Aquíles Nazoa debe ir al Panteón
En Puerto Cabello se inició como sostén de familia ante la viudez en que dejó su padre, Rafael Nazoa, jardinero “de un temperamento sencillo y poético”, a Micaela González, “pequeña fábrica de amor, mansa esposa del tiempo”. Nos referimos a Aquiles Nazoa que El Universal, donde se había entrenado en oficios de taller, decidió enviarlo como corresponsal a la ensenada carabobeña.
Desde que tenía uso de razón (nació el 27 de mayo 1920) se interesó por la ideología marxista. Para 1940 arribó al Puerto donde se editaba el diario «El Verbo Democrático». Allí publicó un artículo con críticas a la indolencia oficial en la erradicación de la malaria y el Concejo Municipal lo encarceló. Con las manos amarradas fue exhibido por las calles mientras un guardia le golpeaba la cabeza con un ejemplar del periódico.
Al salir de prisión colaboró activamente en los diarios Últimas Noticias y El Nacional, donde hizo célebre su columna «Punta de lanza», escrita en verso. También participó en semanarios como Morrocoy Azul. En 1943 irrumpió gratamente en el panorama literario con dos libros de versos bien recibidos por la crítica: Método práctico para aprender a leer y Aniversario del color.
En 1944 marchó a Colombia, donde colaboró en la revista Sábado y después a Cuba donde vivió un año y dirigió «Zig-Zag». Al regreso lo hizo con Fantoches.
Otra tiranía militar, la de Marcos Pérez Jiménez, lo expulsó en 1956 y él consiguió refugio en Bolivia. Lo embarcaron también con las manos esposadas. El piloto del avión anunció a los pasajeros, a nombre del gobierno, que iba a bordo un peligroso delincuente.
Meses más tarde se le unió su familia y cumplió un exilio agradecido con el país que lo acoge como un hijo. Se acogió a la actividad cultural.
Por pseudónimos, envía escritos humorísticos a El Nacional. Recibió un oportuno cheque enviado por Miguel Otero Silva en uno de los peores trances de urgencia, cuando nació en La Paz su hijo Sergio.
En territorio porteño le conocimos por los años 60 y nos persuadió a irnos a Cuba a trabajar por la revolución.
Un segundo encuentro fue en Punto Fijo, donde conferenció sobre Cuba, de Martí a Fidel Castro. Allá nos convenció que lo mejor era luchar aquí por la revolución que en la Isla ya estaba en marcha.
Un tercer encuentro, menos afortunado, lo tuvimos en Puerto La Cruz, en donde nos correspondió presentarlo en la Universidad de Oriente.
Erigió órganos jocosos como «La Pava Macha», «El Tocador de Señoras» y otros más.
Fue confinado por el régimen de Raúl Leoni en Villa de Cura: “Para mi gusto sigue siendo el más gentil de Aragua y el más bonito”. Allá se residenció en casa que le facilitó Vinicio Jaén Landa, su compadre.
Regresó a Caracas cuando el Gobierno de Rafael Caldera, pero no dejaba de visitar a La Villa. Por breve tiempo se radica en Cagua donde dicta clases de inglés y castellano en el Liceo Froilán Correa.
Muere en un accidente automovilístico a la altura de La Victoria. Su deceso causó un general pesar. El Presidente Carlos Andrés Pérez le condecoró post morten; y personeros condujeron al Concejo Municipal, de allí a la UCV y al final al Cementerio General del Sur. Se cumplía su legado: “organizadores de mi sepelio, evitarse la ampulosidad del coche fúnebre en el que habéis convenido enviarme al otro mundo…”
Invocando su “creo en mi mismo porque sé que hay alguien que me ama”, para el pueblo afecto del grande Aquiles Nazoa, debe ir al Panteón Nacional.
Al margen: El apadrinado régimen abusa de la coronavirus para provocar motines de la cárcel de Guanare, Portuguesa y el de la supuesta invasión de Macuto, estado Vargas, con los cuales incrementa desprestigio mundial.