La fugaz gasolina iraní
He renunciado a ti. No era posible
Fueron vapores de la fantasía;
son ficciones que a veces dan a lo inaccesible
una proximidad de lejanía
Andrés Eloy Blanco
Desde el inmenso y modernísimo complejo refinador situado al sur del nuevo mejor amigo persa, cinco valientes tanqueros partieron full de gasolina con destino a un distante país que, hasta hace pocos años, también fue petrolero, contaba – orgullosamente -, con una empresa de talla mundial concitadora de elogios y reconocimientos, ahora convertida en chatarra socialista por la ineficiencia roja – rojita.
Los navíos, como Reyes Magos que partieron desde Oriente, atravesaron golfos, mares, la mar océano, hasta después de largos, calurosos, atribulados y desasosegados días de vigilada travesía, llegar a las plácidas bahías de la caribeña Venezuela y descargar su negra epifanía.
Con rojos bombos y platillos, banderas iraníes ondeando en descuidados edificios gubernamentales, escoltados por mar y aire por destructores y aviones rusos de combate de las gloriosas legiones armadas nacionales, ubicados continuamente por radar, satélites y eficaces GPS, finalmente trasvasaron el precioso, maloliente, pero bienvenido destilado, eso sí, antes que todo, al desvergonzado tanquero de paternal procedencia que, ansioso, esperaba su cuota de solidaridad socialista (no sabremos cuántos barriles se destinaron a la no tan feliz Isla de la Felicidad), y a destartalados y precarios camiones cisternas criollos, que prontamente se dirigieron rumbo a las exhaustas, de bote en bote estaciones de servicio, donde los sufridos consumidores esperaban a los muy publicitados precios diferenciados – baratos para los que están conmigo y caros para los que están en mi contra -, satisfacer momentáneamente la plural sed de combustible de los vapuleados súbditos bolivarianos, que no es sólo de gasolina.
En un santiamén, como brizna de paja en el viento, como pasajero gas corporal en chinchorro, la gasolina iraní – poéticamente-, se hizo vapores de la fantasía, llegó y prontamente se fue. Se volatilizó, muy poquito duró. Correcorres ministeriales, ruedas de prensa, cadenas nacionales, una vez más denunciaron lo que todos saben: bachaqueo, acaparamiento, caminos verdes, bidones escondidos, mafias alborozadas, enchufados recompensados, revolucionarios más y más buchones, adelantaron su agosto para intermediar, beneficiarse, enriquecerse, – impunemente -, con la gasolina pretendidamente del pueblo y para el pueblo.
Como es de usanza revolucionaria la culpa siempre es de otro, ajena; el inepto y depredador gobierno revolucionario aducirá que fue el capitalismo al promover la Segunda Revolución Industrial, la verdadera madre de todos estos males vengativos e inmerecidos.
Señalarán que esa canalla infame y malvada revolución introdujo – innecesariamente -: nuevas fuentes de energía de mayor potencia: electricidad (de origen térmico e hidráulico) y el petróleo; nuevos conversores energéticos (motor de combustión interna, motor eléctrico); nuevos materiales (acero, nuevas aleaciones de metales, productos químicos y cemento artificial); nuevas industrias como la petroquímica, la electromecánica, electroquímica, automoción, industria de bienes de consumo duradero, y posteriormente la aeronáutica) transformación de procesos productivos (siderurgia, industria química).
La muy socialista Revolución Bolivariana del siglo XXI no pudo con la muy Capitalista Segunda Revolución Industrial del siglo XX
¡Paz a sus restos!