Niños de Beirut sufren trauma tras la potente explosión: AP
La potente explosión que arrasó Beirut la semana pasada afectó especialmente a niños que ahora como el resto de personas en Líbano están traumados.
Bed Itani de 3 años, jugaba con sus bloques de Lego cuando la explosión rompió unas puertas de vidrio de su casa. Sufrió una herida en la cabeza y cortes en sus pequeños brazos y piernas, y lo llevaron a urgencias, donde estuvo sentado entre otras personas que sangraban, relató AP.
“Cuando llegué al hospital, lo encontré sentado en un rincón en la sala de urgencias, temblando al ver a personas gravemente heridas a su alrededor, la sangre goteando por todo el piso”, contó su madre, Hiba Achi, que en el momento de la explosión del pasado 4 de agosto estaba en el trabajo y había dejado al niño a cargo de su abuela. “Ahora odia el rojo. Se niega a ponerse sus zapatos rojos”, dijo Achi añadiendo que Abed insiste en que los lave.
Según Save the Children, unos 100.000 niños se vieron desplazados de sus hogares y muchos de ellos están traumatizados.
“Cualquier ruido le hace saltar ahora. Ya no come bien”, señala Achi. “Era un niño feliz, muy sociable. Ahora, no habla con nadie”.
Joy Abi Habib, experta en salud mental de Save The Children, apuntó que los menores traumatizados pueden reaccionar de forma diferente. “Los dolores de cabeza, las náuseas, la enuresis y los problemas digestivos son síntomas físicos que los padres tienden a pasar por alto. Se vuelven dependientes y extremadamente alerta”.
Otro niño, Ricardo Molaschi, de 6 años, estaba de visita en la casa de sus abuelos en Beirut con su padre italiano y su madre libanesa. Cuando ocurrió la explosión, un vidrio que salió volando le causó un corte. Su abuelo, Kazem Shamseddine, murió. El niño ha sufrido estallidos recurrentes de ira hacia quién provocó el incidente. “Quiero ponerlos en un volcán y dejar que exploten”, dijo.
La psicóloga Maha Ghazale, indicó que el trauma puede repetirse si los niños están expuestos a las noticias y a conversaciones de adultos sobre lo ocurrido. “Los niños son resilientes, pero un trauma no procesado puede llevar a un aumento de la ansiedad y a problemas de comportamiento, se convierte en parte de su vida y puede conducir más tarde a mecanismos de afrontamiento negativos”.