28 años de “El Venezolano”
El 24 de agosto de 1992 Oswaldo Muñoz funda, junto a su equipo, “El Venezolano”. Desde su nacimiento se convirtió en el medio de comunicación de referencia de la comunidad de habla hispana y el más importante dentro de la comunidad venezolana, convirtiéndose en noticia obligada.
“Al principio éramos muy pocos aquí (en Miami) y yo tenía un programa de radio que se llamaba Venezuela en Positivo, que sirvió para unificarnos en una Cámara de Comercio y resaltar los logros de lo que se hacía acá. Ocho meses después nació El Venezolano”, narró Muñoz. “Al principio todo fue inclinándose, pero varios obstáculos se opusieron”. Incluso, pensó en la opción de cerrar el semanario. Eso fue en el año 1995 cuando arrecia la crisis económica en Estados Unidos y seguidamente, en el año 1996, hubo problemas cambiarios en Venezuela. “Después las cosas cambiarían positivamente”.
Hoy, 28 años después “El Venezolano” es una empresa de empuje, que sigue creciendo, que todos los días se está reinventando para que los clientes y los usuarios tengan un mejor servicio y puedan hacer uso de esa plataforma informativa que a través de las redes se encuentra regada por el mundo.
Llega a Miami, “El Venezolano” y sale “El huracán Andrew”
Ese mismo día 24 de agosto llegó el Huracán Andrew a Miami, uno de los ciclones más destructivos que hayan impactado a los Estados Unidos el siglo pasado. Afectó la península de la Florida y el sur de Luisiana, dejando el caos y la incertidumbre con pérdidas de más de 26 mil millones de dólares.
El ciclón salió horas después. Han pasado los años y Oswaldo Muñoz, sigue con su tesón y empeño al frente del rotativo y la plataforma, librando otra gran batalla. Llegaron para quedarse.
Oswaldo nació entre los relámpagos y las centellas del Catatumbo
Una noche lluviosa de relámpagos y centellas provenientes del Catatumbo que se reflejaban en el Lago de Maracaibo, don Rafael Muñoz (+) salió raudo y veloz a buscar a la señora Cipriana, que era la comadrona (la partera a domicilio) porque su esposa doña Rosa Ramírez de Muñoz (fallecida recientemente), tenía contracciones.Los dolores eran fuerte y sentía que la barriga grandísima iba a estallarle. Es así como en una casa del sector Tierra Negra en Coquivacoa, Santa Lucia, Maracaibo Estado Zulia, Venezuela, el 14 de octubre de 1952 nació Oswaldo Julio Muñoz Ramírez, el noveno de los hijos de don Rafael y el tercero de los de doña Rosa (Oswaldo, que es un aficionado al beisbol, dice que su papá tuvo dos administraciones, los primeros seis hijos son de la liga nacional y los otros seis somos de la americana).
Estudió primaria y secundaria en el “Gran Mariscal de Ayacucho”, se graduó de biólogo en la Universidad del Zulia (LUZ), de donde fue profesor. Está casado con Isabel Muñoz “La Nena”, actora principal de los proyectos editorial y televisivo, tienen dos hijos Oswaldo y Julio Cesar.
Se me fue Rosa, no pude despedirme de ella
El 16 de julio del año que avanza, Oswaldo Muñoz recibió uno de los golpes más duro de su vida, como lo fue la desaparición física, en la ciudad de Maracaibo, de su señora madre doña Rosa Ramírez de Muñoz. La pandemia de Covid-19 lo sorprendió en Miami, de donde aún hoy no ha podido desplazarse a ningún lado. Qué dolor y qué frustración no poder ir a Maracaibo a darle el último adiós a la mujer que tanto venera y quiere en su vida, de la que siempre en las tertulias de amigos tiene un chiste o una anécdota de ella. Recientemente me dijo: se me fue Rosa, no pude despedirme de ella, cómo lamento no haber estado cerca de ella en ese momento aciago, abrazarla y besarla como siempre lo hacíamos ella y yo. Apenas se abran los cielos, me monto en el primer avión a Maracaibo a visitarla, a pedirle la Bendición y compartir con mi familia. Quiero abrazarlos y besarlos a todos. Como siempre, iré a visitar La Virgen de La Chiquinquira “La Chinita”.
“Soy un aventurero, soy un soñador”
Corría el mes de febrero de 1991 cuando abordó un avión de American Airlines. La suerte estaba echada. Decidió con su familia cruzar los mares cuando Venezuela era próspera. Había negocios por doquier y muchas felicidades. No como ahora que los venezolanos se van, emigran por razones políticas, por hambre, buscando un mejor vivir y seguridad para su familia. Al respecto me comenta: “Yo no tenía mayor apuro en salir de mi tierrita. Ahí lo tengo todo. Me vine buscando un espacio, Siempre fui un aventurero, un soñador. Ahora aquí echamos raíces, tenemos la familia, los amigos y las empresas”. Realmente se ha ganado un respeto, ha hecho un nombre. Sus proyectos los ha hecho con venezolanos, por el periódico y la televisora han pasado casi todos los periodistas, locutores y artistas que se han residenciado en Miami, unos como trabajadores, otros como entrevistados.
Oswaldo siempre ha sido un hombre rápido y con olfato para los negocios. Un emprendedor. Es un maracucho que triunfó en su tierra antes de irse a Estados Unidos. Tuvo un circuito radial. Fue presidente de la Asociación de Béisbol Zuliano, gerente general de Gaiteros, profesor universitario, vicepresidente de la Liga Nacional de Béisbol y otros menesteres.
Oswaldo ha aprendido a querer tanto a Miami como a su Maracaibo. En reciente entrevista manifestó: “Quisiera que me recordaran como un maracucho auténtico como un venezolano que tuvo la osadía de salir de su país y creer en sus aspiraciones. Un venezolano que vino aquí a abrir un camino, un espacio, gracias a Dios y a La Chinita”.
“El Venezolano” en la Unesco – París
En mayo de 2017, en la sede de la Unesco en París, con motivo del aniversario de la “Organización de Periodistas Iberoamericano” (OPI), de manos de su presidente doctor Álvaro Martínez y su consultor Jurídico Mario Valdez (este escribidor) se le hizo entrega a Oswaldo Muñoz como representante del periódico “El Venezolano”, el pergamino de reconocimiento como “personalidad Iberoamericano del año”, junto a personalidades y periodistas de los principales medios de comunicación y cadenas informativas del mundo, tales como CNN, El País de España, El Tiempo de Colombia y otros importantes medios.
Igualmente, ha recibido muchos premios, reconocimientos y condecoraciones de diversas instituciones públicas y privadas.
Oswaldo es un hombre de mundo
Lo conocí hace mucho tiempo, pero la amistad vino por amigos comunes con los que en los últimos tiempos hemos compartido más, han sido muchas las mesas y escenarios en Caracas, Miami, Madrid, París.
En Miami, el restaurante Caffe Abracci durante mucho fue la peña de encuentro, donde concurrimos a la buena tertulia casi a diario después de las jornadas de trabajo, los venezolanos Oswaldo Muñoz, Guillermito González “Fantástico”, Carlos Méndez, Saúl Campanella, Carlos López, Miguel Sierralta, Carlos Tablante, Jesús Ollarves, entre otros.
En Caracas le gusta el Jazz y el saxofón de Víctor Cuicas en el Juan Sebastián Bar, ahí lo encontraba con Tablante en amena conversación.
Oswaldo es un regionalista, hace muchos años me regaló una estampita de la Virgen de la Chiquinquira “La Chinita”, con esta leyenda: “Yo nací en esta Rivera del lago Coquivacoa, fue mi cuna una canoa y mi techo una palmera”.
Oswaldo y Guillermito “Fantástico”
Mención aparte merece Guillermito “Fantástico” González, su inseparable amigo, compañero de ruta, de viajes. Era frecuente encontrarlos en Miami, en Madrid, en París, en Caracas, siempre juntos. Afortunadamente tuve la dicha de compartir buenos momentos con esos galones, como decía el Guille. Le sorprendió la muerte en Madrid, ninguno de nosotros, sus amigos pudimos darle el último adiós y acompañar a Gloria Valderrama, la fiel y consecuente pareja y compañera de Guillermito, por lo menos en los últimos 15 años. Me comentaba Oswaldo: “nos hará falta en el Ten Con Ten, en casa Lucio, en la tarde de toros, en la puerta 59 del Santiago Bernabeu, Abracci, La Castañuela, Punta Grill”. A la distancia despedimos al amigo. Afortunadamente mi hija Alba Marina compartió con él y con Gloria unos días antes del encierro obligado por coronavirus. Me llamó al celular y me dijo: “aquí estoy desayunando con Gloria y mi sobrina, contándole anécdotas tuyas”. Hablamos unos minutos y ansioso, como una ráfaga, me preguntó por Toco Gómez, José Eduardo Baralt, los amigos. Les confieso que le escuché la voz, no era la misma, no era la chispa, al cerrar el celular no aguanté la presión y, como un niño se me salieron las lágrimas, lo mismo que me pasa ahora cuando escribo estas letras.
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