Lo bueno, lo malo y lo desconocido…
Los procesos de transición de cualquier naturaleza- políticos, económicos, corporativos, individuales – tienen un orden. Los hechos determinan las consecuencias. No lo contrario. En términos éticos Nietzsche [genealogía de la moral] nos dice que la mutación de lo bueno y de lo malo obedece a una lógica del resentimiento (malvado) contra los valores naturales o nobles de un momento. Un episodio, un derroche de voluntad [inseparable del poder], un hecho, enciende el cambio. Pero ese hecho, ese episodio, esa voz encendida, viene precedida de una acumulación de resentimientos que pulsan “el levantamiento de las castas”, la denominada rebelión de los esclavos contra los señores. Es la llegada de la nueva moral, del nuevo orden…
De Gómez a Betancourt. De lo malo a lo bueno
Juan Vicente Gómez representó el fin del positivismo criollo-autoritario transicional. Un mal, un gendarme necesario. Gómez puso fin a montoneras, y bochinche. El valor de la libertad o de la igualdad aún no eran suficientes para negar la vida. El “resentimiento democrático” iba en crecimiento. Las castas dominantes entre guerreros y sacerdotes aún dominaban la impotencia de los empobrecidos quienes permutaban paz, orden y trabajo por aspirar poder, libertad y derechos.
¿Cómo superar ese estado de indigencia que no demanda libertad a cuenta de abnegación o privilegios? La cultura judeocristiana del espíritu, de la consciencia humana razonable e inteligente que se antepone a la jerarquía del poder de los nobles, produce un juicio de valor “evolutivo” [lo bueno y lo malo – Gut und Böse] donde existe otra vida después de la muerte. Y quien dispone es Dios. Ese sentimiento de liberación es el factor de racionalización colectiva que cuestiona el estatus quo, se rebela al opresor y conduce a la reforma.
Gómez, aunque taita redentor, no era Dios. Vino a darle “sentido a la vida” a través de “paz y orden”. Pero la libertad, la voluntad de poder de los débiles, de las masas, del pueblo, fue minando el sentido moral del gendarme. El nutriente de la cultura occidental que alimenta nuestro instinto [y nuestro espíritu] y hace que los pueblos justifiquen su vida, su alegría, su propia prosperidad, de la llegada de un mesías a tierra de gracia. Mientras ello ocurre [o no], la naturaleza “del resentimiento” pulsa nuevos movimientos…
En esa espera, la crueldad, la pena y la culpabilidad nos inmola y nos inmoviliza sobre la base del “castigo merecido”. Es aquí donde la razón sufre un segundo momento y se rebela a cualquier Dios. Vivimos un nuevo momento transicional de lo cósmico a lo ciudadano.
La ilustración [igualdad, libertad, fraternidad] retomó su empuje a principios del siglo XX, con el fin de los mandamases. El eurocentrismo greco-romano, socrático, aristotélico, platónico y Justiniano, reemerge para darle un nuevo sentido a la vida: el valor de la democracia y la libertad. La generación del 28 asumió ese liderazgo. Una nueva transvaloración de lo malo a lo bueno…
López Contreras abre las puertas del pensamiento institucional no censitario. Medina -primer soldado de la democracia- es derrocado en medio de un proceso de maduración del voto directo y universal. Gallegos paga las consecuencias de las secuelas del orden uniformado. Pérez Jiménez bebe de la prosperidad petrolera y de un proceso de urbanismo, educación y bonanza irreductible, prorrogando la “justificación” del hombre de sable, bota y sota. Y llega Jóvito -el hombre de la transición democrática- que capitaliza Betancourt. Comenzaba un nuevo ciclo bueno: La democracia.
De Betancourt a Chávez. De lo bueno a lo malo
La victimización vicaria que aún vivimos [de Tijuana a la Patagonia, no es sólo nuestro] es el resultado de procesos de reflujos históricos que hemos tratado de superar a través de la cultura del perdón, de la contrición con propósito de enmienda y la conmiseración. La democracia de la vieja Atenas, el gobierno del pueblo por el pueblo y para el pueblo, viene a convertirse en un “gobierno de los justos” que implica un acto de profunda inclusión y transformación. Ya no son los nobles, guerreros o sacerdotes en el poder. Ahora es el ciudadano y el pueblo cuya voluntad demanda poder político.
Desde un punto de vista genealógico, el Pacto de Punto Fijo fue un gran acto de redención política. Duró mientras perduró la percepción de bueno; en la medida que la democracia daba sentido a la vida, porque en ella había oportunidades, libertad y progreso. El puntofijismo se hizo bipartito y estrecho cuando nació un nuevo resentimiento devenido de la exclusión, el rechazo, el olvido, la indiferencia, y, en fin, la negación de la otredad.
El deterioro y la banalización agitaron la cultura del resentido. Y llegó Chávez desatando todos los demonios. ¿Reconocemos y asumimos tal responsabilidad?
De Chávez al nuevo orden. De lo malo a lo desconocido…
El chavismo-madurismo será la causa de su caída. Una nueva era de liberación será consecuencia de un proceso de profunda valoración ética. La pregunta es si hemos construido los elementos de convicción ética, cívica y grupal que nos lleven a ese nuevo ciclo de convivencia. No es tarea de un hombre. Es una misión inmensamente colectiva y cultural. No basta salir del régimen. Es salir también de nuestros propios atavíos y prejuicios. Y seremos buenos…y libres.
@ovierablanco
Embajador de Venezuela en Canadá