Malos y buenos gobiernos
Todos podemos reconocer a un mal gobierno debido a los problemas comunes de una ciudad: servicios públicos, seguridad, aseo urbano, vialidad, entre otros. Sin embargo los peores gobiernos no son aquellos que simplemente descuidan sus obligaciones sino aquellos que haciendo o no sus deberes lo hacen a espaldas de la ciudadanía.
Un gobierno local que asfalte una vía, alumbre una calle o que repare unas canchas deportivas a simple vista pudiera ser calificado como un «gobierno aceptable», aunque hay algo más profundo que esto.
Cuando un gobierno administra los fondos públicos con hermetismo, aunque los gestione con posible honradez no puede ser calificado completamente como un «Buen Gobierno»; aunque una gestión puntual construya obras públicas que de una u otra manera beneficien a la ciudadanía, pero lo haga sin rendir cuentas a los ciudadanos, tampoco puede ser ponderado como un Buen Gobierno.
Es decir, el mal gobierno es aquel que es corrupto, despilfarrador, incompetente, y también aquel que aunque sea competente y eficiente no sepa empoderar a sus vecinos.
El gobierno debe ser transparente en sus procedimientos, participativo en la toma de decisiones, dispuesto a la colaboración y contraloría ejercidas por la ciudadanía, premisas básicas para un Gobierno Abierto y en consecuencia de un Buen Gobierno.
Como dice el viejo refrán: «la esposa del Zar no solo debe ser virtuosa, sino que debe aparentarlo»… Entendemos por lo tanto que un gobierno eficiente lo es de cara a la sociedad, un gobierno honesto no hace nada a espaldas de los ciudadanos y un gobierno íntegro le habla con la verdad en todo momentos a sus ciudadanos.
En la actualidad son pocos los gobiernos que logran unir todos los factores necesarios para ser calificados como «buenos», no obstante el proceso de aprendizaje colectivo, en el cual se está creando una cultura democrática y transparente entre los gobernantes, además de una alta comprensión ciudadana de sus derechos y deberes en la cosa pública, están permitiendo avanzar en la construcción de una nueva era de mejores relaciones en el binomio Gobierno-Ciudadanos.
El buen gobierno pleno y total aún no es una realidad, aunque en Europa y en Estados Unidos se ha avanzado mucho en el tema; el gran reto en América Latina es dejar atrás los dogmatismos empolvados de una vieja forma de hacer política que desplaza por doquier el protagonismo ciudadano. Y, esta tarea no debe ser de unos pocos, sino de todas nuestras sociedades.
Para ello se deben lograr dos puntos iniciales: 1. El ciudadano no debe endiosar a un gobierno con el simple hecho de cumplir con su responsabilidad, y menos si las cumple omitiendo la voz, los ojos, y la participación de la sociedad; 2. El ciudadano no debe dejar todo el trabajo sobre los hombros de los políticos, el vecino de una ciudad tiene un papel que jugar y un deber que cumplir.
Cuando el ciudadano comprenda que su participación es vital lograremos democratizar y mejorar a nuestros gobiernos; y solo cuando los gobernantes entiendan que el buen gobierno es la unión de hacer las cosas bien al lado de la sociedad podremos decir que lograremos un Buen Gobierno para nuestros municipios.
@malemalaver
Miembro de la Directiva Nacional del Colegio de Ingenieros de Venezuela