Venezuela se desintegra
Trataré de no repetir las condiciones de existencia en este tiempo trágico. Sólo diré que son prácticamente inexistentes. Por si fuera poco lo que estábamos padeciendo antes de la pandemia del coronavirus, ahora se agrava todo sin que podamos tener cifras confiables o, al menos, información segura y creíble sobre la evolución del problema.
La responsabilidad es exclusiva y excluyente de Nicolás Maduro y del cada día más reducido grupo de cabecillas del régimen. No pueden darse el lujo de abandonar el poder. Viven en incertidumbre creciente sobre el futuro que les espera a ellos, a sus familias y a los mal habidos bienes y recursos dispersos por el mundo entero. Para ellos todo vale para retener el poder. Esta es la única explicación medianamente razonable para explicar lo que está sucediendo.
Pero esto es sólo una parte de la situación. Lo demás también es conocido. Los problemas internos en los partidos de la oposición democrática más los existentes entre ellos y el silencio de asociaciones y gremios que no tienen tiempo de ocuparse de algo distinto a la propia problemática del área de cada uno de ellos, son factores que contribuyen al mantenimiento de la situación actual.
Lo cierto es que mientras este régimen exista y Maduro conserve el poder que aún tiene, no hay solución posible. El país seguirá caminando rumbo a lo peor. El mundo continuará asombrado por el deterioro venezolano a pesar de tener riquezas naturales enormes y un proceso de desarrollo que venía cumpliéndose durante décadas anteriores.
De acuerdo a las cifras de las instituciones mundiales, Venezuela es hoy el cuarto país del mundo con mayor índice de pobreza. La migración de más de cinco millones de personas es la más alta en la historia del continente americano, una de las mayores del planeta. Pero eso no es todo. La presencia activa del crimen organizado con sus tentáculos en todos los centros importantes de decisión, el narcotráfico específicamente y núcleos vinculados al terrorismo de variado signo, son factores que nos obligan a no abandonar la ruta originalmente trazada por la legítima Asamblea Nacional. Ahora más que nunca se necesita emplearnos a fondo para lograr el “cese a la usurpación”. Lo demás vendría por añadidura.
Lamentablemente el objetivo no se logrará por las buenas. Tienen razón quienes han dicho que será imposible realizar elecciones honestas, parlamentarias y presidenciales, con Maduro como cabeza del régimen. Esto NO es una democracia. Es una dictadura. No se cansarán de continuar montando capítulos insólitos para distraer a la opinión nacional e internacional. La “invasión” de los mercenarios de la Operación Gedeón, la telenovela armada con motivo de la llegada de los buques iraníes con gasolina, serán detalles para lo que tratarán de montar.
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