Covid-19 y el crecimiento de las ciudades – regiones
El año 2020 ha estado marcado por una pandemia global, el Covid-19. Aunque aún se encuentra en pleno desarrollo, no cabe duda de que su impacto perdurará en el tiempo. Para algunos como una tragedia personal vivida a través de la muerte de algún ser cercano, para otros como una experiencia de sobrevivencia y adaptación, y para todos al menos como una referencia de un momento histórico de alcance global.
Más allá del plano personal, existe consenso en que esta pandemia podría traer consigo transformaciones importantes a nivel social, como por ejemplo a través de un desacoplamiento de la economía del mundo con respecto a China y por lo tanto un reacomodo del sistema de comercio global.
En el plano de las relaciones internacionales aún es muy pronto para determinar el impacto real del Covid-19, y mucho menos de las transformaciones que traerá consigo. Frente a esta incertidumbre una buena manera de aproximarse a los escenarios futuros es a partir de la identificación de ciertas tendencias previas, desde las cuales se puede prever si estas se acelerarán o, por el contrario, se detendrán o retrocederán. De estas tendencias hay al menos cuatro que ya se venían dando: la desaceleración del comercio global; el retroceso democrático en varias regiones del mundo; el desequilibrio económico entre regiones geográficas; y, las mayores presiones ambientales.
Las cuatro tendencias antes mencionadas son fuerzas que van en sentido contrario. La gran tensión entre estas cuatro tendencias es que mientras la globalización ya venía frenándose y se iba dando un retroceso democrático, el mundo necesitaba abordar de manera integral dos problemas fundamentales: la desigualdad socioeconómica (entre países, y entre personas) y los retos ambientales. Estas dos problemáticas sólo se pueden abordar de manera efectiva desde una perspectiva global, sin embargo, en los próximos meses la tendencia parece ser la de un desacople económico global liderado por Estados Unidos dado su conflicto con China, junto con el retroceso democrático en general.
Dentro de este contexto hay una quinta tendencia aún poco evidente pero que está cambiando las bases del sistema mundial: el ascenso de las ciudades – regiones. Hoy en día 300 ciudades del mundo concentran cerca de la mitad del Producto Interno Bruto (PIB) del planeta, y han representado más de 60% del crecimiento de éste en los últimos años. Este hecho es fundamental para proyectar lo que pueda ocurrir durante las próximas décadas, marcando una tensión entre el sistema internacional centrado en torno a la figura del Estado y un sistema alternativo cuyo eje sean las ciudades – regiones, y en especial los vínculos entre estas a través del intercambio de bienes, traslado de personas, e inversiones.
En ese nuevo entorno América Latina está rezagada con respecto a Norteamérica, Europa y Asia. De las 300 ciudades que, con mayor poder económico a nivel mundial, sólo 14 están en América Latina. De esas, seis están en Brasil, tres en México, y una por país en Argentina, Perú, Colombia Chile y República Dominicana. Así, en un mundo cuya base sean las ciudades, en América Latina los dos polos con mayor fuerza son Brasil, básicamente con un sistema de ciudades que giran en torno a Sao Paulo, y México con el triangulo de Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey. El eje andino Bogotá – Lima – Santiago pudiera tener un desarrollo importante, pero es poco probable que se convierta en un polo con fuerza.
Este escenario deja a decenas de ciudades, y miles de personas, al margen de los polos de desarrollo. Esto no significa que no tengan un rol, pero su papel sería como periferia o semi – periferia, es decir como clústeres vinculados a alguno de los polos con mayor fuerza. También es cierto que si hacen bien las cosas pueden pasar a ocupar un rol de mayor relevancia. En el nuevo sistema internacional el tamaño de la población y el territorio juegan un papel menos importante que factores como el poder financiero, la tecnología, y en general la capacidad de generar valor. Sin embargo, para embarcarse en esa ruta la tarea primordial, y la de mayor dificultad, es trascender el modelo centrado en el Estado.
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