Un cuento que parece real
Un amigo ecuatoriano me dijo que desde hace mucho tiempo en su país nadie sabía qué era de la vida de Abdalá Bucaram después de haber sido destituido por el Congreso Nacional. Fue Presidente Constitucional durante 5 meses y 25 días. Su breve gobierno estuvo plagado de escándalos, actos de corrupción, peculado y una gran deficiencia administrativa. En esa oportunidad, el Congreso lo declaró con “incapacidad mental para gobernar”.
Me quedé pensando y recordé como se comportaba ese personaje. Locuras a granel, mal gusto. Destempladas expresiones contra sus adversarios políticos, irrespeto a las leyes e instituciones, permanente actitud agresiva. Ignorancia supina de la manera de manejar los negocios públicos, mitomanía, una pertinaz falacia, desmedido protagonismo. Falta de sensatez y cordura en el ejercicio de sus funciones como Jefe de Estado. La sideral corrupción que hubo en su disparatado régimen, los diarios dislates y despropósitos, sistemático maltrato a sus subalternos, pergeñar necias y estólidas reflexiones, el gusto por hacer de payaso y usar disfraces, la afición al canto. Vocación por las aventuras galantes y la concupiscencia, uso y abuso de una verborrea altisonante y vacía. Recordé también, el dramático contraste entre las infatuadas promesas y rimbombantes anuncios hechos por Bucaram a su pueblo y los nulos resultados que obtuvo e, igualmente, el terrible caos y la vergüenza colectiva en las que sumió a su país durante su desgobierno.
Seguí pensando en dónde podría encontrarse tan nefasto personaje y, de pronto, con claridad meridiana intuí lo que había pasado: Bucaram había sido secuestrado por una siniestra agrupación terrorista internacional concebida para destruir países. Lo habían clonado para ser utilizado como arma letal y secreta para destruir a determinados países de nuestra región.
Allí continuó nuestro vía crucis. Agentes encubiertos de dicha organización se trasladaron clandestinamente a Venezuela llevando consigo un Bucaram clonado que sería mimetizado para ser sembrado entre nosotros. En ese momento no sabían a fe cierta quién sería sustituido por el clon. Realizaron estudios, investigaciones y establecieron perfiles de conducta que permitieran una sustitución que no se apreciara a simple vista.
Dentro del grupo de personas preseleccionadas para el eventual cambalache, destacaba un grotesco espécimen de nuestra fauna criolla, un obscuro y felón conductor de autobuses y “reposero” profesional, que por aventurero, incompetente, cobarde e incapaz intelectual, había participado en la fracasada asonada militar en la que se había comprometido; y que posteriormente, por no tener una mejor cosa que hacer en su vida, se había dedicado a la aventura de politiquear dando tumbos del timbo al tambo, siempre bajo la orientación y dirección del que se fue para no volver jamás.
Después de exhaustivas deliberaciones, el jefe del grupo terrorista concluyó sus análisis. Escogió al chofer de marras y entonces se realizó la mimetización y el posterior cambiazo.
El resto de la historia es ampliamente conocido. El clon cumplió su cometido. Destruyó la industria petrolera, el sistema eléctrico, el aparato productivo nacional, la infraestructura, el sistema de salud, el de educación, las empresas básicas, nos aisló de la comunidad internacional, desató una ola de represión sin parangón en nuestra historia, nos dividió arteramente, auspició la corrupción y, por si fuera poco, le regaló nuestra patria a intereses extranjeros.
Yo, entretanto, sigo conversando con mi amigo ecuatoriano para decirle que por la fuerza de nuestros valores, convicciones democráticas y de nuestra responsabilidad ciudadana, más pronto que tarde, le devolveremos a la organización terrorista, derrotado, desgastado y rechazado por el país a su clon Bucaram-Maduro.