La tregua del diablo, ¿solidaridad con quién?
No sorprende que presuntos dirigentes aboguen hoy por una tregua, en atención a la amenaza del coronavirus. Cierto, en casi todo el planeta la emergencia ha obligado a postergar las diferencias políticas pero eso ha sido posible porque quienes ejercen el poder asumen una actitud cónsona con tal propósito y juegan su rol con algún sentido de responsabilidad. Son políticos -con defectos y virtudes- pero con un mínimo de compromiso social, no se trata de una corporación delictiva que poco le importa el sufrimiento del pueblo y solo les interesa preservar el poder, así sea sobre las ruinas de una nación.
Así que en Venezuela la realidad es muy distinta al resto del mundo. Quienes insisten en su tesis de cohabitar con el régimen, no sólo obvian una realidad patente y un desenlace inminente, sino que desconocen elementos esenciales de la política y bordean peligrosamente las fronteras de la ética.
En lo político, desconocen una dinámica fundamental: el factor clave en la toma de decisiones es aquel que tiene el poder fáctico, o sea el control de las armas y el «monopolio de la violencia», para decirlo en términos de Max Weber, quien en su obra «La política como vocación» expuso una definición de Estado que aun predomina en la filosofía política. Aplicado en nuestro contexto, «Tregua» según el DRAE es el «cese de hostilidades» y ello claramente depende del factor hostil, más que de las víctimas.
No podrá cesar las hostilidades quien no las protagoniza y esta tregua solo puede entenderse como la aspiración del régimen a una rendición total, un paso más en su pretensión de arrodillar al país. Así las cosas, luce sospechoso que en torno a esa «tregua», algunos factores supuestamente opositores ejerzan una presión sostenida sobre Juan Guaidó, la Asamblea Nacional y los partidos mayoritarios de la oposición democrática. Como si fueran pocas las veces que la oposición ha intentado dialogar, obteniendo siempre el mismo resultado: el gobierno se ha burlado de estas iniciativas e incluso de sus aliados.
¿Por qué no se enfocan y presionan al gobierno para que abandone sus pretensiones hegemónicas y facilite un gobierno de transición que sea capaz de enfrentar la crisis? La propuesta está sobre la mesa y es posible. Hasta el peor delincuente decide negociar cuando tiene “la pistola en el pecho” pero sin esa condición previa, resulta una ingenuidad –o una política perversa, según el caso- aspirar a concesiones de quien no está dispuesto a darlas. No sé si estos apaciguadores desconocen que el diablo no da tregua o como decía el poeta Mario Benedetti, «hace mucho tiempo que Dios ha dejado de creer en ellos».
Si el régimen tuviera alguna disposición de asumir con responsabilidad la crisis, hubiese designado una comisión de alto nivel para enfrentarla, amplia y plural, conformada por calificados expertos, científicos, académicos y gremios de la salud, entre otros. Dar esta responsabilidad a Delcy Rodríguez y a los militares es un disparate que no puede ser avalado por una oposición responsable. Hablamos de un «gobierno» que en esta circunstancia es capaz de apresar a médicos o enfermeras por expresar su opinión y aun exhibe una larga lista de presos políticos; que utiliza a colectivos armados para amedrentar a la población y amenazar al empresariado; que miente descaradamente al referirse al estado deplorable del sistema de salud pública en Venezuela, afirma que tenemos miles de camas hospitalarias disponibles y oculta las cifras.
Un régimen así no merece la confianza del país y la supuesta tregua se convertiría en solidaridad automática con una política, cuyas consecuencias podrían ser devastadoras para la población. Sería ser solidarios con el abuso, con la militarización, el crimen y la mentira, con la indolencia con que el régimen actúa. En fin, sería igualmente irresponsable que la oposición democrática cohabitara con quien no muestran interés en abordar la emergencia sino en aprovecharse de ella para preservar el poder y sus privilegios.
Eso no quiere decir que los demócratas -que no tenemos armas, ni vocación bélica- vamos a abandonar la ruta civilizada para resolver los conflictos o vamos a exacerbar la confrontación política en esta trágica coyuntura. Al contrario, toda la inmensa presión internacional apunta a una transición pacífica, a pesar del régimen. Dependerá de Maduro o de los militares u otros factores dentro del chavismo, que la oportunidad de negociar que está en la mesa no se convierta en «el último tren» y la situación derive hacia lo que nadie desea. ¿O alguien cree que si la cúpula chavista se niega obstinadamente a ello, pueden permanecer en el poder y EEUU dirá «bueno, entonces dejamos eso así»? Obviamente no, el cambio es indetenible.
En definitiva es hora de ser solidarios pero con los médicos, enfermeras y todos los que trabajan duro para enfrentar la amenaza que azota al mundo. Ser solidarios con el pueblo que sufre, no con los causantes de su sufrimiento. No caigamos en trampas, hay que quedarse en la casa, mantener la calma, actuar con firmeza y sensatez. ¡Dios bendiga a Venezuela!
Twitter: @RichCasanova
Dirigente progresista, PJ
Vicepresidente ANR del Colegio de Ingenieros de Vzla