Huelga de piernas cruzadas
En estos tiempos de pandemia, acuartelamiento y crisis política, aparecen múltiples propuestas y actores de distinto pelaje que prometen conjurar los diversos problemas nacionales: la mayoría de ellos, siempre arrimando la brasa para su sardina. Sin embargo, en esta fauna de intereses es gratificante encontrar personas que manifiestan una genuina preocupación por el bienestar de nuestro país.
En este último grupo se inscribe un joven político que me contactó, en mi encierro, interesado en un tema que traté en el artículo “Sin sexo no hay paraíso”, publicado hace como dos años: se trata del tópico conocido como Huelga o Boicot Sexual. Le comenté que, a pesar de haber determinado que, en todo el mundo han ocurrido 7 eventos de este tipo, mi artículo se concentró en lo que narra la obra de teatro griega, antimilitarista y de resistencia no violenta, bautizada con el nombre de Lisístrata, puesta en escena en el 411 a.C, escrita por el comediógrafo Aristófanes, en la cual un grupo de mujeres griegas se negó a tener relaciones sexuales con sus maridos, como parte de una estrategia para garantizar la paz y poner fin a la Guerra del Peloponeso.
Aristófanes fue un ciudadano griego que participó activamente en la lucha política ateniense con la finalidad de fortalecer el Partido Aristocrático y, desde sus filas, mostró su desacuerdo con la manera de gobernar de los demócratas. En diversas obras, sobre todo en Lisístrata, denunció la guerra del Peloponeso, según él, un conflicto fratricida que llevaba a la miseria a los campesinos del Ática. Allí le preguntaron por el papel que jugaban los generales en esa guerra, a lo cual respondió:»¡Ah! ¡Los generales!, muchos, pero no buenos para mucho».
Lisístrata se convirtió en un símbolo del esfuerzo organizado y pacífico a favor de la paz. En tiempos contemporáneos y para llamar la atención en un mundo destrozado por la violencia, abonada esta por los intereses más abyectos, el lunes 3 de marzo de 2003, de manera simultánea, se representó esta obra en más de 42 países, fue un gran paso en favor de la concordia mundial. Ese día, miles de personas participaron en, aproximadamente, 700 lecturas dramatizadas de la obra, que se realizaron a beneficio de organizaciones sin fines de lucro, trabajadoras por la paz y ayuda humanitaria.
El contexto donde se desarrolla Lisístrata es la antigua Grecia, escenario donde se mantenían en permanente conflicto armado sus grandes ciudades: Atenas y Esparta. Los griegos no desistían de su locura sanguinaria por lograr la supremacía de una ciudad sobre la otra, sacrificando en esta lucha, miles de hombres. Mientras tanto, las mujeres, testigos de excepción, eran relegadas a un segundo plano. Debían permanecer en sus casas criando a los hijos que pronto serían absorbidos por la guerra. Padecían la ausencia de sus maridos por largas temporadas, hasta que, hartas de esta situación, una de ellas provocó lo que jamás ningún hombre griego pensó que ocurriría: las mujeres lograron predominar sobre los hombres.
Lisístrata se reunió con las mujeres de todos los partidos políticos, atenienses y espartanas, logró convencerlas, pese a las reticencias de algunas jovencitas, recién casadas. Todas pronunciaron un juramento mediante el cual se comprometieron a no ceder ante las apetencias de sus esposos. El pacto se difundió por las ciudades y repercutió en los combatientes de ambos bandos.
Las féminas de edad más avanzada, que pertenecían a los partidos políticos de la época ocuparon la Acrópolis de Atenas: En esta fortaleza, amurallada y protegida, donde eran guardados los tesoros del Estado, Lisístrata, con todo su estado mayor, se hizo fuerte, cortando los suministros de la guerra. A los castrenses y milicianos les fue imposible acceder a la Acrópolis para “mitigar sus ímpetus”. En vano trataron de persuadirlas llamando a su instinto maternal. Llegó un momento en que los hombres pedían clemencia, asegurando tener “la próstata congestionada”. Algunas mujeres suplicaban que se les permitiera interrumpir, temporalmente, la huelga para atender a sus convalecientes esposos, pero Lisístrata se negó rotundamente.
Los guerreros griegos acostumbraban reforzar su moral luego, de cada batalla, en el lecho conyugal, sin embargo, presenciaron con asombro que sus vidas habían cambiado por completo: ahora, ellos tenían que encargarse de limpiar la casa, bañar y pasear a las mascotas, hacer mercado, cocinar, cuidar a los hijos y, lo que más les disgustaba: dormir solos. Durante el tiempo en que se mantuvo la huelga, la moral de los soldados decayó y no participaron en batallas.
Finalmente se firmó la paz entre Atenas y Esparta: los hombres decidieron terminar la guerra. Sentado en el corredor de nuestra casa trujillana, mi padre hubiera concluido: “Más pudo el hambre que el hombre”. La escritora española, María Teresa López de la Vieja, en su libro “Feminismo: del pasado al presente”, explica que Aristófanes utilizó la figura de la mujer para criticar la política mal dirigida por los hombres. Durante la representación, las mujeres tomaron el control de la sociedad, pero al final de la comedia, los perros de la guerra y el sistema patriarcal, volvieron a imponerse.
El joven político, origen de este artículo, quedó gratamente impresionado por la obra Lisístrata, archivo que aproveché para entregarle, y para concluir nuestra conversación me formuló el siguiente comentario: “hoy, cuando el planeta está sembrado de armas y municiones, una huelga conyugal como esta, revolucionaría el mundo, salvaría incontables vidas y ahorraría billones de dólares, indispensables para mejorar los sistemas de alimentación y salud, evitando pandemias como la que estamos actualmente padeciendo”. Se despidió agradeciéndome el gesto, no sin antes solicitarme, no divulgar la identidad de su organización política.
Coordinador Nacional del Movimiento Político GENTE