Después del coronavirus
Pienso en una sociedad planetaria más sensible a los dramas del prójimo. Esa solidaridad propia de la naturaleza que nos enseña que “el sol no sale para alumbrarse a sí mismo, los árboles no se comen sus propios frutos ni los ríos beben sus corrientes de agua”. Por eso me atrevo a asegurar que se acrecentará la solidaridad entre las personas. La gente comenzará a relacionarse en su propia cercanía, en su casa, en su centro de trabajo, en su comunidad, sin perder el horizonte de la globalización que debe reinventarse a partir de este acontecimiento.
La amenaza de la pandemia nos obliga a mantener distancia y eso no debe significar por ningún respecto que entramos en una contradicción, cuando apelamos a la solidaridad entre todos. A la vista estará el forcejeo entre el egoísmo individualista y la compasión de quienes apuestan por una justicia realmente global.
Está también a la mano la advertencia de que no somos una sociedad invulnerable porque se haya desarrollado la ciencia y la tecnología a niveles asombrosos. El debate ya se plantea en las redes sociales: ¿qué cuenta más? ¿qué es lo prioritario, el desarrollo económico o consolidar los servicios de salud para proteger a los ciudadanos? ¿Dónde queda la significación estratégica de la educación para el avance de la humanidad?
Cobra relevancia la existencia e importancia de las redes sociales. El teletrabajo estará desde ahora en la nueva agenda de formas de cumplir las faenas laborales. Al igual que la digitalización de los servicios médicos a través de tuiter o Facebook. Y qué decir de las tareas escolares usando los recursos digitales?
Para derrotar estas amenazas en forma de pandemia se comprueba que no logran sobrevivir sólo los más fuertes, sino los que fortalecen la convivencia, en donde dos o más personas se unen en un propósito de solidaridad compartida.
No hay frontera para el mal ni debe haberla, mucho menos, para hacer circular el bien. Si nos damos las manos unos a otros podemos vencer estas adversidades. Hay que vivir el presente sin dejar de mirar con atención el futuro, calibrar lo que viene y lo que nos puede suceder y afectar, negativa o positivamente. En el radar estará presente la idea de tomar previsiones para futuros hechos similares a este que acorraló al mundo.
Los giros serán inevitables, eso lo deja como impronta esta pandemia. La soberanía no será igual, ni las relaciones financieras o económicas. El papel y tareas cumplidas por entes de alcance mundial como la ONU, el FMI, el BM y la Organización Mundial de la Salud, serán sometidas a inventario y a un severo examen. Serán llamados a pagar sus tributos y penalizaciones los actores populistas, demagogos e impostores del falso nacionalismo, por sus pecaminosas acciones de pretender sacar rédito político a esta desgracia.