Maduro, ¿cerca del colapso?
Aún no terminamos la primera mitad del 2020 ni el primer cuarto del siglo XXI cuando tenemos que lamentar más muertes que todas la guerras juntas que ha habido durante este siglo debido a la pandemia del covid-19. Esta pandemia ha servido, además, para que las dictaduras existentes y los gobiernos autoritarios aprovechen de reprimir y asesinar más a sus pueblos basados en una necesaria cuarentena.
Y la falta de datos, irremediablemente, nos lleva a uno de los países de Latinoamérica que se niega a entregar cifras reales según denuncian sus médicos, a la Organización Mundial de la Salud (OMS). Se trata de Venezuela.
Según su ilegal presidente, Nicolás Maduro, Venezuela (un país que ya está en crisis), se está preparando para la pandemia de coronavirus. Como México, EEUU, y Brasil, la preparación para enfrentar el virus comenzó tarde. Además de la pandemia, el precio de los alimentos ha aumentado en un 124% acumulada en 2020 y el combustible está siendo racionado para lo cual Maduro ha tenido que pedirle combustible a su aliado Irán. Lo cual es inaudito pues en ese país se encuentran las mayores reservas de petróleo del mundo y es dueño de la segunda distribuidora de gasolina de EEUU, ahora en manos del gobierno interino del presidente de la Asamblea Nacional Juan Guaidó.
Bajo el régimen de Maduro, defendido por muchas organizaciones virtuales, han sido asesinadas, sólo en 1919, 72 personas después de haber sido torturadas. En lo que va del 2020 se han denunciado una decena de asesinatos por parte del régimen.
La alta desnutrición de sus habitantes ha hecho que las Naciones Unidas lo consideren ser uno de los países más vulnerables del mundo, por otra parte 1 de cada 5 hospitales no tiene agua o electricidad y más del 70% de los médicos han emigrado. Los casos oficiales de covid-19 en el país son bajos, pero los médicos temen que si el virus se propague, lo cual sería catastrófico. Con las estadísticas y los controles sanitarios, todos centralizados, sucede lo mismo que pasó con el dengue pues se prohibió a los servicios de salud poner en las estadísticas dicha enfermedad que en ese país se transformó en una verdadera pandemia a mediado de los años 2010.
Maduro en un principio se negó a aceptar la pandemia, pero como decenas de miles de venezolanos salieron a las calles a principio de marzo, en Caracas y otras ciudades, para exigir el fin de la dictadura chavista. Hay que recordar que sociedad civil en Venezuela ha sido en gran parte cooptada o destruida por el régimen de Maduro. Sin embargo, hay una gran excepción pues la Conferencia de Obispos católicos de Venezuela no ha escatimado sus críticas al régimen, pidiendo una transición pacífica hacia una democracia que abandone el populismo izquierdista que forma el fondo ideológico del control del poder por parte del régimen.
En un comunicado público para las manifestaciones del 10 de marzo, el Presidente de la Conferencia Episcopal venezolana, el arzobispo José Luis Azuaje de Maracaibo, declaró: “Hoy, 10 de marzo, el pueblo venezolano ha vuelto a la calle exigiendo sus derechos y manifestando su deseo de un cambio de rumbo en la política del país y en la economía.” Y añadió que “hay necesidad de cambios estructurales en la política y la economía, y de liderazgos que vayan más allá de intereses ideológicos o de sostener un poder a toda costa».
Monseñor Azuaje subrayó también la incongruidad del hecho de que las fuerzas armadas de Venezuela, que existen para defender el pueblo de Venezuela, están siendo usadas más que nunca para inhibir y socavar las libertades civiles y económicas del pueblo que los militares deben proteger. Se ve el abuso de los militares quienes roban asesinan y secuestran a miembros del pueblo impunemente.
Desde mucho tiempo ha habido la esperanza de que en algún momento las fuerzas armadas venezolanas, o partes de ellas, se volviera en contra del régimen. Pero, la posibilidad es remota pues los militares manejan el negocio de la droga. Por tal razón los EEUU colocaron una recompensa de 15 millones de dólares por la captura de Nicolás Maduro, y 10 millones de dólares por la captura de Diosdado Cabello, Tareck El Aissami, y los generales Clíver Alcalá Cordones (extraditado a EEUU desde Colombia) y el general Hugo Carvajal, actualmente fugado de la justicia española.
No es probable que el llamado de la Iglesia Católica al Ejército surta efecto pues son demasiados los altos mandos que están seriamente comprometidos a causa de su participación profunda en el régimen y sus actividades delictivas que, a mi juicio, se deben describir como criminales. La Iglesia ha recordado a los militares y sus líderes, que algún día sí serán juzgados según sus acciones y sus inacciones. Y ese juicio no les será fácil, ni en este mundo ni en el futuro.
Venezuela tiene la inflación más alta del mundo y su moneda no tiene valor de intercambio en el ámbito mundial, por lo cual su gobierno paga en oro sus transacciones. El día a día de los venezolanos y venezolanas es cada vez más complicado y duro. La hambruna es general. Esta situación empujó a casi 5 millones de personas a abandonar el país y generó la corriente migratoria más grande de América Latina de los últimos 50 años.
Lo increíblemente raro de esto es que Nicolás Maduro ha dado un giro impensado con relación a la divisa estadounidense, al habilitar un proceso de dolarización en la economía de su país usando la moneda de su tan odiado enemigo. Además, la violencia institucional, aumenta día a día desde 2017, creando numerosos debates acerca de las garantías a los derechos civiles y políticos, que se suma a una deriva autoritaria más amplia. Lamentablemente existen algunas ONG’s de DD.HH., financiadas por Argentina y Venezuela que se niegan a criticar la violación de los derechos civiles en Venezuela.
Considerando que la mayor crisis de la historia reciente de Latinoamérica es la existente en la patria de Bolívar, la oposición venezolana no encuentra la forma de apartar del poder a Nicolás Maduro. Se pensaba en que el derrumbe económico haría crujir las bases de apoyo político-militar del chavismo fue excesiva tras el nuevo ciclo iniciado con la proclamación del Presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Juan Guaidó como Presidente Encargado. Sin embargo, Venezuela es desde hace bastante tiempo un peso político para las izquierdas, cada vez más y mejor aprovechado por las derechas las cuales se aferran al fantasma de “venezuelización”. Las izquierdas perdieron el norte de sus teorías políticas y no saben qué hacer para defender a la atroz dictadura madurista.
El llamado socialismo del siglo XXI, creado por la economista chilena Marta Harnecker y el economista mexicano Heinz Dieterich Steffan, aparece en 1996 y es tomado por Hugo Chávez en 2005 usándolo en un discurso del Foro Social Mundial, conteniendo promesas de una renovación de la izquierda que permitiera dejar atrás la historia del socialismo real. Lo que parecía ser una aplanadora de la Revolución Bolivariana para aglutinar en su entorno a las izquierdas latinoamericanas se fue transformando en un sistema ineficiente, poco pluralista, corrupto, narcotraficante y militarista capturando a todo el sistema político venezolano, iniciado con el triunfo electoral de fines de 1998. Así Venezuela acabó por ser un peso político para las izquierdas continentales, cada vez más y mejor aprovechado por la derecha.
Maduro y sus acólitos saben que están en la etapa final de su gobierno pues no solamente el bloqueo norteamericano (EE.UU., México y Canadá), sino que de la Unión Europea y de la mayoría de los países sudamericanos son los que hacen insostenible sus políticas económicas e ilegales como el tráfico de cocaína y otras drogas. Un país que tiene las mayores reservas petroleras del mundo es incapaz de producir 800 mil barriles diarios de petróleo cuando pre Chávez se producían más de 3 millones. La agro-industria, las industrias procesadoras de alimentos, las industrias metalmecánicas terminaron por quebrar por la intervención estatal pues quienes se hicieron cargo de ellas las saquearon inmisericordemente.
El problema de la oposición venezolana liderada por Juan Guaidó es que no maneja las comunicaciones en forma enérgica y moderna como lo hace la dictadura que cada cierto tiempo inventa atentados, invasiones, y otras llamadas “fake news” que son recogidas por miles de “influencers”, que son individuos pagados por el régimen de Maduro para copar las redes con las noticias oficiales del madurismo. Se efectúan talleres de DDHH que también son financiados por las embajadas venezolanas como dicen que lo hacen con una nueva organización llamada Derechos Humanas sin Fronteras lo cual me parece que no es muy cierto pues esa ONG es apoyada por el gobierno argentino.
PhD. Docente, Chile
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