Kintsugi: destruir para recomponer

Opinión | mayo 5, 2020 | 6:30 am.

Kintsugi es la técnica japonesa de pegar cerámica rota. Llegó a ser tan artística la reparación que algunos artesanos rompían ex profeso un objeto de cerámica barata que adquiría mayor valor al pegar los fragmentos. Los rojos han destruido todo lo que ha pasado por sus manos. A veces abandonan las obras sin terminar. Otras, una vez destruidas, intentan repararlas, sea para que alguien se gane unos reales con un contrato con sobreprecio o porque requieren repararlas para intentar seguir disfrutando del poder. Sin embargo fracasan porque no tienen la experticia de los artesanos japoneses. Son excelentes demoledores, pero unos constructores chimbos.


Volvieron añicos al país y periódicamente inventan reestructuraciones para repararlo. Tal es el caso de Pdvsa y sus filiales. Los planes irrealizables de Rafael Ramírez y Chávez, como el gasoducto desde Venezuela hasta la Argentina, las refinerías de Cabruta y de Barinas, y muchos otras obras solo sirvieron para que algunos rojos se metieran en el bolsillo unos cobres mal habidos. Según el Informe Anual de Pdvsa del 2014, último año de gestión del hoy prófugo Rafael Ramírez, para el año 2019 se deberían producir seis millones de barriles por día (b/d), pero hoy solo se producen 621.000 b/d, es decir un diez por ciento. De la oferta de tener una capacidad de refinación nacional de 1.300.000 b/d hoy no se elabora ni un litro de combustible. El plan de llevar gas metano por tubería a 728.900 familias quedó en la nada. En el 2015 ofrecieron desprenderse de las filiales no petroleras, pero no cumplieron y ahora lo vuelven a ofrecer.

Acusaron a Pdvsa de ser una caja negra, a pesar de que la empresa presentaba planes y resultados periódicamente al Ministerio de Energía y Minas y a la Contraloría General de la República, así como al Congreso Nacional, cuando este lo solicitaba. Además elaboraba puntualmente un Informe Anual disponible para cualquiera. A la fecha, el último Informe de Pdvsa es del 2016, por lo que se desconocen las cifras operacionales y financieras.

Ahora, descaradamente, presentan un nuevo plan de transformación de la empresa, agarrando lo que queda para hacer una colcha de retazos, sin saber coser, y mucho menos pegar fragmentos como los artesanos del kintsugi. Para intentar rescatar lo que hundieron están desestatizando lo que estatizaron, pero como dice el ingeniero petrolero Rafael Gallegos “no tienen cómo, con quién, ni con qué”. En palabras del destacado geólogo Gustavo Coronel ”es un tardío rugido de ratón”.

Otro ejemplo del desastre rojo es el sistema penitenciario , que siempre fue malo, pero que la ministra Iris Varela, la amiga de los pranes, ofreció modernizar, terminar con el hacinamiento, impedir el ingreso de armas y eliminar el maltrato a los presos. El resultado reciente es de 50 reclusos asesinados y 75 heridos, masacrados en el el penal de Guanare por protestar por falta de alimentos.

La destrucción del sistema hospitalario, del servicio eléctrico y del suministro de agua no es necesario ponerlo en cifras, ya que lo sufren todos los venezolanos y residentes, unos más, otros menos. La educación es impartida por abnegados docentes que reciben sueldos de hambre, pero muchos se han visto obligados a emigrar. Como consecuencia, hay maestros que no están calificados para la docencia.

Ante esta situación necesitamos un liderazgo que, al igual que los artesanos del kintsugi, peguen los fragmentos en que está dividida la oposición para poder enfrentar con éxito al narcorégimen. Aunque a algunos les da piquiña cuando se menciona la necesidad de que en esa colcha de retazos participen algunos rojos, pensamos que es necesario. Nadie está promoviendo que participen violadores de derechos , ni corruptos,mucho menos los incursos en narcotráfico. Tampoco que los rojos sean los que lleven la voz cantante, pero tampoco que sean mudos.

Como (había) en botica: Aparentemente la Operación Gedeón fue una acción de un grupo de luchadores poco realistas. Militares activos no siguen a retirados. El neurocirujano venezolano Pedro Marín se fue a España en búsqueda de oportunidades que niega el régimen de Maduro. Efectuó todo de tipo de trabajo antes de que el hospital de Úbeda lo contratara. Cuando se presentó el coronavirus no se fue a “los cerros de Úbeda”, como el cobarde Álvar Fáñez que en 1233 se escondió en esos cerros ante el temor al enfrentamiento con los moros, sino que se dedicó a salvar vidas a costa de la suya. Maduro es tan perverso que inventó que el médico venezolano Henry Olivares falleció por falta de atención hospitalaria en Estados Unidos, lo cual fue desmentido por los familiares. El ingeniero agrónomo JJ Cabrera Malo realizó una gran labor al poblar de pinos nuestra sabanas de Monagas, protegiendo el bosque con un eficiente control de incendios. Ahora todos los años se queman miles de hectáreas. La más reciente fue en Maderas del Orinoco, en donde un incendio destruyó el huerto de semillas. Según denuncias no había equipos, ni personal entrenado para controlar el fuego. ¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

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