Dictadura: la Resistencia, el Exilio –VIII-)
Las caídas sucesivas de los Secretarios Generales del CEN y de otros dirigentes de Acción Democrática impusieron la necesidad de un repliegue táctico en las actividades clandestinas. Los éxitos represivos de la dictadura perezjimenista no podían atribuirse exclusivamente a la eficacia de sus organismos de seguridad, especialmente del que dirigía Pedro Estrada.
Procedía sospechar que existían delatores infiltrados en las filas del movimiento de la resistencia. A eso se refiere el mensaje, de fecha 13 de junio de 1953, que Rómulo Betancourt, desde San José de Costa Rica, a través del Comité Coordinador de las actividades de Acción Democrática en el Exterior (CC), le dirige a la Dirección interna de Acción Democrática en la clandestinidad. En el texto de ese mensaje se lee: “Vil asesinato inolvidable compañero Antonio Pinto Salinas nos ha conmovido profundamente. Este doloroso suceso y prisión compañeros Rigoberto y Consalvi acentúa grave transitoria crisis atraviesa partido. Dirigentes exterior como siempre daremos respaldo y pondremos confianza nuevo equipo asuma dirección nacional. Reunión aquí ampliada presencia compañero Valmore Rodríguez estudiamos situación. Como medidas inmediatas partido debe replegarse inmediatamente dedicarse resuelta investigación causas impresionantes descalabros últimos que ponen en evidencia infiltración agente dictadura en posición importante y cercana comando nacional partido…Revisión cuidadosa engranajes y velandeo que permitan en lapso perentorio ingreso con mínimun seguridades equipo preparado y dispuesto compartir con ustedes responsabilidades dirección resistencia. Mantener rigurosamente secretas estrecho círculo comando nacional medidas se adopten investi y colaboradores probada lealtad investigaciones se adelanten y demás medidas tácticas se adopten actual emergencia debiéndose revisar cuidadosamente todo el equipo de contactos y estafetas” (1).
Lo que se temía de una infiltración delatora interna tuvo confirmación. Rigoberto Henríquez Vera señala que alrededor de la una de la madrugada del día 9 de junio, la Seguridad Nacional allanó la casa de Manolo Giménez Castro, en la urbanización de Los Palos Grandes, donde estaba “enconchado” junto con Simón Alberto Consalvi, y los acompañaba en esa ocasión Gustavo Mascareño, que era “contacto” de confianza de Henríquez Vera.
A Mascareño se lo llevan primero, y luego Henríquez Vera y Consalvi son conducidos a las oficinas de la Seguridad Nacional de El Paraíso, encontrando a Mascareño en las puertas del edificio. He aquí lo que relata Henríquez Vera: “Ya dentro, a Consalvi, a Giménez Castro y a mí nos introdujeron en una oficina mientras que a Mascareño lo llevaban a otra contigua donde empezaron a interrogarlo, con la amenaza de que tenía que revelar todo cuanto sabía. Mascareño reveló entonces la ruta tomada por Pinto Salinas, el número de la placa del vehículo, el nombre de sus dos acompañanes, la hora de salida de Caracas y de posible llegada a determinadas poblaciones de la vía. Todo aquel relato lo escuchábamos sorprendidos, confundidos y llenos de ira. Para mí todo aquello era una pesadilla, algo increible. Pero lo estábamos escuchando y viviendo. Los tres, inermes y esposados, vivíamos aquel drama de ver cómo un hombre al cual habíamos dispensado confianza plena, entregaba en manos de sus criminales enemigos la vida de un compañero de lucha” (2).
Cuando el día 12 de junio Henríquez Vera fue conducido a un calabozo de la Seguridad Nacional, los compañeros de prisión le “informaron que Gustavo Mascareño se había asilado en una Embajada, después de haber entregado a los restantes compañeros de la dirección nacional del partido y a otros valiosos activistas” (3).
Y más adelante, Henríquez Vera indica que “a Costa Rica se le hizo saber entonces los lamentables procederes de Mascareño y después supimos que en San José, un grupo de compañeros lo secuestraron un día, se lo llevaron a la Hacienda ‘La Lucha’ de don Pepe Figueres y pensaban lincharlo, pero el muy vivo se les escapó y retornó a Venezuela (4). Por su parte, Rómulo Betancourt, en carta de fecha 28 de junio de 1953, dirigida a Luis Manuel Peñalver, también ratificó la existencia de la infiltración: “Lo que se presumía, ya se sabe: hubo infiltración de un traidor. Está ubicado. En situación de no continuar haciendo daño, porque voló al exterior”(5).
Entre el 1° de abril y el 13 de junio de 1953, Rómulo Betancourt realizó una gira suramericana. Estuvo primero en Bolivia, invitado por Víctor Paz Estenssoro a los actos conmemorativos del primer año de la revolución de ese país. Luego, pasó a Chile, donde, el 29 de abril, declaró al diario El Mercurio que en Venezuela “había alrededor de cuatro mil ‘secuestrados’ políticos entre los cuales, doscientos son mujeres y algunos militares” y “agregó otros detalles, entre los cuales hizo especial hincapié que la Universidad estaba clausurada durante dos años y que desde hacía cuatro años existía censura de prensa estricta después de haber sido clausurados doce rotativos no adictos al régimen”(6).
Invitado por la Federación de Estudiantes, dicta el 4 de mayo una conferencia sobre “Venezuela y el panorama de América” en la Universidad de Chile, y el día 13, del mismo mes de mayo, el Senado de ese país celebró una sesión en su honor. De Chile, Betancourt pasó a Uruguay, siendo recibido, el 2 de junio, en sesión especial de la Cámara de Representantes de ese país, donde, al referirse a la violación de los derechos humanos por la dictadura de Pérez Jiménez, expresó: “Venezuela como todas las naciones de América, ha suscrito solemnes compromisos internacionales, en los cuales se establece la obligación de los Estados firmantes de respetar los derechos fundamentales del hombre y del ciudadano. Ha suscrito las Cartas de San Francisco y de Bogotá. Ha suscrito la Declaración Americana de los Deberes y Derechos del Hombre, promulgada en la capital de Colombia, y la Declaración similar de las Naciones Unidas…Asumo la responsabilidad desde esta tribuna de jerarquía americana, de decir que en mi país se están actualizando los refinados métodos de crueldad contra los prisioneros políticos que dejaron un impacto imborrable en la memoria de los hombres, cuando los utilizaron los nazis” (7). Atinadamente, la historiadora e investigadora Mirela Quero de Trinca observa que “los numerosos actos en los que participó en Bolivia, Chile y Uruguay, estableciendo relaciones y comprometiendo apoyos en su lucha contra el régimen venezolano, corroboraron que Betancourt era reconocido como uno de los líderes políticos del continente” (8 ).
El 13 de septiembre de 1953 Rómulo Betancourt, presidente de Acción Democrática en el exilio, en manifiesto firmado en San José de Costa Rica, expresó: “Acción Democrática, en esta hora solemne de su fecha aniversaria, con millares de hombres suyos en las cárceles, recién cerradas las tumbas de sus muertos, con sus dirigentes clandestinos amenazados por el crimen oficializado, con centenares de dirigentes y militantes en el exilio, no hace un llamado a la retaliación ni a la venganza. No adopta tampoco la arrogante posición de exhibir sus credenciales de lucha como letra de cambio girada hacia el futuro. Con profunda, con sincera y patética emoción venezolana, llama a cerrar filas a hombres de la calle y a hombres de los cuarteles, a ciudadanos sin partidos y a militantes de organizaciones políticas, a todos cuantos sientan a la patria como responsabilidad y deber, para estructurar el frente de la libertad. Estamos plena y absolutamente convencidos de que bastará una acción planificada y resuelta de ese frente, una vez que se integre y articule, para que desaparezcan de la vida pública los soportes actuales del régimen despótico. Y Venezuela volverá a ser patria de todos, amable y venturosa, digna de su historia fascinante, heredera de la que forjaron con su cerebro y con su brazo, los hombres de la generación libertadora” (9). Allí, como se puede constatar, Rómulo Betancourt, hablando en nombre de Acción Democrática, hizo un firme y claro llamado a la unidad para combatir la tiranía.
Para el mes de marzo de 1954 estaba programada la celebración en Caracas de la X Conferencia Interamericana, por lo que el régimen, para lavarse un poco la cara, anuncia el 2 de enero de ese año, la libertad de más de cuatrocientos presos políticos, pero quedaba un cuarenta por ciento de detenidos en las cárceles con sus causas por examinarse. Desde el año 1953, Betancourt venía sosteniendo la tesis de que los gobiernos de los países del continente condicionaran su concurrencia a la Conferencia a la libertad de los detenidos políticos que permanecían en las cárceles venezolanas. Y a los alegatos de que debía respetarse el Principio de No Intervención, respondía con la invocación de la supranacionalidad de los derechos humanos. No obstante, tal como estaba previsto, la Conferencia se realizó en Caracas, entre el 1° y el 29 de marzo de 1954, con la asistencia de todos los países americanos a excepción de Costa Rica, cuyo gobierno presidía José Figueres. Un artículo de Betancourt sobre la Conferencia publicado en Cuadernos Americanos, es comentado por la historiadora Mirela Quero de Trinca, en estos términos: “Betancourt enjuiciaba duramente dicho evento al que consideró… como una instancia más en la pugna… entre Washington y Moscú. Objetaba que la OEA se reuniera en un país cuyo gobierno provenía de un golpe de cuartel y que además, había desconocido el resultado electoral de 1952. A la ilegitimidad del régimen, se agregaba la ofensa a los principios democráticos establecidos en la Carta de la OEA, pues existían en el país, miles de secuestrados políticos y rígida censura de prensa. En su criterio Betancourt argumentaba que la Declaración de Caracas obedecía a los intereses norteamericanos en su lucha contra el comunismo y nada se decía de los otros totalitarismos y de la lucha librada en Latinoamérica entre democracias y dictaduras” (10).
La digna actitud del gobierno costarricense de no participar en la Conferencia, y, además, su invariable disposición de darle asilo generoso a los desterrados venezolanos, provocó la ira del despotismo caraqueño. Una demostración de esa ira, es lo que nos cuenta Betancourt: “Un día de junio de 1954, aviones militares venezolanos volaron sobre la desprevenida ciudad de San José. En todo el país no había un solo cañón antiaéreo, y el desmilitarizado Gobierno de Figueres ni siquiera contaba con una avioneta. Impunemente pudo violarse el espacio aéreo de Costa Rica y llevarse a cabo la hazaña ignominiosa: toneladas de panfletos pornográficos, con dibujos y leyendas obscenas, fueron lanzados sobre la ciudad” (11). La decencia es una palabra que nunca figuró en el diccionario de la dictadura, que, adicionalmente, comete sus fechorías con un descaro que no esconden, sino que gozosamente lo exhiben.
La caracterización de la dictadura perezjimenista la hace Rómulo Betancourt en estos términos: “El complemento lógico de una retrogradación tal en las costumbres públicas es el predominio cada vez más acentuado de la policía política sobre el Gobierno. Más que militarista, es policíaco el Estado que se está perfilando en Venezuela. La Seguridad Nacional y su Jefe, Pedro Estrada, dominan casi todos los resortes del Estado. El propio Ejército ha pasado a ser un prisionero virtual del vasto aparato de espionaje, delación, torturas y asesinatos creado por la policía política…El jefe de esa policía recuerda y aplica la técnica de Fouché, sin que alcance su estatura, ni menos esté sirviendo a un Napoleón. Aquella que consistía en servirle diariamente al Jefe del Gobierno el plato excitante de un complot descubierto, o de un atentado terrorista impedido por la eficaz acción de las pistolas de sus subalternos. Y cada uno de esos ‘descubrimientos’ significa uno, o varios hombres de la resistencia democrática, liquidados fríamente” (12).
En ese mismo año de 1954 en que Caracas fue sede de la X Conferencia Interamericana y se dio libertad a parte de los presos políticos, la dictadura no cesó en su tarea macabra de asesinar o desaparecer opositores, o en la no mortal, pero sí también grave y repudiable, de detenerlos o agredirlos físicamente. El 13 de marzo, mientras los delegados de la Conferencia deliberaban en el Aula Magna de la Ciudad Universitaria, fue detenido y desaparecido el líder sindical Luis Hurtado Higuera; el 10 de junio es asesinado en Barranquilla (Colombia) el teniente León Droz Blanco (a él le tenía pavor Pérez Jiménez que estuviese libre, porque era considerado como uno de los mejores tiradores al blanco que había ganado medallas en el concurso mundial de tiro al blanco, realizado en Helsinki); y el 9 de diciembre el historiador Mario Briceño Iragorri (que escribía contra el régimen y había sido diputado electo a la Asamblea Constituyente de 1952, falseada por el fraude electoral), cuando entraba a oir misa en la Iglesia de la Concepción en Madrid, “fue derribado a golpes de porra por un desconocido”, según informó la Associated Press, quien, relató Briceño después de recobrar el conocimiento, le dijo “esto es a cuenta de lo que debes”.
A pesar de todo eso y muchas cosas más, por veleidades de una diplomacia complaciente, en ese año de 1954 Pérez Jiménez recibe la Gran Cruz de la Legión de Honor, de Francia, y la Legión al Mérito, de Estados Unidos.
Continuaremos el análisis en el próximo Collage.
Notas:
1- Rómulo Betancourt. Antología Política. Volumen Sexto. Fundación Rómulo Bertancourt. Editorial Ex Libris. Caracas, 2004. Pág. 69-70.
2- Rigoberto Henríquez Vera. “De la tiranía a la democracia”. Volumen II. Ediciones Centauro. Caracas, 1989. Pág. 118.
3- Rigoberto Henríquez Vera. Obra citada. Pág. 123.
4- Rigoberto Hemríquez Vera. Obra citada. Pág. 126.
5- Rómulo Betancourt. Obra citada. Pág. 72.
6- Rómulo Betancourt. Obra citada. Pág. 159.
7- Rómulo Betancourt. “Venezuela, política y petróleo”.Fondo de Cultura Económica. 1956. Pág. 851.
8- Mirela Quero de Trinca. Antología Política. Volumen Sexto. Fundación Rómulo Betancourt. Caracas, 2004. Pág. 41.
9- Manuel Vicente Magallanes. “Acción Democrátia Partido del Pueblo”. Ediciones Adeven. Caracas, 1993. Pág. 65.
10- Mirela Quero de Trinca. Obra citada. Pág. 43.
11- Rómulo Betancourt. “Venezuela, política y petróleo”. Fondo de Cultura Económica. 1956. Pág. 568.
12- Rómulo Betancourt. Obra citada. Pág. 571-572.
Nota de Actualidad: Las Protestas
Una población empobrecida (el 96%, según Encovi), con la sobrecarga adicional de la debacle de los servicios públicos y la falta de gasolina, toma espontáneamente las calles en ciudades grandes y pequeñas del país. Aquí y ahora, una implosión social, incubada en la pésima gestión de un régimen que está escribiendo su propio obituario, asoma su rostro. Ni siquiera el encierro obligado del coronavirus impide que, cada vez con más frecuencia, la gente salga al aire libre a tronar su descontento. Para las crisis, no hay talanqueras.
Al día 28 de este mes, el dólar en el mercado paralelo se había trepado a los 440.727,86 bolívares, es decir, que el salario mínimo mensual de los venezolanos es menor a un dólar, mientras el salario integral apenas sobrepasa al dólar en unos centavos. Con ese insignificante y vil salario es que los venezolanos tienen que enfrentar la mayor hiperinflación del mundo. Es como la pelea entre quien tiene un puñal y otro que tiene una ametralladora en sus manos. Cabe preguntarse para qué sirve un salario mínimo de 400.000 bolívares si se tiene en frente una Canasta Básica Alimentaria que, según el Cendas-FVM, en agosto sobrepasó los 91 millones ochocientos mil bolívares .El hambre y la muerte por inanición vuelan como espectros terroríficos por sobre la cabeza de los habitantes de esta tierra caída en desgracia.
Si lo sumariamente escrito arriba no fuera razón más que suficiente para las protestas que parecen estar en trance de un proceso de de incremento, lo que sucede y cada día se agrava en el espacio político es también una razón, no menor, para que las protestas, en vez de aminorar, alcancen diapasones mayores. Al demoledor informe de la Misión Internacional Independiente de Determinación de Hechos de las Naciones Unidas, conocido el 16 de septiembre, sobre los “crímenes de lesa humanidad” cometidos por el actual régimen, se ha sumado ahora la actualización, el pasado 25 de septiembre, del informe de la Alta Comisionada, Michelle Bachelet, sobre la situación de los derechos humanos en Venezuela.
He aquí, también sumariamente, los señalamientos: en barrios marginales, como resultado de los operativos de seguridad, desde enero a agosto de este año, se han registrado más de 2.000 muertes; tras ejecutar a las víctimas ya neutralizadas, “los cuerpos de seguridad las roban y manipulan la evidencia para presentar los hechos como un enfrentamiento”; restricciones in crescendo a la libertad de expresión, incluyendo la aplicación de la Ley Contra el Odio; la insolencia electoral que se esculpe a martillazos de fraude para el próximo 6 de diciembre; la existencia de presos políticos, privados “arbitrariamente de libertad por ejercer sus derechos”; y, no faltaba más, la represión de la actividad que da título a la presenta nota, las protestas, por los bajos o casi invisibles salarios y pensiones, la catástrofe de los servicios públicos y por llevar el país en la frente la contradictoria diadema de ser un país petrolero sin gasolina.
Por ahora, nada más. La dictadura jadea, pero sigue.