Júrate Rosales tiene razón
Soñamos amanecer con la noticia de la caída del régimen, sus personeros en huida y los venezolanos conscientes de su responsabilidad de reconstruir el país.
Al respecto, Jurate Rosales, con su sabiduría habitual, nos dice: “En veinte años los venezolanos no han podido sacudirse el maleficio que destruye el país y disgrega a sus hijos por el mundo. Me impuse aquí la desagradable tarea de buscar cuántas veces la pesadilla estaba por terminar y por qué siguió sin que nadie lograse pararla. Todas las veces encuentro un inmenso esfuerzo evidenciado por la gente, a menudo con sacrificio de vidas y que al final termina con ‘más de lo mismo’. La mayoría de las veces, cuando analizo el resultado, vuelvo a concluir que cada vez, lo que faltó fue unidad en las cúpulas, porque en la mayoría de la gente, unidad de criterio, esfuerzo y sacrificio, ¡nunca faltó!”.
El desafío de esta gran periodista es enfrentarnos al maleficio de la falta de unidad en la cúpula. Acaso será imposible lograr un acuerdo en nombre de los millones de venezolanos azotados por el hambre, las enfermedades sin curación, el hampa, la falta de agua y electricidad y de oportunidades de ver un futuro posible. Es tiempo de proponer unas rondas de convencimiento entre los sectores que se adversan, los que creen en una posibilidad de negociación, conociendo sus riesgos, la gama de trampas posibles y los ardides que pueden tejerse alrededor, frente a los que piensan que la solución no depende de nosotros sino de una decisión de otros países de intervenir directamente en Venezuela.
A estas alturas es imprescindible, por los que están adentro y los que están afuera, que se llegue a una decisión, trazar un camino que resuma la fuerza contenida en 80% de los venezolanos cuya vida depende de un hilo. Los que están afuera, cualquiera sea su situación, sienten que el país está secuestrado, que su espíritu se desgarra al ver las dificultades para volver, creer que no se puede siquiera pensar en volver, mientras el poder permanezca en manos de un grupo totalmente alejado de sus aspiraciones.
Qué puede sentir, cómo se le retuerce el alma a un venezolano fuera del país que amanece escuchando la amenaza de Diosdado Cabello a la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, que duele porque es su mundo, de allí vienen sus títulos y sus conocimientos. Este militar aterroriza con la visita de los organismos de seguridad del Estado sabiendo quiénes forman estos antros de la represión, cuántos muertos llevan a sus espaldas, cómo se han especializado en torturar y mantener presos a hombres, mujeres, civiles y militares, todos inocentes. Mantenerlos presos sin juicio, sin ningún recurso de defensa más que sus familias y el foro de abogados que asume su defensa valientemente.
Ahora bien, si miramos a más profundidad podemos sacar algunas conclusiones. La primera es entender que el enemigo está bien definido y acantonado en su posición, pero a la vez cada día en un círculo más estrecho. Amenaza a los científicos después de intentar destruir a los comunicadores, a la prensa, de cerrar medios y restringirlos a soluciones tecnológicas fuera del alcance de la represión. Luego de atacar a todos los gremios, productores, cámaras, sindicatos, representaciones de la sociedad civil, gobiernos extranjeros. Y, últimamente, a sus sedes diplomáticas. A la gloriosa sede de la embajada francesa le cortan el agua y la luz porque le tienen pavor a su conocimiento de la situación real del país.
Me pregunto, si hacemos un recuento de los programas de Diosdado veremos que no deja nada en pie, todos son sus enemigos, el país y el mundo. Indiscutiblemente un reflejo de soledad, aislamiento y rechazo universal. ¿Con quién cuentan además de los cubanos, iraníes y rusos?, todos en situaciones complicadas y adversados por el mundo entero. Frente a esta miseria vemos que la aspiración a recuperar la democracia es amplia, crece, es cada día más potente, dentro y fuera del país.
Estamos ante una disyuntiva perentoria, deponer egos, falsas denuncias, intentos de destruir compañeros de ruta, destruir reputaciones de dirigentes y avanzar en la búsqueda de una base mínima de acuerdo porque sencillamente todo está a favor. Este viento no lo apaga Macuto, que ni vale la pena siquiera nombrar, ni cualquier otra tramoya, venga de donde venga. Antes de escribir o atacar a los que comulgan con la idea de libertad es menester pasearnos por la imagen vívida de los millones de venezolanos en cuarentena muriendo de hambre, sin agua, luz, a los niños dejados atrás por los migrantes (cerca de 1 millón) que no van a seguir recibiendo remesas, los 6 millones de venezolanos que han afrontado todas las penas para llegar a nuevos destinos y hoy emprenden un insufrible retorno con las manos vacías. Antes que nuestra prepotencia y ego están los venezolanos que agonizan.
Jurate tiene razón. No puede existir ante los ojos de Dios una causa válida para no emprender el camino de la negociación con el enemigo de un acuerdo mínimo que salve al país.