¿Ineludible deslinde?
Se está presentando con fuerza una discusión sobre las opciones de la oposición para salir de la crisis del país y de este régimen de oprobio. Claramente se perfilan dos opciones, que no son nuevas. Una es la vía que implica un proceso de negociación que desemboque en un proceso electoral; y la segunda es la conformación de una coalición internacional que despliegue una Operación de Paz y Estabilización en Venezuela.
Para decirlo en dos platos: una vía electoral y una intervención militar.
Sobre lo electoral, no voy a argumentar más de lo mucho que ya he argumentado. Iré de lleno sobre las objeciones. No se me escapa considerar que las condiciones actuales, en lo interno, la fuerza interna de la oposición no son las mismas que en 2015, cuando se ganaron los 2/3 de la AN; aparte de otras consideraciones –migración, desmotivación, liderazgo débil y unipersonal y otras– hoy nuestra fortaleza es más precaria, a pesar del mayor apoyo internacional, y es mayor el riesgo de que el fraude sea mayor y nuevamente sea imposible “ejercer” el resultado electoral y que la AN pueda asumir cabalmente y cumplir su papel, como no lo pudo hacer, en 2015. Pero tampoco se me escapa que la electoral sigue siendo la alternativa más factible, a la que es posible incorporar a la gran mayoría de los venezolanos y es la única opción en la que hemos logrado éxitos importantes y prueba de ello es que es la opción que más teme y combate el régimen.
La otra opción, que edulcora la intervención militar, es la propuesta de una “coalición internacional” que intervenga en Venezuela, formulada por Maria Corina Machado (MCM) –que denominaré Propuesta Machado– y que tiene algún tiempo sobre el tapete. Incluso ya el 11 de mayo de este año fue presentada en la página web de su organización, pero fue concretada con mayor precisión en un artículo firmado por la misma dirigente, aparecido en el diario español El Mundo, el 8 de junio de este año y que denominó: Venezuela: El desafío ineludible para Occidente, y que esta semana ha recorrido un buen camino en redes sociales y grupos de WhatsApp.
La Propuesta Machado ha sido respaldada por el presidente de GANA, Enrique Aristeguieta Gramcko, en una carta dirigida al presidente Juan Guaidó, reseñada el 12 de mayo en Noticiero Digital y publicada el 10 de junio en El Bogotano. También ha sido aclarada, explicada y apoyada por otros voceros y analistas, entre ellos Carlos Blanco, (El desafío ineludible, El Nacional, junio 10, 2020) y se resume en una Operación de Paz y Estabilidad (OPE), mediante la conformación de una fuerza internacional, a través de una coalición de aliados para rescatar las instituciones e imponer el orden y otras tareas que se enumeran en la Propuesta.
Considero que la exposición de la Propuesta Machado sobre la situación del país es magistral y la comparto; el análisis crítico que hace de las alterativas que se han desplegado en Venezuela en estos 22 años, aunque es bastante completo, ya no lo comparto tanto; y obviamente la propuesta final, no la comparto en absoluto.
Al margen de los temas éticos, morales, de principios o valores – que no consideraré–, en cuanto a la vía violenta o pacífica para resolver la compleja crisis en Venezuela, no creo que ni MCM, ni Aristeguieta Gramcko, ni Carlos Blanco, sean ingenuos y no se hayan paseado por el análisis de si esa propuesta tiene alguna factibilidad, después de que los principales países que podrían llevarla adelante –los EEUU, Brasil, Colombia, Canadá, Argentina, Chile, Perú, entre otros– han dicho claramente que se oponen a la conformación de una fuerza militar internacional o a cualquier intervención externa, que vaya más allá de las sanciones contra personas o empresas del estado. Tampoco veo valida la invocación de algo tan abstracto como el Derecho a Proteger (R2P), ni al TIAR, pues incluso se han realizado dos reuniones en la OEA en el marco de este acuerdo en 2019 –la última el 3 de diciembre– que han rechazado esa propuesta; y en este año, febrero de 2020, hay una declaración expresa y una propuesta de los EEUU sobre la salida que ellos proponen para Venezuela, que coincide con los expresado hace más de un año ya, por la UE y lo dicho en enero 2020 por la AN y Juan Guaidó.
Descartando entonces la ingenuidad y una intención demagógica, como algunos sostienen, ¿Qué mueve a MCM a formular una propuesta, que depende de la decisión de un tercero y cuyas probabilidades que se realice parecen nulas? No me queda sino pensar que lo que busca la Propuesta Machado es “diferenciarse” para un mejor posicionamiento en el cuadro opositor. Algunas personas durante los últimos años, han venido manteniendo posiciones –que algunos denominan “radicales” y otros “valientes”– porque son “populares”, para mantenerse en el candelero como “líderes”. No digo que ese sea el objetivo de MCM con su propuesta, pero en todo caso, ese es ya un objetivo logrado.
Algunos analistas y periodistas ya hablan de tres fracciones opositoras y las consideran en “pie de igualdad” –cosa que dista mucho de ser cierta, a tenor de encuestas y resultados electorales–. Las tres fracciones son una encabezada por MCM; la encabezada por Henri Falcón y los integrantes de la Mesa de Diálogo, o “mesita” de diálogo y tres, la encabezada por la AN, Juan Guaidó y los partidos del llamado G4, que son más de 4. Ese es entones, como dije, ya un logro de la Propuesta Machado; pero lo que también logrará esa propuesta –en mi opinión– es generar falsas expectativas y confundir más a una población opositora, de por sí ya bastante decepcionada y confundida.
Así como hay serias dudas con respecto a la vía electoral, surgen varias dudas con relación a la Propuesta Machado. Comentaré solo algunas.
No obstante, que lo del carácter militar de esa fuerza es explicado por Carlos Blanco, al señalar que sería: “…sin tropas extranjeras de infantería dentro de Venezuela. Las tareas militares internas les corresponderán a los tenientes, capitanes, mayores, comandantes, coroneles, soldados venezolanos que están dentro y fuera del país”. (¿remembranzas de “la planta insolente del extranjero…” de Cipriano Castro?) Pero, sí la fuerza que interviene no es militar, entonces no será una fuerza comparable a la del régimen y puedo sino preguntar –sin ningún dejo de ironía– ¿Cómo se logra “sin tropas extranjeras…”, de manera teledirigida y desde el exterior, que se consolide “una fuerza superior a la que controla el país”?
Siendo inevitable entonces la intervención militar en algún momento del proceso, ¿Cómo nos garantizamos que esos militares, extranjeros o nacionales, estén dispuestos a deponer las armas y entregar el poder a los civiles? Otras preguntas son: ¿Es válido buscar al vecino mayor para que se «agarre» por nosotros? ¿Estará dispuesto el vecino? ¿Qué pedirá a cambio? ¿Estaremos preparados para pagar el precio que pida?
La Propuesta Machado, como decía un amigo en una discusión reciente, parte de dos falacias: una, haber intentado las vías de negociación y electoral y al no haber sido exitosas –cosa discutible–, están agotadas; y dos, que asume que como somos incompetentes para manejar nuestro país, debemos llamar a otros para que vengan a hacerlo.
Creo que la discusión entre las dos vías debe plantearse en términos de la factibilidad de desarrollar una política de incorporación de la población a la lucha por la democracia y no en términos de la mayor eficacia –teórica– de una u otra vía. La vía electoral, con sus deficiencias, al menos es algo que podemos decidir localmente; la vía de una intervención externa, no depende de nuestra decisión, ni su convocatoria, ni su desarrollo, ni sus resultados.
Por último –y este es un punto muy álgido–, está la discusión sobre la compatibilidad de ambas opciones o la posibilidad de integrar a quienes las promueven en una sola. Desde luego creo que teóricamente es posible pensar en una intervención externa que después conduzca a un proceso electoral; y otros dirán que, logrado un triunfo electoral contundente, si es arrebatado –y precisamente por eso– será posible considerar que se abran otras vías. Todo es pensable; pero no creo que los actores que promueven ambas vías, especialmente la OPE, estén dispuestos a ceder, para buscar esa integración.
Como dice otro amigo, lo que pasa es que la oposición –la que representan la AN, el G4 y Juan Guaidó– le teme más a lo que opinen las “redes sociales” que al propio régimen, pero creo que estamos ya en el punto en el cual cada quien en la oposición debe seguir sus propias propuestas, sin empeñarse en una “unidad” que no tiene un asidero firme, al menos en este momento. Es necesario sortear o superar esta hondonada en la que nos hemos metido y continuar camino con aquellos que podamos hacerlo juntos; y con los que no se pueda, que continúen cada quien el suyo, haciendo lo que les sea posible.
Politólogo