Verdugos de oficio
La situación del país es traumática y vergonzosa. Dejó de ser crisis para convertirse en pesadilla. Un horrible sueño cuyo protagonista es el agitado virus coronado de terror. Pareciera que Venezuela fuera un laboratorio de ciencias fácticas cuyo mayor experimento no corrió con la suerte que sus cuentistas le auguraron hace casi tres décadas o más. El llamado socialismo del siglo XXI resultó ser la estafa.
Y es que, a pesar de lo establecido por la Constitución de la República (Artículo 6º), el gobierno nacional y las entidades políticas que lo acompañan, “es y será siempre democrático (…)”. El juego revolucionario terminó demoliendo buena parte de la estructura institucional sobre la cual esa misma Carta Magna planteó la construcción de “una sociedad democrática, participativa, y protagónica (…)”
Ahora el país se halla sumergido en medio de un lodazal de cuyo fondo costará salir. El autismo gubernamental atoró la funcionalidad de la administración pública hasta llevarla a un complicado estado de postración. Y las pocas veces que el gobierno ha podido evitar tal grado de extenuación es porque ha reaccionado de manera espasmódica y tardíamente ante problemas de neurálgico efecto.
Sin embargo la intransigencia e intolerancia del gobernante y sus colaboradores ha fungido como el factor principal del grave estado de desconcierto y desesperación. En medio de este caos inducido por la sordidez de la dirigencia política en ejercicio ilegítimo del poder se han venido desarreglando las directrices que, alguna vez fijó un proyecto histórico de país.
Quienes asumieron el papel de gobernantes a partir de 1999 atendieron sólo pretensiones político-ideológicas y la opinión de algunos personajes del oficialismo que veían las mismas como la ruta que conduciría hacia el codiciado botín. Así, confiaron en el populismo como modelo político que apelaba al pueblo para erigir el poder suficiente y necesario y hacerse ver como “redentores de los humildes”.
Se valieron de tan manida presunción para infundir en la población una imagen de “salvadores de la patria”. Por tanto, había que elaborar discursos que actuaran como factores de apoyo y resguardo al proyecto político que había venido maquinándose.
Con esas palabras, dejaron ver la causalidad de la crisis político-social y político-económica que tiene enzarzado al país en medio de la más cruda maraña. Así también expresaron, que “el control de cambio en Venezuela no es una medida económica, es una medida política porque si quitamos el control de cambio nos tumban”
Una lectura política de esas exclamaciones permiten inferir que los desafueros de la gestión pública es consecuencia de ser cualquier cosa menos un gobierno. El actual régimen político bien ha servido para afianzar distorsiones que además de debilitar posibilidades de desarrollo nacional, ha fraguado una crisis de identidad que trastocó valores trascendentales que pervirtieron la moral pública y la ética social.
Y para ello, había que buscar el apoyo de quienes en medio de la aludida “revolución bolivariana”, actúan y viven como verdugos de oficio.