De la camaradería y otras cosas

Opinión | julio 28, 2020 | 6:22 am.

Quién iba a pensar que una simple palabra, como “cámara”, sirviera para designar tantas cosas. Van desde el más rudimentario de los instrumentos que se usaba en las plazas de los pueblos para hacerle fotografías a los lugareños: la “cámara de cajón”, hasta las muy soberbias e imponentes (algunas) donde se reúnen las personas escogidas en votaciones por los ciudadanos para que los representen. En los países serios son dos: la Cámara de Diputados y la Cámara de Senadores, también llamadas “Cámara Baja” y “Cámara Alta” — asimismo hay hasta “de los Lores”, pero esos son designados mediante digitación mayestática, no en comicios. Pero en los países de medio pelo, o los que son regidos por remedos de constituciones que sus respectivos regímenes violan todos los días (Cuba, Nicaragua y Venezuela, por ejemplo), solo hay una. Y ya ni “cámara” le dicen; de “hemiciclo” no pasa…

Entre los dos ejemplos, el de tomar fotos y el de tomar altas decisiones, hay otras: las cámaras de “comercio”; las “mortuorias”, también llamadas “capillas ardientes” en las cuales quisiéramos ver a más de uno de nuestros “amados líderes”; las que nosotros denominamos impropiamente “tripas” y que iban, ¿o todavía van?, por dentro de los cauchos y los balones de fútbol de antes; cámara de combustión; las “de combustión” que son las que tienen los motores de explosión, y donde se produce la ignición de los gases; las “de compensación”, que son las destinadas a facilitar el intercambio de cheques, pagarés, letras, etc.; y las “de gas”, que son de dos clases: las de los infames campos de concentración del nazismo y las de prisiones estadounidenses donde se ejecutan las sentencias de muerte. La locución adverbial “de cámara” designa a la música que toca una orquesta formada por un número reducido de músicos y que actúa en un recinto pequeño.

Hay, entonces, muchos tipos de “cámara”. Y todas tienen un mismo origen: la palabra latina camăra, que sirve para significar “recinto abovedado”. Notarán que todas las anteriormente mencionadas tienen algo en común. Se refieren a espacios, compartimentos, cerrados, y hasta herméticos.

Hay una “cámara” más, que he dejado de última porque es la que nos servirá para llegar a lo que implica el título de hoy; es la que existe en las instalaciones militares y navales y sirven para que el personal que no está de guardia haga sus comidas, comparta socialmente, descanse y hasta pueda dormir. Inclusive la palabra “camarero” se deriva de ese lugar y designa a quienes atendían. En las instalaciones militares en tierra se tiende a llamar “casinos” a esos lugares. Pero solo en Hispanoamérica, y de manera impropia.

En todo caso, de esa “cámara” es de donde proviene la palabra “camarada” con la que se designa a quienes, portando uniforme, se han mantenido juntos y en amistad por muchos años. El término es muy viejo y no solo se emplea en la lengua castellana. En portugués se dice igual; en francés, camarade; en inglés, “comrade”; y en alemán, Kamerad. Por cierto, «Alte Kameraden» (viejos camaradas) es el nombre de una marcha militar alemana del siglo XIX que se sigue tocando en casi todas las fuerzas armadas del mundo. Cuentan que su compositor se la llevó a su superior para que la aprobara y este le dijo: «ya tenemos suficientes marchas, arrójela al fuego!». Menos mal que no fue quemada, porque se ha convertido en una manifestación sonora de esa hermosa amistad o relación cordial que mantienen entre sí los buenos compañeros de armas en todas las naciones.

Hay una segunda acepción: para el ñangarismo, “camarada” significa “correligionario”, “copartidario”. Aun cuando nunca hayan comido o dormido en un mismo recinto… Es la traducción inexacta de un término empleado por los bolcheviques desde el comienzo de la Revolución de Octubre: tovarich. Yo me consuelo pensando que el término que les cabe es, más bien, “camarillero”. Porque frecuentemente su proveniencia es de una “camarilla”, entendiendo como tal a un conjunto de personas que complotan en secreto (pleonasmo intencional), desde locales cerrados, llenos de humo y malos olores, para tratar de influir subrepticiamente en los asuntos del Estado. O descabezarlo…

Tanto abusaron los rojos del término que ya casi no se emplea en ninguna institución militar. Excepto en China, Rusia y países así, que comulgan con el comunismo más primitivo. Y aquí, claro, pero solo entre los obesos generalotes criollos, que necesitan manifestar su perruna obediencia a los mandatos que reciben del G-2 cubano, son transmitidos por intermedio de Nikolai al padrino de cuatro soles y este los participa —recuerden que aquí todo es “participativo”…

En razón de eso, el vocablo que más se emplea es “compañero”. Que también es muy adecuado porque deviene del bajo latín compania; “cum” (con) y panis (pan). Etimológicamente, entonces, “compañeros” son «los que comparten el pan».  Entre otras acepciones, el mataburros incluye: “persona que se acompaña con otra para algún fin”; “cada uno de los individuos de que se compone un cuerpo o una comunidad, como un cabildo, un colegio, etc.”; “persona que tiene o corre una misma suerte o fortuna con otra” y “persona con la que se convive maritalmente”. En fin de cuentas, todas ellas saborean juntas el pan.

En estos tiempos difíciles de la nación y las familias necesitamos mucha camaradería, mucha amistad, para poder sobrellevar al mismo tiempo dos morbos: el originado en China y el conformado por la parranda de parásitos que nos chupan la sangre a diario. Cada uno más peligroso que el otro. En todo caso, no olvidar a Cicerón: “La primera ley de la amistad es pedir de los amigos cosas honradas, y hacer cosas honradas por los amigos”…

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