La última dictadura de Europa
Hay que atreverse a mirar a los bielorrusos, un pueblo lejano y desconocido hasta hoy. Algo muy importante está pasando en ese país, que nos ofrece un aprendizaje desde ese remoto espacio donde habitan cerca de 10 millones de personas, la tercera parte de los que vivimos en Venezuela.
Bielorrusia está situada en Europa Oriental. Formó parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) hasta 1991. Limita al norte con Lituania y Letonia, al este con la Federación de Rusia, al sur con Ucrania y al oeste con Polonia. La capital es Minsk. El 25 de agosto de 1991, Bielorrusia se declaró independiente. Tras la disolución de la URSS obtuvo su independencia. Aleksander Lukashenko ha sido presidente del país desde 1994 en forma ininterrumpida. Durante su presidencia ha implementado políticas propias de la era soviética, la anulación de la propiedad privada, la propiedad estatal de la economía y la represión contra los movimientos opuestos a la sovietización.
En 2020 se realizaron unas elecciones calificadas como fraudulentas por parte de la Unión Europea. Esta situación ha generado una protesta de los bielorrusos frente a la entronización de Aleksander Lukashenko, reacción que ha sorprendido al mundo por sus innovaciones.
Los analistas coinciden en caracterizar el movimiento de los bielorrusos como libre de determinismos, carente de objetivos rígidos, capaz de avanzar y retroceder con flexibilidad, sin esclavizarse ni dejarse extorsionar por ningún mantra.
Mientras Lukashenko repite viejas consignas autoritarias y discriminadoras al proclamarse como presidente de un Estado que según su concepción solo existirá mientras él sea presidente, enfrenta una líder femenina Tijanovskava, quien pone en entredicho su expresión sobre las mujeres: “La vocación de las mujeres es adornar el mundo, y la de los hombres, proteger este mundo y a las mujeres”.
En la protesta frente al denunciado fraude electoral se reconocen cuatro estrategias de lucha:
1. Unidad férrea en torno a su líder Tijanóvskaya, van a la lucha, a votar como sea, aun conscientes del fraude totalitario que se cierne sobre sus cabezas.
2. Convierten el proceso electoral en un campo de lucha, frente al control militar e institucional del régimen. No se trata de ganar elecciones sino de abrir el campo de batalla frente a Lukashenko y ocupar las calles una vez difundido el fraude,
3. Reclaman con fuerza la repetición de elecciones lo cual significa que Lukashenko estaría forzado a reconocer el fraude y podría ser invalidado para las próximas elecciones. “No habrá otras elecciones hasta que me maten”, dijo esta semana el “eterno” presidente bielorruso ante un grupo de obreros de Minsk que reclamaban nuevos comicios presidenciales.
4. Concitan el apoyo internacional. Ya cuentan con el apoyo de la Unión Europea que ha decidido dar su respaldo a las aspiraciones de los bielorrusos.
Indudablemente, los bielorrusos enfrentan grandes peligros. Es una incógnita saber si las fuerzas armadas se atreverán a perpetrar un genocidio tal como ocurrió en Tiananmen, China. Igualmente se desconoce la reacción de Vladimir Putin. ¿Qué hará frente al desafío de este socio, subordinado hasta ahora? Intervendrán los tanques rusos como en la primavera de Praga ¿Los militares permanecerán fieles a Lukashenko u oirán como en Bolivia los clamores de sus ciudadanos?
Para los venezolanos la experiencia en este lejano país es vital. Lleva a reconocer que las luchas por encontrar la libertad han variado en las últimas décadas. No existe el silencio cómplice de los países vecinos y de la comunidad internacional Si los pueblos reaccionan, el mundo responde. Las estrategias de lucha han variado. Nada es secreto. Los medios de comunicación han materializado la aldea global. Todo el mundo sabe que en Venezuela hay más de 384 presos políticos. Conocen cómo mataron a Fernando Albán y en cuáles condiciones están presos Requesens y Leopoldo López.
La flexibilidad en el enfrentamiento a la dictadura por Bielorrusia es una buena nueva. Hoy se puede detectar una abrumadora mayoría de países que han logrado derribar dictaduras, sin violencia ni invasiones extranjeras, mostrando unidades sólidas y capacidad de enfrentar los gobiernos dictatoriales por caminos distintos a los tradicionales. Los bielorrusos se declaran una sociedad pacífica, condición que les permite desafiar el régimen que los ha dominado desde el momento de su independencia, manteniendo una obstinada e inquebrantable presencia en las calles y demostrando en sus actos públicos el repudio a la autocracia.
La unidad de los ciudadanos tiene en esta época una manera clara de mostrarse a través de los medios sociales. Las protestas no pueden silenciarse ni ocultarse con represión, es por el contrario la divulgación de los medios represivos lo que se expande por el mundo.
Al final de la lección bielorrusa quedan temas claves para los venezolanos. La necesidad de una unidad férrea en torno a objetivos compartidos superando las parcialidades y los egocentrismos, como plantea Guaidó. La valorización flexible de todos los escenarios de lucha. No hay instrumentos deleznables si todos están de acuerdo en su aplicación. Los mantras rígidos no funcionan porque la realidad los devora o los reordena. Lo que vale es la capacidad y el afán de interpretar políticamente las realidades. El pueblo bielorruso decidió votar en medio de una institucionalidad corrupta, bajo la mirada represiva de Putin y sabiendo que Lukashenko había declarado que prefiere la muerte antes de abandonar el poder. Hoy están en pie de lucha contra la última dictadura de Europa como un estandarte por la libertad.