Walter Martínez debe callar y renunciar
Legalmente, VTV no está obligado a transmitir Dossier aunque Walter Martínez tenga un contrato. Es más, VTV puede dar por terminado el contrato cuando le dé la gana sin dar justificación porque es un canal del Estado y el espectro radioeléctrico es un bien público administrado por el gobierno a través de los entes respectivos: ministerio de comunicación, Conatel, VTV, etc.
El derecho de un trabajador de la TV, o de cualquier otra área, está por debajo de la potestad del Estado de dirigir el espectro radioeléctrico porque el mismo es de interés nacional, de carácter estratégico y compromete la seguridad del Estado. Más aún con un vigente decreto presidencial de emergencia.
Dicho esto, queda claro que nadie tiene un argumento jurídico, ni una norma constitucional, ni legal que lo ampare para exigirle al Estado que lo ponga o restituya un programa de televisión. Por lo tanto, pretender tal restitución sólo puede atribuirse a una total ignorancia del Derecho o peor aún, al dolo. (Quiero creer en la primera hipótesis).
Lo único jurídicamente exigible (lo que se puede reclamar) es el pago de sueldo y/o indemnización según los términos del contrato preexistente. Si el trabajador afectado actúa de buena fe y con sensatez, procederá por los canales regulares, tales son: primero la conciliacion con el ente contratante, y, a falta de acuerdo, la inspectoría del trabajo y los tribunales laborales.
Esta clara y contundente aclaratoria jurídica la publico como Doctor en Derecho Constitucional, ex consultor jurídico general del ministerio del trabajo, ex inspector nacional del trabajo pero sobre todo como abogado revolucionario históricamente parcializado al interés de los trabajadores.
Políticamente, yo no puedo exigirle a los altos funcionarios del gobierno que me quieran, que me valoren, que aprecien mi trabajo y tomen en cuenta mis aportes al interés nacional, al proceso bolivariano y a la defensa de la patria. No puedo molestarme ni amargarme si ellos no ven el valor agregado que se deriva de mi labor, inclusive si dan crédito a groseras calumnias en mi contra o hechos no comprobados.
La alta burocracia tiene la absoluta potestad de escoger a sus amigos, a sus colaboradores y a sus empleados. Y aunque sus decisiones en esta materia no nos parezcan las mejores, ni las más justas, ni las más meritocráticas, ni provistas de agradecimiento; esas son las decisiones del alto poder revolucionario y la potestad del Estado (jerarquía) no se discute, salvo impulsando una nueva Constitución o apoyando un cambio de poder. Cuidado con lo último. Leales siempre, traidores nunca.
Hablo aquí en primera persona y me pongo como ejemplo, aprovechando mi condición de ex productor y ex conductor de un exitoso programa de televisión nacional. Lo hago así, para no herir la sensibilidad de terceros. Son muchas las cabezas que han rodado recientemente en la TV y la semejanza de los casos llama poderosamente la atención. Pero ello será tema de otro análisis.
Yo salí de la TV sin oponerme y sin protestar, incluso sacrificando mi derecho constitucional a la presunción de inocencia por lealtad al gobierno revolucionario. Acepté las consecuencias de un escándalo mediático que se usó como «presunción de culpabilidad» basado en un hecho nunca comprobado y que más bien fue falsamente fabricado para sacarme del espacio mediático y político, ya que por varios años se intentó frenéticamente apartarme del camino pero ninguna de las tantas de bajezas intentadas, prosperaron. Estuve en el ojo del huracán televisivo, colaboré a la causa chavista sin esperar premio ni reconocimiento del alto poder, todo lo hice por amor al pueblo de a pie y por ese pueblo me sentí amado. Tengo paz sin estar en TV y hago revolución desde otros escenarios. Pasé por todos los canales de TV y fueron miles de mensajes recibidos. Cumplí un ciclo mediático que me satisfizo. Nunca creí poder durar tanto al aire porque sabía de mi carencia de apoyo político fuerte, la misma situación que Walter Martínez vive hoy cuando denuncia repetidamente en Twitter y videos que se le niega acceso físico a su antiguo sitio de trabajo.
Humanamente, me permito darle un consejo.
Señor Walter Martínez, justificado en que una vez usted me mandó un e-mail opinando sobre mi desempeño como figura pública. Le digo: puede gustarme o no gustarme su programa, su omnipresente teleprompter, o lo que sea, pero por mi ética socialista, yo jamás haré leña de un árbol caído, por esto, respetuosamente le recomiendo que deje de tuitear imprudencias que son «autogoles». Cese su protesta visceral en redes sociales y sus acusaciones no comprobadas contra altos funcionarios de la Patria.
Le sugiero callar y renunciar al espacio mediático. Tal acto de desprendimiento lo reivindicará ante la historia. Le aconsejo total resignación a la voluntad del Estado de que Dossier no esté en pantalla, por su propio bien (yo sé muy bien lo que le digo). No le regale a sus potentes enemigos (ante ellos, usted es políticamente minúsculo) una excusa perfecta para que lo tachen de contrarrevolucionario y ególatra, o que le infiltren a sus íntimos y los usen en su contra.
No le facilite a esas potencias que lo «aplasten», ya no sólo mediática y laboralmente como usted mismo ha denunciado haber sido «aplastado», si no que ahora ejecuten su «aplastamiento» como persona en todos los ámbitos de su vida.
Sálvese.
Quede usted a la historia de la TV como un valioso colaborador del internacionalismo revolucionario que mansamente pasó a retiro en circunstancias polémicas – que así lo recuerde el pueblo de a pie. Piense que podrá servir a la revolución desde otra trinchera. En definitiva, nadie nace con un programa de TV debajo del brazo. En la revolución, todos somos necesarios pero nadie es indispensable.
Una sola pregunta final: Walter Martínez, ¿dónde estuvo su protesta pública cuando censuraron o botaron a otros colegas?
jesusmanuelsilva.blogspot.com