La nueva ola autoritaria: El Rapazo…

Opinión | julio 1, 2020 | 6:28 am.

Samuel Huntington en su trabajo sobre las olas democratizadoras experimentadas globalmente (1991), nos ilustra el conjunto de transiciones de regímenes autoritarios a democráticos: 1) El reemplazo o proceso de cambio cuando la oposición política hace sucumbir al régimen autoritario; 2) La transformación, que que es básicamente un acuerdo de élites, y el 3) El transplazo», combinación de transformación y reemplazo al decir de Herbert Koeneke (2010), “cuando el gobierno y la oposición han actuado conjuntamente para concretar el cambio».

Pero también nos habla de procesos de reconversión de democracias a autocracias. Veamos…

Las olas democráticas y autoritarias

Vale destacar la simbiosis de “democracias autoritarias” y “democracias electorales”, en las cuales a pesar de existir libertades ciudadanas o elecciones populares se recurren a medidas de control de estado para “garantizar bienestar social”.

Tenemos en el caso de Singapur a Lee Kuan Yew, hombre fuerte de ese país, que entre 1981 y 1990 experimentó un crecimiento promedio de 6,3% del PNB. Lee Kuan Yew justificó las restricciones a la libertad como un mecanismo indispensable para el rápido crecimiento económico. Sin embargo debió admitir [Lee Kuan] según comenta Koeneke en su trabajo sobre libertades políticas y ciudadanas (2010) “que una vez alcanzados ciertos niveles de industrialización, de educación y de urbanización, se debe permitir la participación ciudadana y la instauración de mecanismos de representación política”.

Hemos estado tres veces en Singapur desde el año 2003. Hemos sido testigos de la evolución económica y el desarrollo integral de esta nación ubicada casi en el mismo paralelo [tropical] de Venezuela, por lo que desmitifica que en territorios cálidos no existe desarrollo sustentable. La modernidad, la educación, la seguridad ciudadana, la salud y la pulcritud de sus infraestructuras, todo enmarcado en una rigurosidad del respeto a la ley a ritmo de cadena perpetua en caso de corrupción, o penas capitales en caso de tráfico de drogas, han llevado a Singapur-una pequeña isla septentrional-a ser uno de los países con mayor ingreso per cápita, un territorio que no posee riqueza alguna y “hasta el aire” tienen que arrendarlo para contrarrestar la calima.

Venezuela fue un caso inverso a las olas de Huntington. La coalición democrática fue reemplazada por la ola autoritaria con fachada electoral de Hugo Chávez. Una población hastiada llevó a que el golpe de Estado del 4F contra CAP en 1992, fuese “aplaudido” no sólo por las masas sino por intelectuales y notables empresarios, curas y académicos. Se gestaba entonces una ola de “transplazo” en Venezuela.

La clase política no le perdonó a Pérez distanciarse de ella; los notables vieron un mar de fondo donde bucear un nuevo régimen, y entre magistrados y medianoche, enjuiciaron más políticamente que jurídicamente, al hijo ilustre de Rubio.

Comenzaba una ola retrógrada de desplazar una democracia ejemplar en la región a una revolución salvaje. Un fenómeno poco visto en el mundo e inédito en Latam, que parafraseando a Huntington lo llamaríamos la cuarta ola: “el rapazo”, un nuevo modo de saqueo autoritario.

Entre 1890 y 1925 el mundo vivió la mutación de monarquías, gobiernos feudales e imperiales a 30 regímenes democráticos. Entre la década de los 40 a los 60, pasamos de gobiernos militares y fascistas a más de 30 democracias. Y de los 70 a los 90 (Brad Roberts 1990), hemos vivido más de 35 transformaciones democráticas tras la muerte de regímenes unipartidistas, militares y presidencialistas.

La Venezuela de Hugo Chávez fue el retorno a un autoritarismo electorero además muy peculiar: rentista, expropiador, centralizador de los medios de producción, militarista y ansiosamente populista (Cf. García Larralde, 2008; Krauze, 2008; Martín, 2005; Mires, 2007; Oppenheimer, 2005; Romero, 2009). Nunca se había visto en Latam un régimen involutivo-gendarme que de la mano de su sucesor, conduzca a un país a los niveles de pobreza, ingobernabilidad, violencia y miseria que ha vivido venezuela en 4 lustros.

Singapour al revés

Decíamos que impedir el arrebato de la democracia o lograr su restitución depende de una convicción ciudadana que entiende «que en democracia se vive mejor”. ¿Hemos aprendido la lección? ¿Es el Estado de Derecho la respuesta per se a una alternativa autoritaria? ¿Lo es el capitalismo liberal? ¿La democracia da de comer?

Terry Lynn Karl ha cuestionado la tesis que la vigencia del Estado de Derecho conduce automáticamente a la expansión de la participación ciudadana activa y al fortalecimiento democrático. Normalmente los reformistas privilegian sus posiciones y son las clases bajas las que sufren de las regulaciones o desregulaciones. Esa desigualdad estuvo presente en las reformas de la Venezuela de 1989 y el “Caracazo”.

Guillermo O´Donnell habla de un círculo virtuoso democrático que no ve con claridad “la virtud” de la igualdad. Y pronto nacen cuerpos regulatorios que favorecen a los “círculos virtuosos democráticos”, cunas profundas de peligrosas desigualdades (Karl, 2004). A partir de ahí los reemplazos, las transformaciones; los trasplazos o los rapazos, prosperan y el afán ciudadano termina siendo una ilusión.

Al decir de la quietud, aún deshojamos margaritas en el mar de fondo….

@ovierablanco