No es juego
Luego de tres meses de la llegada del coronavirus a Venezuela, y ante el escalofriante aumento, en las últimas semanas, del número de contagiados en nuestro país, tenemos que alzar la voz.
Más allá de flexibilización de la cuarentena o de perolatas por televisión, tenemos que sopesar con suma seriedad lo que está ocurriendo a nuestro alrededor.
Es más que evidente que la medida de cuarentena sin un programa de atención social integral e incluyente causó que los venezolanos levantaran la medida por sí solos.
Este fin de semana, por tan solo mostrar un botón, decenas de personas colmaban los pasillos del mercado municipal de Puerto La Cruz. Muchos sin tapabocas y otros usándolos en la quijada o dejando su nariz al aire libre.
Y ¿por qué esta actitud de los ciudadanos? ¿Desconocen la amenaza del virus? ¿no creen los datos que emanan de Caracas? Lo cierto, es que cuarentena con hambre no dura, y aislamiento con las nevera vacías no satisface los anhelos de los venezolanos.
Los comerciantes abrieron sus negocios porque tenían que trabajar para sobrevivir, y el ciudadano de a pie tomó las calles porque tenía que rebuscarse alguna entrada para llevar comida a sus casas.
¡Señores, quién puede exigirle a un padre que se quede en casa mientras sus hijos le piden comida! La decisión de la cuarentena fue la correcta, sin embargo nunca debió tomarse sin hacerla acompañar por medidas complementarias.
Cuando se le pidió al pueblo quedarse en sus casas, también se debió crear un mecanismos amplio donde se le hiciera llegar a cada hogar del país los alimentos y medicamentos que le hicieran falta, todo organizado a través del número de cédula de cada ciudadano y sin las exclusiones emanadas del llamado carnet de la patria.
Además, los llamados «bonos» que desde Caracas enviaban solo a los portadores del carnet de la patria ni siquiera pueden ser calificados como «pañitos de agua tibia» porque tales recursos eran completamente insuficientes, incluso para la compra de una paquete de leche en polvo.
Con sus estómagos vacíos y con la necesidad de la adquisición de medicinas, la ciudadanía con o sin miedo al Covid-19 se volcó a las calles a trabajar, rebuscarse y comprar los productos necesarios para su sobrevivencia.
Ahora, llamar a una radicalización de la cuarentena sin aplicar los mecanismos sociales necesarios serían asfixiar aún más a una sociedad que esta ahorcada desde el punto de vida económico, social y político.
Ustedes se preguntarán ¿qué propones tú, gobernador?. La respuesta es sencilla. Frente a la curva en ascenso de los casos de coronavirus en Venezuela se impera la vigilancia epidemiológica total, como política central para contener el avance y la verticalización de la pandemia en las estadísticas.
No se trata de flexibilizar cuando las vidas de los venezolanos están en riesgo, ni tampoco se trata de condenar a los ciudadanos a morir de hambre o por la falta de medicamentos. Este es el momento de exigirle a Caracas que desarrolle un real programa social que evite que el hambre cause más estragos en miles de hogares venezolanos.
Es hora que quienes están en las instituciones y los ciudadanos en general entendamos, de una vez por todas, que el Covid-19 no es un juego.