Del asediado comprador mirandino
«Y sabe lo que me dijo: me dijo que si no me daba vergüenza estar protestando …, que lo que tenía que hacer era irme de aquí con mis hijos gusanos, que era padre de gusanos y no sé cuántas coas más» Leonardo Padura («Vientos de cuaresma»)
Poco importa la calamitosa situación de la economía y de la tan cacareada seguridad alimentaria de la nación. La usurpación ensaya en el estado Miranda el obligado turno para la compra de la inalcanzable canasta básica de los alimentos.
El decreto es difícil de implementar con el rigor aspirado. Pero constituye parte del poderoso asedio contra la población suficientemente angustiada.
Quien se queda en el país debe soportar tan inhumano acecho del poder establecido. O simplemente irse.
El Covid-19 es una muralla que ya impide desplazarse y refugiarse en otras latitudes. El régimen es de chantaje y humillación.
Quien se haya ido es el gusano del larguísimo cuento cubano. Suficiente ofensa para el comprador mirandino que no quiso o no pudo irse.