De la Casa Amarilla a la caza roja
Los países democráticos cuidan su política exterior y su buena imagen. Así fortalecen los intereses generales. Una estructura diplomática bien formada puede lograr mucho en el contexto mundial.
Hace más de un siglo la Casa Amarilla es la sede de la cancillería venezolana. En 1810 fue nombrado como ministro de relaciones exteriores Juan German Roscio, abogado, periodista y escritor, redactor del acta de la independencia y de la primera constitución del país. Representación excelsa del civilismo nacional.
Es larga la lista de cancilleres de notoria actuación. En el año 1941, deslumbró La política exterior venezolana, bajo la estela creadora del Doctor Caracciolo Parra Pérez, quien desplegó una valiosa memoria histórica que hoy sigue vigente en la reserva intelectual del país.
Representante de la generación del 28, Andrés Eloy Blanco, poeta, abogado y humorista, llevó su sabiduría y donaire el mundo diplomático. Respetado por su obra, puede calificarse como un canciller universal.
La Galería de grandes Diplomáticos en la historia del país es extensa: Marcos Falcón Briceño, Ignacio Iribarren Borges, Simón Alberto Consalvi, Zambrano Velazco, Morales Paul, Tejera Paris, Burelli Rivas. Muchos que dieron lo mejor de si en la representación del país ante el mundo.
Con el surgimiento de la tiranía la Casa Amarilla ha sido destartalada en su capital humano que tanto costó formar.
La UCV creó la carrera de Estudios Internacionales que investiga la complejidad mundial del pensamiento en política exterior. Da cuenta de la fluidez de esta política, la Doctora Raquel Gamuz Gallegos, en su obra “Bibliografía comentada sobre la política exterior de Venezuela. El siglo XX (1936-1989)”.
En la comisión de estudios de postgrado (CEAP) de la UCV han formado generaciones, estos maestros, que cualquier país de primer mundo desearía contar. Son extraordinarios académicos: los doctores Elsa Cardoso de Da Silva, Mirna Yonis, Vilma Petrash, Félix Arellano y el escritor prodigioso Francisco Zuniaga, entre otros.
El castrochavismo acabó con la tradición venezolana de mantener una política internacional de alto contenido científico. La Casa Amarilla se convirtió en sede de todo tipo de ignorantes, de terroristas y colectivos, destruyendo un legado de siglos, basado en el aprendizaje y en las técnicas requeridas para abordar un mundo cambiante y en constante ebullición.
Estos representantes del comunismo causan vergüenza en los organismos internacionales y para sorpresa del mundo diplomático, son filibusteros carentes de la más mínima formación y apego a las reglas de cortesía. Quien se desempeña allí ha sustituido al propio usurpador, egresado de la escuela de cuadros cubana y a Delcy Gate, egresada del odio y la confusión mental. El triste papel que desempeña “la diplomacia” venezolana, es servir de lleva y trae a la defensa del testaferro del usurpador. Un canciller como correo de un personaje acusado de crímenes por terrorismo, droga y causante de la hambruna del país. Por cierto, sin éxito alguno. Ubicados en su sitio por las decisiones judiciales en Cabo Verde.
En verdad no es un canciller. Es un guachimán, como ya acostumbra esta tiranía, que ahora escogió a un ignorante como director de salud en El Poliedro. Son narcotiranos, cazadores rojos de la escuela criminal del foro de Sao Pablo.
PD. El papel literario de “El Nacional” rinde homenaje al gran pensador venezolano Dr. Asdrúbal Batista, científico mundialmente reconocido, que fue ejemplo intelectual en el mundo. Su sabiduría y sencillez visitaron las aulas del saber, dejando una estela de grandeza universal. Tuve oportunidad de ser su alumno en el postgrado de la ULA y guardo el recuerdo de un gigante del pensamiento.