Nicolás no puede salir de casa
Debe tener el alma en un hilo, pues en este instante no es fácil estar en sus zapatos. Sobra quien atestigüe sobre su pérdida de la compostura. Se haya al garete con sus temores. La presión creada ha sido más de la esperada. Pensó que la excusa del coronavirus le haría ganar tiempo, pero solo ha permitido demostrar la carencia de combustible en el país. Pero es un estilo repetido el crear el caos para después sosegarlo un poco.
Miraflores se le hace chica. Los búnkeres infinitos y aburridos. Todo solo sirve para aumentar su ritmo cardíaco. De seguro le asalta la idea de otro convenio o una plática marañosa para engatusar de nuevo con promesas incumplibles y falsas. Pero ya nadie le cree. Los continentes se aburrieron del esquema y se volvió predecible.
Está a la espera. Tiene una portezuela como alternativa por donde escapar. Pero no se lo permitirán. Su entorno tiene tensiones similares y caerá con él sin remedio. Su brújula ya no señala caminos. Ya se hace confusa la llamada a La Habana. Sus asesores tienen otros desórdenes por los cuales preocuparse. El virus los ha puesto en el muro de su propia contienda.
No hay rictus certeros para las almas malignas que le haga ganar más espacios. No es el momento de hacerles mutis a las supersticiones. Requiere de sus aliados oscuros. No es sencillo cambiar la sombra y las artimañas sempiternas. Pero toda la mala saña ha quedado sin efecto. Los espíritus perversos también lo abandonan.
No hay donde apostar los cañones de guerra y toda la perorata sobre la lucha contra el imperio. Solo queda una caricatura; una mala imagen, borrosa y mal esculpida, sobre aquellas farfulladas políticas de un poderío sudamericano. Tamaño engaño. Todo se pagaba con el dinero petrolero. Pero la caja chica se hartó del usufructo. Cambió la geografía del mercado. Ya el oro negro bajó su precio y ha sufrido ahora el doble de estrujones por el Covid-19.
Se escucha el Réquiem agrio del final. Se lo entonan hasta sus antiguos aliados. Su destino parece conjurado. El maleficio gringo. Siempre se lo azota en las narices a quien le lleva la contraria.
Los norteamericanos se deben de saber de memoria sus instrucciones bélicas; sus intimidaciones para hace lo que les plazca. Ya no tienen el tono sutil y desenfadado. Ahora poseen un aplomo decidido. Sí, esta vez huelen a azufre de verdad. Vienen por él. Lo quemarán en su propio caldero. Está en aprietos y su librillo de anotaciones pierde el orden estricto del pasado.
El Departamento de Justicia de Estados Unidos lo ha dejado claro recién. Se lo ha dicho a los medios de comunicación con una solemnidad sinfónica. Si Maduro tratase de viajar a territorio estadounidense o se presentase en la ONU, por ejemplo, sería arrestado inmediatamente. No es reconocido como mandatario. Por eso no tiene inmunidad. Pero sí el cartel de búsqueda está vigente para su captura.
Su posible tiempo de presidio es vasto. Enfrentaría entre 50 años a cadena perpetua. Por eso no se entregará. Apostará hasta la última gota de su sangre por no abandonar el poder. Típico de la gran mayoría de los dictadores. Tiene el futuro descompuesto. No hay hoy habilidad demagógica para hacer olvidar sus acciones perturbadoras.
La idea fija y categórica es iniciar la transición lo antes posible. Para muchos especialistas, el levantar a un país estragado y atiborrado de terrorismo tomará tiempo. La acción debe apuntar bien sus objetivos. Por el territorio nacional deambula un número grande de movimientos subversivos que han hecho nido con la venia del Cartel de los Soles.
El enviado especial de Estados Unidos para Venezuela, Elliott Abrams, lo dijo sin mucho recato y con una contundencia que no deja dudas: “no veo posible que Maduro continúe en el poder”, por ello todo está puesto sobre la mesa para una posible transición. Lo más esclarecedor es que haya admitido sus conversaciones con Rusia y China para lograr este cometido.
La fecha es impredecible. Pero saldrán del poder y se recuperará la democracia. La presencia de los agentes cubanos no parece ser un impedimento. Hay una estrategia que la conoce bien la propia isla. El respaldo ruso es enrevesado. No los veo arriesgando tanto, sabiendo todo lo que está en juego.
Los venezolanos la están pasado mal. Tienen un cautiverio impuesto y no hay manera de movilizase sin gasolina. Cuesta comer con regularidad. Pero el autócrata tampoco está bien. Su vida dispendiosa y la de sus camaradas será cambiada rotundamente. Adiós a los banquetes magníficos y al meterle la mano en el bolsillo a un pueblo entero. Hoy no puede salir de su casa grande sin que lo esposen para llevárselo a su nueva morada. El uniforme naranja no es un cuento y espera por él.
Ex director de la Biblioteca Virtual de Maracaibo “Randa Richani”
@Joseluis5571