Hija de un paciente aislado, a El Tequeño: Si no se hubiese ido la luz mi papá estaría vivo
Gabriela, hija de un paciente que estuvo aislado por coronavirus en Hospital Victorino Santaella, narró a El Tequeño, sus últimas horas de vida y aseveró que sino se hubiese ido la luz estaría vivo.
Gabriela narra que su papá decidió realizarse una prueba de despistaje para covid-19, la cual resultó negativa. Sin embargo, se siguió sintiendo mal y a los días ella también comenzó a enfermarse. Después de unos exámenes médicos resultó ser que tenían dengue. «Yo realmente logré recuperarme rápido, pero mi papá siguió empeorando a tal punto que tuvo que ingresar al hospital el sábado 01 de agosto por una fuerte dificultad para respirar».
Lo ingresaron al hospital y le colocaron un respirador. «Mi mamá y mi hermana durante una semana tuvieron que llevarle comida y agua (porque ni eso le daban en el hospital). Las enfermeras y médicos nos comentaban que mi papá iba mejorando, en comparación a como había llegado».
Desde la habitación del hospital donde estaba aislado, enviaba notas escritas donde expresaba lo bien que se sentía, «de hecho él llegó con 62 de saturación y el sábado ya tenía 94. La prueba PCR salió positiva, sin embargo aún no le daban, ni aún nos dan, los resultados de la prueba de hisopado».
El sábado 8 de agosto a eso de las 6:30 p.m., gran parte de Los Teques se quedó sin luz, incluyendo el hospital y el sector donde vive Gabriela. «Nos cuentan los trabajadores que la planta del hospital funciono sólo 2 horas y la luz se fue aproximadamente 20 horas. La situación dentro del hospital se convirtió catastrófica, los pacientes gritaban a oscuras (los pacientes se encuentran solos), los niños lloraban y el poco personal corrían por todos lados. Mi papá en medio de esto entró en pánico, empezó a gritar y el desespero se apoderó de él. Los médicos intentaron estabilizarlo, pero alrededor de las 11:00 p.m a mi papá le dio un paro respiratorio; si la luz no se hubiera ido o mi papá acompañado, la historia fuera otra», lamentó.
Gabriela, su madre y hermanas se enteraron de la muerte de su papá el domingo en la mañana cuando fueron a llevarle el desayuno, el personal dijo que les había enviado un mensaje, sin embargo por el tema de la luz los teléfonos no tenían buena señal y nunca les llegó nada. «Está demás contarle el resto, el dolor que sentimos es inexplicable. Aún no me creo que a mis 18 años perdí a mi papá. No pudimos despedirnos, no pudimos verlo. El adiós que le pude dar a mi papá fue mientras trasladaban su cuerpo al lugar donde iba a ser cremado».