Capriles va a la entrega
La oposición venezolana al régimen corrupto y cruel de Nicolás Maduro está atravesando uno de sus peores momentos debido a la decisión de un grupo de políticos venezolanos de concurrir a la farsa electoral anunciada para diciembre de este año.
Entre este grupo se encuentran viejos practicantes de la política como Claudio Fermín, oportunistas como Henri Falcón y su pandillita, uno que otro líder joven como Stalin González (¿no se podrá cambiar el nombre?) y, ahora, un líder político muy importante, Henrique Capriles, quien fuera candidato presidencial, en elecciones “ganadas” por Nicolás Maduro ante la inercia del derrotado.
Existe ya un grupo muy activo de actores de reparto y de comparsas en el drama político venezolano que pide concurrencia a elecciones, como un quid pro quo al “gesto’ de Nicolás Maduro de otorgar “indultos”, término que no aplica, ya que se trata de personas inocentes que él mantenía en prisión sin razón y sin juicios legales e imparciales.
Este movimiento, si se puede llamar así, representa un trágico ejercicio de anti-liderazgo por parte de venezolanos que no comprenden cuál es su verdadero papel frente a un régimen que ha cometido los mayores crímenes de la historia contra el pueblo venezolano. El verdadero papel debe ser la rebelión, de acuerdo a la Constitución vigente y, más importante aún, de acuerdo a principios y valores morales de rango universal. Quienes hoy se sientan a la mesa con Nicolás Maduro, sabiendo lo que su tutor Hugo Chávez y él han llevado a cabo contra el país y su gente, son colaboracionistas.
Al actuar así algunos de estos personajes han pensado, quizás de buena fe, que están llevando a cabo un acto de liderazgo, sin pensar que el impacto de sus acciones puede ser muy negativo. Hitler, Stalin (el soviético, no González), fueron líderes pero sus liderazgos carecieron del componente ético.
Todo verdadero liderazgo tiene un propósito moral.
Los objetivos del verdadero liderazgo deben estar alineados con los principios y valores que los seres humanos reconocen como universales. El liderazgo orientado a la obtención de poder no es genuino, como no lo es el liderazgo basado en la transacción con el crimen para lograr beneficios personales. Es probable que Mao y Gandhi comenzaran sus respectivas actuaciones compartiendo los mismos objetivos de bienestar y libertad para sus pueblos, pero el ejercicio del liderazgo y sus valores personales los llevaron a muy diferentes resultados. Mao se convirtió en un férreo dictador y opresor de su pueblo, causando la muerte a millones de sus compatriotas. Gandhi llevó a su pueblo a la independencia y fue visto como un héroe, no como un tirano. Mao y Gandhi representan los polos opuestos del liderazgo, uno, el falso liderazgo basado en el poder y, el otro, el verdadero liderazgo basado en los principios.
El objetivo último del liderazgo verdadero es el empoderamiento de los ciudadanos para lograr su bienestar, su democracia y su libertad. Para empoderar a sus seguidores el verdadero líder debe tener el coraje moral para no conducir a sus seguidores por atajos, sino mantenerse en el camino de los principios y los valores, aunque este sea el camino más largo y esté plagado de dificultades.
Para sentarse a hablar con el criminal régimen de Maduro y, peor aún, con la intermediación del dictatorial régimen de Turquía, se requiere abandonar los principios. Venezuela necesita salir de Maduro, sí, pero no solo salir de Maduro sino la extirpación el sistema que lo ha colocado en el poder. Negociar con Maduro hace inevitable hacer concesiones a un régimen cruel, asesino, corrupto, inepto, narco y de lavado de dinero.
Por ello validar la farsa electoral de diciembre le permitiría a Maduro afianzarse en el poder. Estratégicamente es un error, moralmente es inaceptable.
El verdadero liderazgo no se basa solamente en buenas intenciones sino en una comprensión cabal de las consecuencias de la acción. Negociar con dictaduras, con criminales, con ladrones y narcos es darle al país un ejemplo de inmoralidad que desanima a los buenos ciudadanos. La misión última de líder es formar ciudadanos que estén dispuestos a arriesgarlo todo para que no se instaure en el país un régimen como el de Chávez o de Maduro, no aprender a negociar con ellos.
La acción del verdadero líder debe estar orientada a inspirar a los seguidores a mantenerse fieles a sus principios, debe ser didáctica, enseñar que los principios y los valores son más importantes que el pragmatismo y el aprovechamiento de las rendijitas que puedan abrir los criminales.
Capriles ha equivocado su papel, eligiendo un camino transaccional cuando su verdadero camino debe ser transformativo. No se trata de hacer posible un producto mixto bueno-malo, limpio-sucio, una mezcla que deje a la sociedad un poco mejor, pero que la acostumbre a coexistir pacíficamente con el crimen.
Eso sería transarse. Se trata de transformar, de crear una sociedad en la cual el crimen no tenga participación.
El verdadero líder construye un edificio moralmente luminoso, no un burdel feliz.