Doña Blanca
Ha muerto Doña Blanca. La mujer que resistió con valor y dignidad el ataque de las fuerzas golpistas en 1992 en La Casona, acompañada solamente por una tía anciana, su hija Carolina, que es ciega, y dos de sus nietos pequeños. Mi amigo Pedro Berroterán escribió en su muro de Facebook que “fue valiente cuando debió serlo… “¡Si a usted le faltan pantalones, a mí no!”, se le oyó gritar durante el asedio a La Casona en 1992. Rendirse no estaba en sus genes”. Y claro que no estaba en sus genes: era tachirense. Cuando Mario Iván Carratú, jefe de la Casa Militar, le pidió que abandonara La Casona, se negó rotundamente. Y desde la madrugada participó en el auxilio de los heridos, sin importar a qué bando pertenecían.
Esa misma mujer visitó a sus vecinos para constatar los daños a sus propiedades, y se ocupó personalmente de que les fueran canceladas las reparaciones.
Cuando fue Primera Dama en la primera presidencia de su marido, Carlos Andrés Pérez, fue víctima de burlas. Como toda burla, éstas fueron exageradas, necias y, sobre todo, sin sentido. Decían que era “campuruza” (como si ser “campuruzo” fuera malo, cuando ella nació más de la tercera parte del país lo era) y encima, era mentira: su familia era una de las más notables de Rubio, Estado Táchira. Sin embargo, ella las sobrellevó con humor, paciencia y dignidad. Y esa misma dignidad con la que llevó su vida, acabó con aquellas burlas.
Asumió su trabajo frente a los Hogares de Cuidado Diario y frente a la Fundación del Niño, como sus antecesoras –y luego sus predecesoras- lo hicieron. Porque si algo bueno tuvimos en Venezuela, fueron Primeras Damas… hasta 1998.
Doña Blanca pasó por la humillación en mayo de 2013 de que Nicolás Maduro se negara a firmarles el pasaporte a ella y a su hija Carolina, quien estaba ciega a consecuencia de un cáncer y debía viajar a Estados Unidos para seguir un tratamiento. Pero eso no la amilanó. Como buena gocha resistió ésa y otras injusticias.
Después de su paso en la primera oportunidad como Primera Dama, fundó el Banco de Sillas de Ruedas, Bandesir, que ha ayudado a tantísimos venezolanos necesitados de un apoyo para movilizarse y así, tener una segunda oportunidad.
Su vida personal la mantuvo contra viento y marea fuera del dominio público. Pasó por la pena de ver morir a su hija Thaís. Se armó de valor para acompañar a su hija Carolina en su lucha contra el cáncer y contra su ceguera. Sufrió estoicamente la cárcel de su marido, el exilio, allanamientos…
Ha muerto una venezolana valiente. Ha muerto una venezolana buena. Y, sobre todo, ha muerto una venezolana digna. Gracias por todo, Doña Blanca. La recordaremos con admiración y con cariño.
@cjaimesb