La sistemática destrucción de una memoria
No me agrada leer la noticia. Prefiero fijar la mirada en la fotografía. Es la imagen de un incendio. En el piso, regados por todo el espacio, se aprecia un tumulto de libros aún con el fuego entre sus páginas. Son rostros, cuerpos quemados. El humo deja ver poco y también, la foto no es muy nítida. Sigo buscando rastros de lo que queda de ese espacio, tratando de reconocer el sitio pero no puedo identificar nada.
Miro y detallo algo en el techo. Ausculto para ver si puedo identificar algún título entre los miles de libros chamuscados y quemados, pero todo es un amasijo negro de pura candela. Ya vencido, busco el encabezado de la noticia y un dejo de tristeza, de rabia y llanto contenido indica que es la Biblioteca Central de la Universidad de Oriente en su sede de Cumaná. Fue quemada en su totalidad en la madrugada. Me quedo silencioso mirando esa imagen que ya no identifico. Solo la memoria me queda para recordar la última vez que me acerqué, semanas antes de realizar mis trámites para solicitar me confirieran el título de maestría, en los años ’90.
No sé ahora ni qué decir ni qué escribir. Porque sé que muchos de mis lectores quedarán sorprendidos y otros más, atónitos frente a semejante acto de la pura barbarie humana. Sí, no fue un incendio casual ni por desperfectos eléctricos, es la continuación de una destrucción que se inició hace varios años y que tuvo su momento de tensión cuando unas hordas de la izquierda radical, afectos al partido socialista venezolano que detenta la hegemonía del poder total y totalitario, tomaron el pasado año las oficinas rectorales e impidieron a las legítimas y legales autoridades ingresar al recinto universitario.
Desde ese momento se aceleró, tanto el atropello contra las autoridades, personal docente, administrativo y de servicio, y estudiantes, como de la planta física. Desmantelamiento del mobiliario, robo a equipos y sustracción de material así como ocupación de espacios donde los bárbaros simpatizantes y militantes del régimen, sintiéndose protegidos y respaldados, cometieron y siguen realizando sus tropelías.
Esto que narro para nada debe considerarse un acto aislado cometido por el hampa común. La Universidad de Oriente representa para la cultura universitaria y la ciudadanía venezolana el símbolo de la derrota de la dictadura y la preeminencia de los valores de la democracia venezolana. Fue la primera institución que se construyó después que se derrotó la dictadura del militar, Marcos Pérez Jiménez, en 1958. He allí su importancia, además de ser la institución de educación superior más importante y relevante del Oriente venezolano. Significativamente trascendental para la vida de los ciudadanos pues ha contribuido a formar el personal profesional, fundamentalmente de los hogares menos favorecidos tradicionalmente, que ha desarrollado el sur oriente del país.
Con esta afrenta que de manera perversa, cruel, alevosa y planificada lleva a cabo el régimen socialista venezolano, se busca mutilar la memoria cultural y el saber de la población venezolana. Estos actos, si se revisa la historia sobre cómo han procedido otros regímenes socialistas (el nacional socialismo alemán en la era de Hitler, o el comunismo en los años de Stalín, o la revolución cultural en la era de Mao) se aprecia un mismo y exacto procedimiento para aniquilar todo rastro de memoria en la búsqueda del saber, la verdad y la libertad. Porque una biblioteca no sólo es un espacio lleno de libros y de visitantes, es, fundamentalmente, el reflejo de una nación y una ciudadanía cultas, que practican valores y principios y se saben y reconocen seres humanos libres en la promoción y divulgación de sus saberes ancestrales, decantados y fortalecidos. Razón tenía el pensador español, Miguel de Unamuno cuando afirmó que “El fascismo se cura leyendo”.
Al destruir las bibliotecas, como lo hicieron los nazis, se destruyen los objetos donde el saber está depositado, libros, revistas y demás documentos que registran el tránsito de una cultura. No puede verse este acto de primitivismo, de barbarie como aislado ni casual. Son ejecuciones estratégicamente diseñadas que tienen como objetivo detener el avance de los pueblos en su formación académica profesional, capacitación y actualización de sus saberes y conocimientos.
Las estadísticas del historial sobre la comunidad universitaria de esta institución indican que más del 80% de su población estudiantil, docentes, personal administrativo y de servicio proviene de los sectores sociales más pobres. Es una universidad republicana, pública, autónoma, democrática y liberal por tradición y práctica diaria de sus principios como Alma Mater (Alma Nutricia), donde todas las clases sociales de la región han hecho de esa institución la Casa más Alta del oriente venezolano.
Los actos vandálicos se continúan cometiendo para desmantelar los restos de la planta física de esa honorable institución. Queda únicamente la palabra, el registro de estos hechos ante la historia. Más allá de nuestros afectos, tristezas e impotencia para impedir semejante afrenta de crimen contra un ser vivo como lo es una universidad, queda el registro de estas notas para identificar a los responsables directos de esta barbarie, por acción directa u omisión: el régimen totalitario socialista-chavizta del carnicero de Miraflores y sus pillos.
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