El buen profesor y otros temas blasfemos de la educación en Venezuela (II)
Un estudiante no vale una nota. La nota misma es un fetiche. La nota como tal debería abolirse. Hay otras maneras para determinar la «calidad» de un estudiante pero nos vamos por lo más fácil y convencional. Las metas cumplidas son una búsqueda personal. No somos rebaño.
En realidad los docentes maltratadores son gente muy miedosa y llena de frustraciones y traumas inconfesables. Requieren esparcir sus propias miserias anulando a la mayoría de los estudiantes que puedan. Y los estudiantes, en su mayoría, son presas fáciles y vulnerables también.
¿Quién hace las tareas de verdad cuando tenemos a nuestros niños y jóvenes en la escuela? La mamá en primer lugar y a veces el padre, cuando lo hay. Sin éste apoyo el niño nunca haría las tareas y sería otro fracasado más, y lo que es peor, desde una edad muy temprana.
Para que un sistema escolar funcione bien tiene que haber el vínculo entre los padres del estudiante, la propia escuela y el ámbito vecinal y comunitario en que se ubican e interactúan. Y el pacto no es otro que el bienestar social y formar a ciudadanos útiles y de provecho.
La educación escolar debería hacer énfasis en los deberes y las responsabilidades más que en otra cosa. Y el trato respetuoso y bueno entre los que participan en el proceso formativo. Luego está la fraternidad no en un sentido platónico sino en el de la solidaridad real.
La verdadera escuela no es la escuela. La verdadera escuela es el hogar y la familia. El éxito educativo pasa porque el estudiante tenga un hogar libre de carencias materiales y mucho bienestar espiritual. Sólo así podrá aspirar al éxito escolar.
Tengo un refranero del Libertador y en uno de ellos dice que: «Uno de los mayores males del hombre es no tener carácter». Y nuestra educación debería además de la «moral y luces» hacer énfasis en esto. Y el carácter sólo se educa desde la voluntad y libertad a través del respeto.
Alcanzar el auto conocimiento es la auténtica libertad, libre de apegos y los condicionamientos sociales que las escuelas y maestros con sus programaciones a cuestas terminan de imponer sobre los estudiantes como un lavado cerebral. Por eso nuestra educación es para ciegos.
El objetivo de la educación para un joven no es el conocimiento de materias y áreas, ni siquiera la doctrina religiosa y mucho menos la verdad. El verdadero objetivo es la búsqueda del auto conocimiento, el conócete a ti mismo socrático para decidir lo que más nos conviene.
Las escuelas terminan siendo, muchas de ellas, pequeñas cárceles que entorpecen los más altos fines educativos que se persiguen. Ni hablar de lo que aquí se conoce como la escuela pública venezolana. Llena de mitos y maldades que nadie se detiene a detener.
Cuando yo era estudiante a mí nunca me preguntaron si me gustaban las matemáticas: simplemente me las impusieron a lo bravo. Y así con el resto de las materias. Había que proponer y no imponer. Y así con todo el hecho educativo. Algo consensuado entre los docentes y estudiantes.
El protagonista absoluto de un proceso formativo es el propio estudiante: no el docente. El docente es sencillamente un factor de estímulo que va orientando y acompañando las opciones que en absoluta libertad el estudiante va escogiendo de acuerdo a su idiosincrasia e intereses.
Uno de los más grandes males de la escuela venezolana es que despersonaliza al estudiante, lo hace cosa, un ser anónimo. Y convierte al docente en un apego castrador. Basta colocar a un tonto con el título de docente y ya creemos que ese tonto es Dios y nos merece solemnidad.
El mayor mal que se le puede hacer a una persona es avergonzarla. Y esto es una práctica común de algunos docentes a quienes les gusta ridiculizar y marcar a algunos estudiantes que le caen mal o lo que sea. Y lo hacen de mala fe y ante todo el mundo. Son unos maltratadores.
¿Cómo es posible que nuestros estudiantes sean recibidos en la universidad como si se tratara de ir a la guerra? Una universidad es para disfrutar el mejor momento de la vida porque se es joven y lleno de ideales y sueños. Porque uno se enamora por primera vez y quiere creer.
¿Que busca el adulto en la universidad? Hacerse un hombre o mujer de bien. Y en los espacios universitarios tiene que haber la más grande libertad para cumplir con las metas académicas en un ambiente estimulante y con opciones culturales múltiples para todos los gustos.
¿Que busca el joven en el bachillerato? Buen trato y perfeccionar sus tareas en el dominio de la escritura, las matemáticas y hacer mucho deporte y muchas actividades extra escolares. Y que le ayuden en el tema vocacional para la universidad, esto es clave y se descuida.
¿Que busca el joven de los cursos de primaria? Buen trato y que les muestren sus profesores los ejemplos a seguir e imitar. Leer, escribir y hacer deportes es lo esencial.
El estudiante del preescolar: niños y niñas, ¿que buscan de sus maestras?: cariño y afecto. Más nada. Una compañía que a veces, y esto es muy frecuente, no lo tienen en sus hogares. Las maestras del preescolar en Venezuela terminan siendo madres y padres sustitutos.
Tenemos que acabar con la práctica de la guerra educativa. Un salón de clases es un espacio para el crecimiento espiritual desde la más grande fraternidad. Invertir esto y hacer que el estudiante sea reducido a una cosa y al que no se le trata bien es la causa de todos los males.
Un examen es algo serio. Y si el estudiante se ha matado por aprobarlo quiere que le den su nota lo más pronto posible. Si aprobó es una victoria que les llena de orgullo y satisfacción. Y si no lo hizo el profesor está obligado a explicarle dónde se equivocó para enmendar.
¿Saben ustedes como se acaba la piratería y terrorismo profesoral? Que los estudiantes no se parezcan a ellos. Destacar desde la excelencia como rutina y agruparse para protegerse. Ningún profesor pirata puede contra esto. Se vuelven unos guiñapos y les ponen 20 a todos.
Una vez entramos a un cubículo de profesores y abrimos una gaveta: salieron más de mil exámenes no corregidos. No solo algunos profesores hacen los exámenes para aterrorizar sino que ni siquiera se dignan a corregirlos y entregarlos oportunamente a sus estudiantes.
Una de las faltas y delitos más comunes de la práctica docente radica en los exámenes. El profesor sabe que esa es su «arma mortal». Que es ahí en la nota dónde puede controlar al estudiante y tenerlo a su merced. Y el estudiante acepta sumisamente el chantaje con tal de aprobar.
Pues ya es hora de empezar a calificar y evaluar los desempeños de los docentes abusadores (y los que hacen bien su trabajo) y que se valen de la impunidad para maltratar a los estudiantes. Y si se demuestra el dolo y la falta: removerlos ipso facto.
@LOMBARDIBOSCAN
Director del Centro de Estudios Históricos de la Universidad del Zulia