Indiferentes o esclavos carentes de un país propio
Cuando usted lea este artículo, Nicolás Maduro habrá dicho miles de sandeces sobre lo humano y lo divino. Usará un cierto sentido de autocompasión al imaginarse a sí mismo como el trágico individuo que ha de enfrentarse a un enemigo colosal. Todo ello para tratar de recomponer su decadente e inexistente liderazgo.
Así lo ha hecho y lo seguirá haciendo porque carece de un perfil propio que lo identifique con el país y su gente. Siempre se le ha visto como un advenedizo que llegó hasta donde está por el póstumo capricho del que se fue. Esa es su angustia y su tragedia y eso explica la militarización del régimen y su infamante entrega a los mandos militares y a los asesores cubanos que gobiernan con él.
Tal situación nos exige reflexionar sobre la perspectiva que nos ofrece un gobierno que carece de viabilidad y voluntad política de actuar, para evitar la secuela de circunstancias negativas que asolan a los ciudadanos sin distingos de ninguna naturaleza.
No olvidemos que la impune corrupción que ha saqueado al país, la escasez, el desempleo, la hiperinflación y la falta de un sistema de salud que garantice nuestra sobrevivencia frente a la amenaza del Covid-19 afecta, por igual, a los seguidores del gobierno y a los que disentimos de su forma de gobernar. La indiferencia frente al estado de cosas que vivimos no excluye a nadie de las consecuencias. El indiferente se verá involucrado aún cuando no lo quiera y por tal razón no debería nadie aceptar pasivamente que sean otros los que resuelvan las situaciones actuales y futuras en las que indefectiblemente todos estamos envueltos.
Debemos internalizar que el país discurre en un clima de extrema incertidumbre. Los recientes acontecimientos y su imprevisible desenlace nos obligan a prepararnos para enfrentar las eventuales acciones que podrían derivarse de la desesperación y angustia que atenazan a las facciones madurochavistas. Actitudes indiferentes de nuestra parte podrían cerrar las posibilidades al proceso de recambio que reclama el país. Ya basta de permitir que los menos capacitados y los más corruptos conduzcan, intencionalmente equivocados, la nave del Estado e impidan el acceso al poder de nuevas generaciones de venezolanos llamados a modernizar las caducas visiones de los que han malgobernado durante tanto tiempo.
Ser indiferente no resuelve los seculares problemas que nos afectan. Por el contrario, garantiza que el país siempre tendrá lo peor de “más de lo mismo” como lo demuestran fehacientemente los continuos fracasos del gobierno actual durante el tiempo que ha gobernado con la anuencia pasiva de nuestra parte. Hay cosas básicas que debemos realizar para nuestro beneficio como ciudadanos y para deslastrarnos de un liderazgo ladrón, mediocre y decadente. Eso impone tomar decisiones. Ese momento ha llegado. Tengamos presente que de cada uno de nosotros dependerá la suerte de la República y la de nuestro entorno familiar.
Es evidente que actualmente el gobierno, aparentemente, tiene las bazas a su favor, pero paulatinamente los costosos errores de su gestión lo han llevado al ocaso de su tiempo histórico que podría ser acelerado, siempre que la voluntad opositora por un cambio aumente sensiblemente. De otro modo, aún cuando los errores sistemáticos del gobierno sigan presentes no debemos permitir que sea solo la inercia de su deterioro el catalizador de su final.
Lo que vivimos es un problema de todos que todos debemos resolver.
Tenemos ante nosotros todas las iniciativas tendentes a encontrar una salida a la crisis. El inminente peligro de dirimir nuestras diferencias con el régimen mediante una confrontación fratricida o, en su defecto, que el continuo deterioro del país, por omisión de parte nuestra, lo desgaste y lo convierta en una entelequia y, con ello, se imponga definitivamente la visión gubernamental que nos quiere así.
La vigencia de las agendas personales, la irresponsabilidad política, las mesiánicas visiones de ser los porta estandarte de la “cabal interpretación de la historia” y la comodidad de los que no se quieren involucrar son las actitudes que nos podrían conducir a situaciones que ninguno de nosotros queremos.
Hay que focalizar la crítica al gobierno en desenmascarar y denunciar a los ladrones y corruptos del régimen. La sociedad venezolana no puede continuar siendo simple espectadora del sistemático saqueo con que los validos del régimen impunemente han colocado a la nación al borde de la bancarrota. La inmensa cantidad de dinero mal habido depositada en cuentas bancarias o invertido en exhuberantes propiedades en USA, España, Andorra, Suiza, Luxemburgo, entre otros países, es de tal magnitud que sobrepasa con creces lo acumulado por las mafias que tradicionalmente han operado bajo diversas formas del crimen organizado. Tales circunstancias no nos permiten ser indiferentes y más aún cuando fácilmente se constata que la inmensa cantidad de recursos birlados por estos desalmados, de haber sido utilizada adecuada y honestamente, habría permitido resolver las carencias conocidas, particularmente en los sectores de salud y educación.
Fortalezcamos nuestras potencialidades y voluntades para auspiciar el cambio del régimen político, para el avance y consolidación de una democracia no excluyente y honesta como la forma de gobernar a nuestra sociedad. Incorporemos de forma proactiva y organizada nuestras actitudes y capacidades a la enaltecedora tarea de cerrarle el paso a los que transitoriamente detentan el poder y que han saqueado al país en forma inmisericorde e impune.