Nos toca a los ciudadanos
Si en algún momento la suerte del país ha estado en manos del ciudadano ese momento es ahora. El régimen ha montado un tinglado cuya lectura conduce casi irremediablemente a la abstención. Eso si el ciudadano no tuviera esa irreductible capacidad humana de decidir en última instancia cómo usar su indelegable voluntad de poder.
Cada una de las acciones del régimen han sido calculadas fríamente. Escoger un CNE cuya dirección esta en manos de los que sabotearon a la legitima AN. Intentar robarles a los partidos AD y PJ toda su estructura y símbolos. Amenazar a Voluntad Popular, en juicio amañado, declararlo organización terrorista. Destituir a Lady Gómez por no haber ejecutado obras cuyo s recursos nunca le entregaron. Si dos más dos suman cuatro esto tiene un propósito obvio: crear condiciones para que los venezolanos desechen la vía electoral, bajo un aparente disfraz de anti- crispación.
Esta estrategia coincide paradójicamente con la senda autodestructiva de los opositores que sólo atacan a los opositores, cual Marco Porcio Catón, aun cuando quienes estén recibiendo los leñazos del régimen son los partidos constituidos, sus dirigentes nacionales y locales, quienes ponen los presos y los asesinados. Denuncian a sus compañeros opositores como corruptos, vendidos y exigen a Maduro que se comporte como un demócrata, lo cual evidentemente no lo es. Algunos son abstencionistas medulares, nunca han propuesto nada distinto para la recuperación de la democracia que desatar una masiva abstención. Objetivo que en algunas oportunidades han logrado y nos han dejado a los venezolanos literalmente colgados de la brocha.
La suma de estos factores indica que hay un solo elemento decisivo que es muy difícil de manipular: la conciencia ciudadana. No es cierto que el hecho de haber fracasado en 29 ocasiones anteriores anula el derecho de elegir, ni que sea imposible esperar que los ciudadanos se sobrepongan a un ambiente tortuoso, donde el régimen pone piedras en el camino y las personas caen como títeres de un juego de marionetas.
Si los ciudadanos deciden jugar su rol, el ambiente político puede cambiar drásticamente, como repetía la depuesta Tibisay ante ciertos y restringidos público. Si la oposición decide votar en masa nosotros no podemos hacer absolutamente nada. Algunos alegaran, quizás el CNE no pueda, como confesaba la susodicha, pero un sector militar si puede, o el dictador puede intentarlo, o los cubanos, el ELN y cualquier otra mano peluda puede arremeter negando los resultados.
Si la gente decide votar, todo puede ocurrir: desatarse la represión; na vez más Maikel Moreno y sus caricaturas de jueces decretar lo que les dé la gana. Eso es posible. Pero también podemos abrir la mente y pensar: si salimos a votar ellos se verán obligados a trampear. Si no quieren reconocer los resultados que evidentemente les serian adversos, tendrían que cometer fraude, los podríamos obligar ante el universo entero a rasgarse las vestiduras e inventar con su TSJ, su sector de las FANB, cualquier infundio para desconocer los resultados. Podrían amenazar con sacar a la calle a La Piedrita y otros que los siguen.
Es decir, votar es una acto responsable de un individuo que sabe que está retando a un gobierno que antes de entregar el poder propaga la amenaza de volver cenizas al país.
Votar es un reto para el ciudadano que obliga a pensar que nos estamos metiendo en la jaula de los lobos. Maduro ha creado una hábil escenografía, una mesita que dizque representa la oposición, un CNE muy difícil de tragar, un tal rector Gutiérrez resultado de un canje por la entrega de AD a su hermano Bernabé, o la ratificación de la “dura” del anterior CNE como sobreviviente, la más chavista de todas. Esto sumado al nombramiento de un opositor al cargo más inocuo de la nueva junta. Al igual que nombrar presidenta a la mujer que orquestó el ataque contra la AN.
Si asumimos votar como un reto, creo que estamos verdaderamente desafiando al entramado chavista – madurista, a Cabello que jura por el socialismo. Es resquebrajar el piso al innombrable presidente del TSJ. Es votar y prepararse para el plan que ya debe haber formulado el G2 cubano para negar el resultado, asustarnos con la violencia de los colectivos y de los miembros de organizaciones antidemocráticas, votar y esperar el chaparrón de mentiras, represión y todo lo imaginable que puedan desatar.
Estas disquisiciones pueden parecer naifs, según afirman algunos opositores. La única alternativa es la fuerza, la entrada en comandita de países que quieran liberarnos u alguna operación como la que liquidó a Qasem Soleimani.
Creo posible, como afirma Emiro Rotundo, que acordemos una sola tarjeta unitaria, confeccionar planchas por consenso, integradas por personas idóneas, al igual que en 2015, ir en masa a defendernos y ratificar el mayor éxito opositor de estos 22 años de dictadura militar, ideológica y política.
El reto verdadero es votar y afrontar las consecuencias que pueden ser terribles. Peor es ver al país disolverse en la oscuridad, sin agua potable, en la miseria, en las cárceles, en infortunadas migraciones, con una infancia condenada y en todo lo que nos está ocurriendo, sin futuro. El desafío es votar. Burlarse de todas las trampas inventadas por los cubanos y después defender lo que ganamos, valientemente, respaldados por el mundo entero.