Reflexiones sobre la unidad
De la insólita discusión sobre votar o no votar el 6 de diciembre próximo, pasamos a un nuevo debate con relación a la unidad rodeada de mucha hipocresía. El país opositor ha estado comprometido con la ruta trazada por la Asamblea Nacional a principios del año pasado pasado. Es decir, el cese de la usurpación, la formación de un gobierno de emergencia nacional y la elecciones generales libres, incluyendo las presidenciales por supuesto. Juan Guaidó asumió la presidencia de la Asamblea y fue designado Presidente (e) de la República con la misión de hacer cumplir el esquema trazado gracias al entendimiento entre los factores enfrentados al régimen.
Con el objetivo establecido, cada grupo o liderazgo individual, con su propia estrategia avanzaría en la misma dirección, de acuerdo a las normas básicas del pluralismo democrático. En el camino se han distorsionados algunos aspectos básicos del problema. Negociaciones y entendimientos, abiertos unos y encubiertos, han empañado el panorama desaprovechando la enorme oportunidad que ofrece un régimen que está haciendo agua por todas partes, pero decidido a no abandonar el poder bajo ninguna circunstancia.
Sin embargo, el régimen ha sabido jugar sus cartas con la complicidad de sectores tenidos como opositores que por ignorancia, comodidad o complicidad traspasaron la raya de lo aceptable. Todos conocidos y a la vista.
No es fácil hacer un juicio definitivo sobre la personalidad y la labor cumplida por Guaidó. Creo que el balance es positivo aunque no perfecto. Hemos avanzado. Cierto que la usurpación no ha cesado, pero el apoyo de unos sesenta países del mundo, de la mayoría de la Organización de Estados Americanos, de las Naciones Unidos, de la Unión Europea, de más de veinte expresidentes y líderes del continente, paremos de contar, y más del ochenta por ciento de rechazo a los usurpadores dentro del país, le dan legitimidad y soporte a su trabajo. Por supuesto que se pueden señalar errores, algunos serios, por acción y por omisión, pero en general, el balance es positivo.
Pero lo cierto es que el primer objetivo planteado no se ha logrado hasta ahora. Resulta inaceptable desviarnos hacia un debate sobre votar o no votar el próximo 6-D. No son elecciones presidenciales. De ellas no depende la permanencia de Maduro y su combo en el poder, sino todo lo contrario gracias al fraude constitucional y legal, en todos los aspectos, que condiciona estas parlamentarias. El que se preste a ello es cómplice de lo peor.
Estoy comprometido con las posiciones claras de María Corina Machado. También con la Consulta Nacional que se propone, siempre y cuando Guaidó y la Asamblea Nacional la asuman y tengamos la garantía real de poder ejecutar los resultados. De esto no saldremos “por las buenas”
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